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¡Adelante Juventud!

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La realidad económica, política y social argentina es sumamente compleja. Nuestro proceso histórico, desde la época colonial hasta nuestros días ha sido un pasar de mano en mano de las potencias de turno, y constituye una larga historia de la dependencia. Dependencia que se profundizó cuando gobernaron los agentes de la entrega. A través, primero de la prescripción o las mayorías nacionales, después mediante el fraude "patriótico” y, más recientemente a través de dictaduras emergentes a sangre y fuego de cada voz más duros golpes de Estado. Pero, dependencia que tuvo su freno, sus retrocesos cuando gobernó el pueblo a través de sus representantes soberanamente elegidos.

Esta experiencia política que, desde nuestra conformación como engranaje del sistema capitalista mundial muestra una realidad común con los pueblos de Américo Latina, tiene también sus peculiaridades quo lo caracterizan. Nuestro proceso pro­ductivo, nuestras riquezas naturales, el fecundo trabajo de todos quienes construyeron nuestra Nación, nativos e inmigrantes han posibilitado el acceso de importantes sectores de nuestra población a pautas de consumo comparables a las de los países de la Europa Central. Estos pautas vigentes en los sectores de mayores ingresos han sido adquiridos incluso por quienes, aún con menores recursos también tratan de acceder a ellas.

Estas pautas fueron posibilitadas, como decíamos por un lado gracias a la riqueza del proceso productivo argentino, pero por otro lado, esto ocurría mientras el sistema capitalista mundial incrementaba sus ganancias, avanzaba en el mun­do expoliando y explotando a su antojo a pueblos como el nuestro.

EL AGOTAMIENTO DEL SISTEMA CAPITALISTA DEPENDIENTE

El agotamiento del sistema está determinado por la agudización acelerada del antagonismo entre nuestra economía y la economía de los sistemas centrales.

Este incremento del antagonismo está determinado por la agudización de la crisis económica financiera de los sistemas centrales.

Y la agudización de la crisis de los sistemas centrales está determinada, por un lado, por el desarrollo contradicto­rio de los centros económicos (EE.UU., Europa, Japón y el denominado bloque socialista) a partir de la finalización de la segunda guerra mundial; y por el otro, por las exigencias ca­da vez mayores de los pueblos do América Latina y el Torcer Mundo en el acceso a la salud, a la cultura, al bienestar.

Asistimos a los estertores de un sistema. Podemos obser­varlo comparando la argentina pasada con la Argentina de hoy.

La generación del ochenta organizó definitivamente nuestro país en los marcos del sistema capitalista dependiente. Organizó la producción del campo y la ciudad. Paralelamente definió un sistema educativo y cultural. Se estructuró un país dependiente, un país al servicio de los intereses extranjeros -predominantemente ingleses en aquel entonces- y de la oligarquía nativa, pero un país que agrandaba las hectáreas cultivadas y abría industrias.

La Argentina se mostró como una tierra promisoria. A fi­nes del siglo pasado atrajo, cobijó, dio trabajo, destino y felicidad a más de un millón de inmigrantes. Era una tierra de progreso.

Surgieron organizaciones populares, políticas y gremiales a través de las cuales el pueblo argentino logró grandes avances sociales.

Los jóvenes universitarios, en 1918, generaron el movimiento de la Reforma Universitaria que fuera ejemplo para todo el continente. Los argentinos llegamos a tener una Universidad abierta a grandes sectores de la población que atrajo incluso a jóvenes de toda América Latina.

Los trabajadores argentinos llagaron a coparticipar del gobierno y a conquistar una legislación laboral y social que superó a la de cualquier país capitalista en el mundo.

Esta Argentina, con desigualdades, con injusticias, con luchas, pero que brindaba esperanzas de futuro a sus jóvenes, posibilidades de trabajar y de formar un hogar para la mayo­ría, de estudiar para menos. Esta Argentina, fruto de la etapa de avance del sistema capitalista, ya no existe. No hay futuro para los más, tampoco existo ya la alternativa de la sa­lida individual, como pretenden hacernos creer.

Es que toda nuestra riqueza, todas nuestras energías, sin un pequeño margen siquiera, deben ser hoy entregadas a los amos glotones, hambrientos, voraces del mundo.

Los países centrales se quedan sin oxígeno, tambalean, en ese tambaleo peligroso del gigante pegan sus últimos y más terribles manotazos. No nos dan margen, debemos entregarles to­do para apuntalarlos, evitar su caída. Pero caerán irreversi­blemente y pretenden arrastrarnos con ellos.

