Fragmentos de la conferencia pronunciada por el Secretario General del Partido Socialista Popular, Dr. Guillermo Estévez Boero en el Aula Magna de la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional de La Plata, el día 13 de agosto de 1974.
COMPAÑERAS y COMPAÑEROS:
En primer lugar quiero expresar mi agradecimiento al Centro de Estudiantes de Derecho de La Plata y a la Federación Universitaria Argentina, por la presentación efectuada y por darme la oportunidad, después de muchísimos años, de volver a estar en estas aulas. Por otra parte, quiero aclararles que trataremos de abordar el tema de la reforma constitucional desde un punto de vista lo menos técnico-jurídico posible, para ir a considerar directamente la esencia del problema de la Constitución Nacional.
Para nosotros, la Constitución Nacional tiene un contenido mucho más importante que el de constituir el cimiento de la organización jurídica del Estado. En la Constitución Nacional se establece la organización económica, social y política del Estado; se define, quién obtiene la mayor renta de las riquezas y del trabajo argentino. Lo que en realidad definen las constituciones de todos los países del mundo, es el porcentaje que obtienen de la renta nacional los diversos sectores sociales.
Hoy, nosotros, queremos conversar con Uds. acerca del proyecto constitucional que han preparado los compañeros de nuestro Partido. Éste no es un proyecto de una Constitución socialista, es un proyecto que puede ser aplicado en este momento, en nuestro país, de conformidad con las condiciones materiales y espirituales imperantes en el mismo.
Con estas aclaraciones vamos a dar comienzo a esta charla sobre el problema de la reforma constitucional.
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Tenemos que avanzar en la concepción de ir creando un Abogado al servicio de la causa popular, de ir creando un Abogado al servicio de la liberación nacional, tema que también tratará la convención de Centros de Estudiantes organizada por la F.U.A.
Este Abogado no debe diferenciarse porque en su formación se tenga en cuenta una bibliografía en vez de otra, sino que debe diferenciarse del Abogado tradicional por su ubicación frente a las mayorías nacionales.
El nuevo Abogado, el Abogado de un país que avanza hacia la liberación nacional, debe ser aquel que entiende que el Derecho y sus instituciones valen en la medida en que sirvan a un proceso de liberación, y no valen en la medida en que sirvan y afiancen un proceso de dependencia y expoliación.
Este nuevo Abogado debe entender que él no es el dueño del Derecho, que él es un auxiliar, un técnico para ordenar algunas normas que deben ser la síntesis de la experiencia de la lucha de su pueblo. El Abogado debe transformarse en un hombre dispuesto a servir a las mayorías nacionales, dispuesto a luchar decididamente por lograr una legislación que permita al pueblo avanzar hacia su liberación.
En este sentido, si lo que decimos en la Constitución, si lo que decimos en el Derecho, no puede ser entendido por las grandes mayorías nacionales, estamos diciendo cosas sin vigencia histórica, sin vigencia real en este país. Si a través de la aplicación de la técnica jurídica caemos en la construcción de instituciones abstractas, que no se insertan en la realidad nacional, estamos alejándonos, cada día más, de la posibilidad de ser hombres con ciertos conocimientos del Derecho al servicio del país.
Este es el sentido de la misión de los estudiantes de Derecho y de los Abogados: explicar a las mayorías nacionales cuál es la importancia del debate sobre la Constitución Nacional. Para eso tenemos que ver cuál es la esencia de esta Constitución Nacional.
Hay un sinnúmero de definiciones acerca de lo que es una Constitución. Cada tratadista posee la suya, pero hay una sola real y es aquella que expresa que la Constitución es el conjunto de normas o reglas que determinan cómo se reparte la renta nacional, es decir, qué porcentaje de renta le corresponde a cada sector social. El trabajador, el integrante de las mayorías nacionales, debe preocuparse por el problema de la Constitución, partiendo de esta definición real, porque a través de ella se está discutiendo su participación en la renta nacional.
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Una Constitución tendrá vigencia en la medida que exprese la realidad nacional, y no tendrá vigencia en la medida en que no exprese esa realidad. Nuestro proyecto de Constitución no es socialista, porque Argentina 1974, no es un país socialista. Argentina 1974 es un país con una economía capitalista dependiente. Es un país en cuyas mayorías nacionales crece, día a día, la conciencia de la necesidad de su organización para la batalla por la liberación nacional. La Constitución Nacional debe facilitar, canalizar y posibilitar la organización de las grandes mayorías nacionales para dar esa batalla en las mejores condiciones.
