Buenos Aires, 23 de abril de 1978
Estimado amigo:
Hoy se cumple un nuevo aniversario de aquel 23 de abril de 1972 en el cual un grupo de mujeres y hombres de Argentina, en su inmensa mayoría jóvenes, asumíamos el compromiso de trabajar y de estudiar por el logro de la libertad, el bienestar y la independencia nacional.
Desde aquel entonces acontecieron innumerables hechos que nos han conducido a la difícil realidad actual.
Hoy ratificamos todo lo expresado hace un año. Pero cuando anda mal y uno va en busca de una decisión, hay que mirar hacia las cumbres: allí no hay obstáculos. En la cumbre está la Nación.
Siempre se habla de la Nación, de la defensa nacional, de la integración nacional, del destino nacional.
Muy pocas veces se dice qué es la Nación. Creemos necesario repetirlo: "Una Nación es un alma, un espíritu, una familia espiritual, resultante en el pasado de recuerdos, sacrificios y glorias, a menudo de duelos y dolores comunes; en el presente del deseo de continuar la misma vida, de unión en la dicha y en la desgracia. Lo que constituye una Nación no es el hecho de hablar la misma lengua o pertenecer al mismo grupo étnico, sino haber hecho juntos grandes cosas en el pasado y querer aún hacerlas en el porvenir.
Si comparamos esta idea con la realidad de nuestra Patria, surge, se eleva en forma dramática e imprescindible la meta indiscutible: construir la Nación.
Los argentinos hemos realizado juntos grandes cosas. Hemos rechazado en las calles de nuestra Capital la arrogancia del imperio británico; cruzando la cordillera más grande de la tierra con el genio sanmartiniano -síntesis del genio de nuestro pueblo- hemos liberado desinteresadamente a los pueblos de medio continente. Hemos superado la anarquía para organizar a la Nación de conformidad a las formas más avanzadas de la época. Hemos vislumbrado que poblar era gobernar, jerarquizando al pueblo como el elemento esencial de la Nación. Hemos conquistado las zonas más inhóspitas de nuestro territorio para la organización nacional. Hemos alcanzado los más altos niveles de educación, de salud y de bienestar de todos los países de América latina. Desde principios de siglo velamos nuestra soberanía en el continente Antártico, y llegamos a su corazón con nuestra bandera y con nuestros aviones. Produjimos la mejor carne y los mejores granos del mundo. Alcanzamos un desarrollo industrial en base al esfuerzo y a la tenacidad nacional. Exhibimos orgullosos la mejor mano de obra del continente. Hemos poseído la legislación social más avanzada y la mejor organización de los trabajadores. Todo esto y muchas cosas más hemos realizado.
Es necesario hoy reafirmar que estamos dispuestos a velar nuestras glorias pasadas construyendo el futuro que las supere. Nosotros estamos empedernidamente decididos a construir la Nación. Tenemos la absoluta convicción de que la inmensa mayoría de nuestros compatriotas también lo están.
En nuestra vida corta, frágil -ante el tiempo histórico- pero llena de inmensas posibilidades de creación y de realización, no hemos podido elegir dónde nacer, pero hace años que hemos elegido dónde morir: al pie de nuestra bandera, que flamea sobre las glorias pasadas y nos conduce a un innegable futuro como Nación, libre e independiente de todas las fuerzas de la tierra.
Nuestras aguas están agitadas, no nos equivoquemos, no las enturbiemos. A río revuelto, ganancia de pescadores, pero los pescadores son extranjeros.
Nos ha tocado vivir en un mundo de transiciones. No tememos el cambio, porque todo proceso trascendente terminará invariablemente con el triunfo del hombre.
Como hombres no elegimos la etapa de transición, son más favorables para la construcción fecunda las etapas de estabilidad. Como argentinos contemporáneos no vacilamos en jerarquizar por sobre todos los objetivos el de salvar la Nación a través de la turbulencia de la transición.
No queremos ser carne de cañón, ni aspiramos a descabelladas rectorías. Queremos que hoy y siempre se respete el derecho a la autodeterminación del pueblo de la Nación Argentina. Para nosotros el mejor de los pueblos y también hermano de todos los pueblos.
Aturdidos por el corruptor accionar de una sociedad de consumo, a diario olvidamos nuestro pasado, al igual que el joven que olvida que sus comodidades y posibilidades se las debe al trabajo sacrificado de sus padres.
Hemos olvidado que nadie nos regaló la independencia política de la Patria. Hemos olvidado que un osario argentino se extiende hasta Carabobo y que todo se construyó con dolor y sacrificio. Por eso pensamos equivocadamente que podremos tener un futuro sin trabajo y sin sacrificio.
Nosotros nunca hemos negado la necesidad del trabajo y del sacrificio, pero siempre hemos pretendido que el trabajo y el sacrificio fuesen igualitarios para todos los integrantes del pueblo. Siempre hemos repudiado que el trabajo y el sacrificio de los integrantes del pueblo en vez de transformarse en bienestar y estabilidad de todos, se transforme en ganancia de unos pocos, las más de las veces, extranjeros.
Cuando se habla de construir una Nación se suele pensar equivocadamente que esto debe ser obra de estadistas o de muy poca gente muy importante. No es así. A la Nación la debemos y la podemos construir todos.
Cuando participamos constante y responsablemente en la agrupación gremial, en el sindicato, en la organización empresarial, en la agrupación universitaria, en los centros de estudiantes, en las asociaciones profesionales, en las cooperativas, en las sociedades vecinales, en los clubes de barrio, en las bibliotecas, en las cooperadoras, etc., estamos construyendo la Nación Argentina.
Cuando afianzamos la unidad, la organización y eficacia de las organizaciones gremiales, sindicales y empresariales de la ciudad y del campo, de los partidos políticos, de las Fuerzas Armadas y de la Iglesia, estamos construyendo la Nación Argentina.
Cuando trabajamos por el desarrollo del sano esparcimiento de la juventud, del deporte, del folklore, de la salud, de la educación formal e informal, estamos construyendo la Nación Argentina.
Cuando convocamos a los padres a las escuelas para debatir los problemas de la educación y de la salud de sus hijos, estamos construyendo la Nación Argentina.
Cuando aseguramos la efectiva vigencia de los derechos y garantías de nuestra Constitución, estamos construyendo la Nación Argentina.
Cuando dejamos todo esto de lado y nos dedicamos a la especulación, a la usura, a la corrupción, a la coima, a la droga, a la pornografía, al terror, a la división de las asociaciones obreras y empresariales, de los partidos políticos, de las Fuerzas Armadas y de la Iglesia, estamos destruyendo la Nación Argentina.
Cuando valoramos más las reservas en divisas de la Nación que su reserva en valores morales estamos destruyendo la Nación Argentina.
Es necesario actuar, no podemos inútilmente ponernos a pensar en tiempos idos o soñar pasivamente en que pase pronto la tormenta, sin hacer nada por crear tiempos nuevos.
Es muy bueno hablar de estas cosas, pero estas ideas deben reflejarse en el cambio de nuestras conductas, si no de nada vale.
Quizás nuestra voz no tenga la fuerza necesaria para convocar a todos a la construcción de la Nación, pero cada uno de nosotros tenemos la fuerza necesaria para construir la Nación todos los días y este es nuestro insoslayable deber.
¡Argentinicemos nuestra Argentina!
Fraternalmente, Guillermo Estévez Boero