Este es un momento histórico, debemos percibirlo. Los jóvenes de mayo tuvieron que optar: o caer junto al rey de España, o atreverse a caminar solos. Todo se terminaba. ¿Qué hacer? ¿Morir con España feudal o vivir con América nueva?. He ahí su sabia enseñanza, todos se unieron para construir una nueva sociedad.

LA DEPENDENCIA ATACA A LA JUVENTUD

Hoy, el imperialismo, para mantener y profundizar el ro­bo económico ha incursionado en nuestras mentes. Nuestro sistema educativo formal está impregnado de un contenido que deforma las mentes de nuestros niños y jóvenes. O los destruye o los "fabrica" fieles para administrar sus intereses aquí.

A diario, por otros medios, no formales pero más contro­lados por ellos, nos bombardean. La TV, la radio, las revis­tas, etc. cumplen su papel llegando a todos, incluso al que no va a lo escuela.

Exacerban el individualismo; muestran héroes irreales que a diario salvan a la humanidad de terribles desastres (superman, un detective, un agente); fabrican arquetipos de la juventud que nada tienen que ver con nuestra tradición y menos con un futuro cierto para el joven; incitan a la violencia; promueven disvalores; hacen de un gran explotador, de un super depravado, de un caza fortunas o de un criminal (que encima son extranjeros) los grandes ejemplos do la nobleza humana.

Deforman nuestro lenguaje con series y teleteatros, hechos en un país, doblados en otro y vistos aquí. Promueven el consumismo, el erotismo, jerarquizan lo superficial por sobre lo profundo de la naturaleza del ser humano.

Entonces, claro, nuestros jóvenes ni conocen o ni se acuerdan del ejemplo de los jóvenes de 1810, de las gestas del pueblo jujeño en su éxodo, del sargento Cabral, de los tres sargentos, del tambor de Tacuarí, del negro Falucho, de los gauchos de Güemes, de las niñas y las mujeres de Ayohuma. De un San Martín que sumó a quechuas, aymaraes, guaraníes y arauca­nos. De tantos anónimos argentinos que en sus luchas por la independencia abonaron con su sangre la libertad de medio continente.

Hoy no se conoce, no se difunde el esfuerzo de nuestros gendarmes en las fronteras de la Patria, o de los sacrificados integrantes de nuestras fuerzas armadas que defienden la soberanía argentina en la Antártida. Pocos saben de la obra de Mosconi, Storni, Baldrich o Savio.

Todos estos ejemplos de nuestra historia se lo ocultan a la juventud. Son subversivos. Hasta incluso ya se trata de tapar el más reciente, doloroso y valiente ejemplo de nuestros jóvenes que lucharon defendiendo nuestra soberanía en las Is­las Malvinas.

Estos y tantos otros, en guerra o en paz, son ejemplos que la dependencia ha enterrado. Hoy se pretende llevar o la ju­ventud o sor autómata, a aceptar la realidad que se lo impone, y si no la acepta que reviente. Para ello está la droga, la pornografía, el terror.

Hoy esta Argentina, lejos de atraer millones de seres a trabajar o a estudiar, los expulsa, expulsa a los pocos que vienen o incluso a los nativos. Miles de familias se han ido a buscar una tierra con futuro.

Hoy esta Argentina, que mostrara al mundo sus conquistas sociales muestra un movimiento obrero resquebrajado y dividido, muestra desocupación y hambre a niveles inéditos.

Hoy esta Argentina sufre enfermedades que ya eran historia. Hoy esta Argentina exhibe una profunda crisis en su sistema educativo en todo nivel. Hoy esta Argentina debe limitar y trabar el estudio, la capacitación de su juventud. No soporta, no tienen cabida en ella loa jóvenes, que son futuro.

Hoy un niño, si sus posibilidades económicas son escasas, estará condenado a cirujear desde los primeros pasos, a vivir en medio de la mayor promiscuidad y degradación, a sufrir hambre y frío. Este niño ya tiene marcado su futuro: tendrá sen­sibles dificultadas mentales, disminuciones físicas, será un marginado.

Si este niño tiene otras oportunidades económicas, accederá a la educación, atravesando vallas académicas que, lejos de "mejorar su capacidad" lo harán cada vez más individualis­ta si las supera, o más frustrado si queda en el camino. Tendrá por madre un televisor, por compañera de estudios una computadora, por objetivo de vida el lucro, como medio para al­canzarlo la especulación.