La Constitución puede ser una maravillosa obra técnica, pero sin vigencia en la historia real de nuestro país, sin vigencia en las relaciones de producción que determinan las relaciones políticas de nuestro país.
Si la Constitución interpreta la realidad, será sentida por las mayorías nacionales. Si la Constitución es una obra de técnicos juristas que viven de espaldas a la realidad nacional, la vigencia de esa Constitución, como ha pasado casi siempre en el país, no tendrá importancia para las mayorías nacionales. No importará su vigencia ni su no vigencia, porque las mayorías nacionales son conscientes de que está hecha al servicio de otros intereses.
En nuestro sistema hay una minoría que gobierna al país económicamente y, consecuentemente, hay una economía estructurada en beneficio de esa minoría que controla la producción y las finanzas.
El sector dominante está fuertemente organizado para controlar y defender estos intereses, para defender esta sociedad de la cual vive, en la cual explota y en la cual expropia el trabajo ajeno. Mientras los sectores populares tienen una organización muy débil, las organizaciones que sirven al sector dominante se perfeccionan.
Existe una gran capacidad organizativa para defender los intereses del sector dominante, y una desorganización y anarquía manifiesta en las instituciones que representan a los intereses populares. Consciente de esto, nuestro proyecto de Constitución, apunta a superar y modificar este problema. En primer lugar, creemos que esta Constitución debe cumplir algunos requisitos: la debe escribir el pueblo y no los especialistas en Derecho Constitucional, porque la Constitución debe ser una herramienta para la Liberación Nacional y no una obra maestra de técnica jurídica.
Los derechos del trabajador no los sienten los grandes profesores de Derecho Social, sino el propio trabajador. De la misma manera, las reivindicaciones del trabajador, del campesino y del pequeño propietario deben ser expresados por ellos mismos. Debemos lograr que quien sufra el problema sea quien lo exponga y presente sus soluciones, y no que lo hagan los especialistas en problemas ajenos. Estos no tienen la vivencia ni la sensibilidad de quienes sufren estos problemas. Es necesario canalizar la participación popular, que presenten proyectos los sindicatos, las vecinales, que pueden tomar como base la Constitución de 1949, la más avanzada que ha conocido nuestra Patria hasta el presente. Que cada vecinal, cada sindicato, cada organización popular exprese lo que piensa, con su lenguaje.
Nosotros, hacemos un Derecho para el pueblo o hacemos un Derecho para los técnicos del Derecho; o elaboramos un Derecho popular o un Derecho al servicio de la opresión. El Derecho del pueblo lo debe entender todo el pueblo, y la Constitución, para que tenga vigencia histórica, debe hundir sus raíces en la realidad nacional.
No podemos copiar la Constitución Suiza, ni la Constitución de Kenya, ni la del Principado de Liechtenstein; tenemos que hacer una Constitución Argentina teniendo en cuenta la experiencia de la lucha de los pueblos del mundo, pero partiendo de la experiencia histórica nacional. Se debe hacer una Constitución al servicio de los veintitrés millones de argentinos.
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La Constitución, además de proteger determinados valores del ciudadano, que creemos fundamentales, debe tender a forjar un gobierno más representativo, un gobierno que defienda mejor los intereses del pueblo. Sólo de ese modo el pueblo saldrá en defensa de su gobierno.
En la medida en que el pueblo sienta como propio su gobierno, será más difícil quebrar el orden institucional y será más difícil la posibilidad de los golpes de estado. Pero mientras el pueblo no sienta como propio su gobierno, una compañía de lanza gases o una compañía de bomberos, pueden sacar al gobierno constitucional. De nada valdrá que los estudiosos del Derecho Constitucional se rasguen las vestiduras: las mayorías nacionales permanecerán indiferentes porque no se sentirán representadas por ese gobierno constitucional. Esa es la realidad de nuestro país, es la enseñanza histórica que no podemos desaprovechar.
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El proyecto de Constitución que tenga vigencia debe ser el fiel reflejo de lo que piensan las mayorías nacionales, y debe, también, posibilitar su organización para la Liberación Nacional.
Solamente una Constitución que cumpla con esos objetivos tendrá real vigencia histórica en el futuro de nuestro país.
Creemos que el debate constitucional hay que darlo en los sectores populares, explicando cuál es la importancia de este debate, y qué es lo que se juega en él.
Por eso agradecemos la posibilidad que ustedes hoy nos brindan, al ponemos en contacto con parte de los sectores populares de nuestro país.