En todos los casos se pretende engendrar un terrible desprecio por el trabajo. Formar un hogar será imposible para el más humilde, intrascendente para el otro.

Estos son los objetivos, esta es la realidad que pergeñó para la juventud el plan económico de Martínez de Hoz. Esta es la realidad que hoy sufrimos.

Podemos señalar la nefasta influencia de este plan sobre la generación de jóvenes que pasó por la Universidad estos años. Muchos fueron víctimas de él, se han convertido en el producto más auténtico del sistema capitalista dependiente.

Ellos han pasado por la competencia individualista del examen de ingreso, sólo los hijos de las familias de mayores recursos lo han logrado; ellos han formado sus mentes al calor del no te metas de los medios de comunicación, de su ho­gar, en medio del terror a las definiciones que a cada paso el proceso se encargó de hacerlo tomar a gran cantidad de jóvenes.

Estos compañeros no han gozado nunca de la gratuidad de la enseñanza, de un comedor universitario, de una beca integral, de una vivienda estudiantil, del ejercicio de sus dere­chos, menos aún de la conquista de los mismos. Ellos son hijos de las reglas de juego de la selva que es nuestro país y que impuso con todo rigor la dictadura.

Estos compañeros que, a su vez son víctimas de la socie­dad de consumo y de la consecuente degradación que esta produce en las mentes, han tomado el proceso de democratización del país como una "regla de juego más" que está y que hay que cumplir. El sistema lo ha inducido así para que el día que estas reglas sean violados éstos aceptan automáticamente, estudian­do las nuevas condiciones y adaptándose a ellas.

Así como el sistema capitalista dependiente ha logrado destruir hogares, arrojar miles de familias al abandono, ha destrozado con hambre, humillación y todo tipo de vejámenes a los niños y jóvenes de las familias más humildes -condonán­dolos al analfabetismo cuando no a la postergación total-; en los niveles más elevados económicamente ha producido esa destrucción más sutil, menos notoria, pero con un mismo y brutal objetivo: inutilizar a la juventud que podría cambiar al país, también para ganar algunos adictos para su "inteligencia”.

Que incentivo tiene hoy esta sociedad para la juventud?. Esta sociedad no ofrece incentivo para ningún sacrificio. An­tes, a uno le decían: anda al sur, trabajá y volverás con tu futuro asegurado al cabo de diez años. Y esto se cumplió, uno sabía que inexorablemente se cumplía. Cuando nacía el capita­lismo en Inglaterra, cuando tenía estabilidad y funcionaba el sistema de explotación, le ofrecían a uno ir a la India a defender los dominios de "su majestad" y se peleaban por ir. Sabían que al cabo de algunos años regresaban con el título de lord y riquezas para el rosto de sus vidas. Hoy ese imperio capitalista en decadencia, sólo puede contar con mercenarios drogados y degradados o con Gurkas inconscientes.

Esta es la realidad decadente del sistema capitalista dependiente.

Hoy, el gobierno, expresión de la soberanía popular, para responder a las necesidades reales del pueblo debería atacar el problema central del país que es la dependencia económica.

Las reivindicaciones económicas de las mayorías naciona­les no constituyen un problema de "buena voluntad"; su satisfacción está ligada indisolublemente a la modificación del sistema capitalista dependiente.

Lo que se va para afuera, no se puede repartir adentro. O se termina con la dependencia o no habrá posibilidad de satisfacer las necesidades básicas de nuestro pueblo. Esto no se puede solucionar modificando las tasas de interés, esto es un problema de sistema.

Sistema que se basa en la explotación del hombre por el hombre y de los países centrales sobre los del tercer mundo. Ya este sistema no nos ofrece perspectivas. Quienes más sufren esta situación son los jóvenes.

JUVENTUD ES FUTURO

Juventud es futuro, es planificación. Se es joven porque se tiene tiempo por delante. Juventud es esencialmente una etapa de planificación y práctica para lograr las realizaciones a lo largo de la vida.

La juventud, que es futuro, es juventud real cuando tiene futuro. Cuando la juventud vive en una sociedad sin futuro, es mutilada, es desnaturalizada.

Juventud es una gran concentración de fuerzas biológicas. Esa fuerza debe canalizarse hacia adelante, si no, revienta. Es como cuando el cauce de un rio resulta insuficiente para la energía que traen sus aguas, estas desbordan a los costados, no se canalizan correctamente hacia adelante. Su curso, su destino se frustra.

La juventud se frustra, se mutila a través de los desbordes que la desvían y cuando la sociedad carece de espacio para ella, carece de cauce correcto para asimilar provechosamente esa energía. Estos desbordes son la droga, la pornografía, el terror, la violencia, el alcohol, lo velocidad, la jerarquización de lo superficial y lo frívolo.

Esta energía debe ser canalizada, es inherente a la ju­ventud. Es imposible concebir lo inacción en la juventud. La inacción es la causa principal del dolor juvenil. La razón de la acción no es el placer ni el egoísmo, sino la vida. Desde el primer estremecimiento del embrión hasta el último estertor del anciano, todo movimiento del ser tiene por causa la vida. Frenar esta necesidad vital es, justamente estar contra la vida, estar por la muerte.

JUVENTUD: CONSTRUCTORA DE LA NUEVA NACIÓN

“Juventud que no embiste es peso muerto para el progreso de su pueblo". Los jóvenes argentinos hoy, junto a los jóvenes de todo el tercer mundo, tenemos dos posibilidades: o nos desnaturalizamos como jóvenes, aceptando el callejón sin salida y morimos con la sociedad caduca, o aceptamos el desafío de ser jóvenes, de tener, de querer un futuro y nos damos a la tarea de construirlo.

Muchas sociedades del mundo pasaron por momentos como este, la nuestra misma -como ya lo ejemplificáramos- y ninguna se destruyó. Los pueblos sobreviven en un nivel de convivencia superior cada vez; son los sistemas injustos los que mueren.

El primer y segundo mundo se construyeron explotando al tercero. Nosotros, que pertenecemos a este no tenemos alternativa. No tenemos ya a quien explotar, no queremos seguir ejemplos que nos muestran su caducidad, su base injusta. Ellos edificaron su "desarrollo" sobre nuestro "subdesarrollo" (son las dos caras de la misma moneda).

Ellos, primero nos dijeron que juventud era trabajo cuando sus fábricas abrían y necesitaban súper explotar a todos, desde los primeros años de vida-. Ahora, ellos nos dicen que juventud es espera: tranquilo joven, ya te tocará… -claro, ahora que quiebran sus fábricas y empezamos a sobrar-.

El joven hoy no tiene trabajo, que especule… si puede. Que compita, que pise al de al lado. Ellos nos inculcan el individualismo. Ellos determinan el tiempo de ser jóvenes, de ser adultos, de ser ancianos. Ellos inventan todas las escalas de valores.

Pero ya no funciona. Ya no hay valor, no hay prebenda que llame la atención. Ya no hay estímulo. A todo nos deben forzar.

Todo lo que se podía comprar con prebendas, construir con esos estímulos, con esos valores, ya está agónico. Nosotros debemos buscar una nueva realidad. Debemos buscar nuevos es­tímulos.

En lugar de la explotación de unos a otros ir a la solidaridad, a jerarquizar al hombre por sobre el lucro, a tener al ser humano y su bienestar como objetivo supremo. Para es­to debemos concebir un nuevo modelo. Un modelo en el cual no "sobre" un solo joven, donde el trabajo sea la actividad esencial, creadora y no explotadora. Donde la capacitación, el estudio sea un derecho y por lo tanto no tenga límites ni trabas.

Un modelo donde juventud sea un valor colectivo. Donde valga lo pena ser joven, aún a los ochenta.

Debemos construir una nueva sociedad donde la acción ju­venil tenga objetivos constructivos hacia donde canalizarse. Debemos construir una realidad que nos convoque a vivir, una realidad donde las ansias de vivir, de construir, de convivir sean inseparables de la persona. Donde podamos decir, junto el poeta: "Dichoso de vivir, siento en mí un coraje inquebranta­ble, y sólo la alegría de que habré de despertarme me compensa la pena de dormir todos los días. Cien años he de vivir, blanquerán mis cabellos, y yo seguiré siendo eternamente fe­liz, eternamente dichoso..."

NUESTRA HISTORIA: CIMIENTO DE LA NUEVA SOCIEDAD

Vamos a una sociedad nueva, sana, solidaria, con salud moral y física, con aire puro, con aguas puras, con la naturaleza en pleno funcionamiento. En donde el hombro sea lo primera jerarquía. Estos son los valores que deben movilizar pa­ra construir eso futuro.

Para que estos valores surjan tenemos que estudiar. Tenemos que amar nuestra historia. Tenemos que profundizar nuestro argentinismo, nuestra indisoluble hermandad con América Latina, con el tercer mundo. Tenemos que defender sectariamente la unidad nacional, amar sectariamente nuestro pasado, nuestros héroes, nuestra tradición. Necesitamos toda esta base para refundar nuestra Argentina. No paro añorar el tiempo pasa­do, sí para tener en él base firme. Ejemplo constructor para levantar el edificio de la nueva Argentina. A la civilización del pool y de los juegos electrónicos debemos oponerle la ci­vilización de nuestros ejemplos históricos.

Sobre esta base construiremos ese futuro. No nos peleamos por administrar lo que queda de la dependencia. No somos gusano de cadáver, somos embrión de futuro. Los gusanos mue­ren al desaparecer el cadáver, cerrando su ciclo.

Los habitantes del tercer mundo tenemos una misión histórica que cumplir. El momento y el lugar de nuestra acción, de nuestra vida, de nuestra lucha, nos ha puesto ante ese maravilloso reto.

LA NUEVA SOCIEDAD SERÁ SOCIALISTA

El nuevo país será socialista. No existe otra posibilidad. Dentro del capitalismo dependiente, el Peronismo, realizó la máxima distribución de la renta nacional que se pudo efectuar. Esto, en los marcos de este sistema, ya es irrepetible. Aquí solamente se puede caminar hacia el socialismo, que significa poner en manos de la comunidad las llaves maestras de la eco­nomía, y desde el punto de visto social, jerarquizar al hombre por encima de todas las cosas. Un hombre integral, sano, no drogado.

Este socialismo no será copia de ningún "modelo", no será soviético, ni chino, ni albanés, ni cubano. Será argentino, Será el socialismo que los trabajadores y los jóvenes han de crear en Argentina como en todo el tercer mundo, para resolver los problemas de Argentina y del tercer mundo.

Este socialismo va a hacer una revolución mundial, mucho más importante que todas las revoluciones de este siglo. Edi­ficara una economía basada en la capacidad creadora y realizadora de los pueblos y no en la acumulación del capital, como las economías norteamericana y soviética.

Esta economía es factible, pero por sobre todas las cosas es imprescindible, es racional. Parte del pueblo para satisfacer sus necesidades y no para llenar las arcas de cuatro rufianes.

Para convocar a esto es necesario tener una gran fuerza moral, tener una total honestidad. Manejar la contabilidad con transparencia. Confiar y convocar a la participación popular. Así lo hacen, en pequeña escala, en un pequeño pero valioso laboratorio, los trabajadores y jóvenes de las comunas socia­listas populares. Su funcionamiento se basa en el trabajo vo­luntario, en la participación popular.

Cuando un pueblo sabe las fuerzas que tiene, cuando sa­be que por sus propios medios puede solucionar sus problemas, que con su trabajo voluntario puede recolectar la basura o construir sus viviendas. Ese pueblo es indestructible. Ese pueblo es revolucionario. Ese pueblo será indefectiblemente libre.

Debemos forjar una juventud con fuerza propia, con con­fianza en su capacidad creadora y realizadora, una juventud que ame al futuro, una juventud que canalice sus energías vitales constructivamente, orgánicamente.

Una juventud que comprenda que hacer la revolución no es soncillo, que no se trata de seguir modelos importados, ajenos a nuestra realidad. Cambiar una sociedad caduca por otra nueva es tarea seria, es tarea responsable. Exige dedicación, estudio, organización.

Es una labor consciente, es el ejercicio del amor al pue­blo, del amor al trabajo del pueblo.

Se hacen actuales, cobran vigencia hoy, las palabras de un viejo luchador de la causa del socialismo y de América La­tina, que fuera Manuel Baldomero Ugarte: "Los socialistas de hoy no somos enfermos de sensibilidad, no somos dementes generosos, no somos iluminados profetas que predicamos un ensueño que está en contradicción con la vida, sino hombres sanos, vigorosos y normales quo han estudiado y leído mucho, que han desentrañado el mecanismo de las acciones humanas y conocen los remedios que corresponden o los malos que nos aquejan... vamos a probar primero que el socialismo es posible, segundo que el socialismo es necesario".


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