Durante los días 2 y 3 de Setiembre se realizó en la ciudad de La Plata el Seminario Nacional de los jóvenes de la Unidad Socialista: "Vigencia del pensamiento y la acción de los socialistas sobre la juventud".
El mismo fue organizado por los Partidos Socialista democrático, Socialista del Chaco y Socialista Popular, y auspiciado por la Fundación Friedrich Ebert. Contó con la presencia de delegados provenientes de todo el país, se desarrolló en un marco de unidad y confraternidad.
Las palabras de apertura las pronunciaron los compañeros Elmir Salvioli, —concejal electo de la Unidad Socialista en La Plata— por el Partido Socialista Democrático; Luis Basterra, miembro del Consejo Directivo del Partido Socialista del Chaco y Gustavo Galán, secretario general de la Federación Bonaerense del Partido Socialista Popular.
En el cierre del encuentro los secretarios generales juveniles de las tres organizaciones: los compañeros Jorge Rivas por el P.S.D., Hugo Fernández por el P.S.Ch. y Rubén Giustiniani por El P.S.P coincidieron en evaluar la importancia del evento y de las conclusiones alcanzadas para la concreción de un único Partido Socialista.
Buenos Aires, Octubre de 1989.
Taller nro. 1:
DEMOCRACIA Y SOCIALISMO
La democracia como valor universal
La democracia es hoy un valor reconocido universalmente, cuyo concepto se ha profundizado con el devenir histórico.
En la historia, la democracia liberal individualista de las instituciones republicanas se identifica con las ideas de libertad civil y política, a través de los postulados reconocidos en la famosa "Declaración de Derechos del Hombre y del Ciudadano".
La democracia como proyecto político reaparece con la Revolución Francesa reconociendo al pueblo como titular de la soberanía popular, de un pueblo de ciudadanos. Libertad individual y limitación del poder estatal fueron los preceptos de la burguesía liberal; sin embargo no siempre constituyeron la expresión de una tendencia democrática. El liberalismo precedió cronológicamente a la democracia, el Estado liberal fue el presupuesto histórico del Estado democrático.
Desde el punto de vista jurídico y hasta filosófico aquellos acontecimientos significaron un paso gigantesco, significaron una verdadera revolución.
La idea democrática —gobierno del pueblo por el pueblo mismo— incluía una consecuencia más ambiciosa que la idea liberal: no sólo la liberación del hombre respecto a la arbitrariedad gubernamental sino la apropiación por el pueblo del mismo poder político.
Desde el punto de vista económico-social nada pasó. Reemplazar el esclavo por el proletario y al amo por el patrón muy poco significa. Antes el hombre era esclavo del hombre a través del hombre mismo; luego fue esclavo del hombre a través de la tierra, ahora es esclavo del hombre a través del capital en sus múltiples formas. Esclavo, siervo, proletario.
En una sociedad no igualitaria, estructurada de modo completamente jerárquico, el pueblo de los ciudadanos coincidía con los estamentos a quienes se confiaba —por medio del sufragio— la formación de la voluntad política. Es así que la base social de la democracia quedaba reducida a los hombres propietarios, estando excluidos del derecho al voto de igual modo también las clases desposeídas, los trabajadores como las mujeres.
El pueblo soberano, impedido de gobernar por su número directamente, ejerce la soberanía por representación. Este dispositivo se convierte en la pieza fundamental del diseño liberal de la democracia.
Así el mecanismo de la representación política no es un mecanismo que lleve las exigencias del pueblo hasta las instancias supremas de decisión.
Todos los principios del humanismo jurídico y político, edificados desde el siglo XVI y que consagra la Revolución Francesa, se desplomaron en los comienzos del siglo XIX ante una realidad del tipo económico y social, generada por el industrialismo.
El capitalismo naciente compraba al hombre como trabajo-mercancía en el mercado del trabajo y a tanto más bajo precio cuanto mayores fueran las necesidades.
Se fue poniendo así de relieve la disparidad existente entre la "noble estatura" del ciudadano y la situación del hombre concreto, esclavo de sus condicionantes socioeconómicos. Aparece en escena lo que se ha dado en llamar el "hombre situado", definido no por su esencia o por parentesco con un tipo ideal —el ciudadano— sino por las particularidades que debe a la situación contingente en que está inmerso.
Aquella concepción de la armonía de los intereses y de la justa distribución que derivaría espontáneamente del orden económico natural así creado, abiertamente contradicha por la efectiva realidad de los hechos, comienza a ser criticada en sus fundamentos por los pensadores de la época.
Los socialistas "utópicos" ya advirtieron el terrible contraste entre el paraíso por el reinado de la razón y la miserable realidad en la que estaban sumergidas las clases trabajadoras. Ellos fueron —ante todo— reformadores morales que cuestionaron la explotación humana e impulsaron, en románticas teorías, sociedades más justas.
Carlos Marx va a ser el genial sistematizador de las nuevas ideas —fundamentalmente—va a ser el encargado de la exposición, ya "científica", del nuevo socialismo con método propio para avanzar en el camino de la redención humana.
Aquel reconocimiento de la existencia del hombre situado, de la cualidad concreta del ciudadano, integró el concepto de democracia política con el de democracia social. Pero una democracia no define su carácter social con sólo consagrar los derechos sociales en la constitución, sino que se acerca a él cuando, modificando la estructura de los órganos del Estado, institucionaliza y articula sus órganos representativos, con la participación efectiva en las decisiones de los nuevos actores sociales y políticos.
Socialismo y democracia
El socialismo aspira a superar la concepción de democracia que nos legara la Revolución Francesa, y para ello plantea la necesidad de recrear la dignidad humana —y la libertad— que es su condición de existencia. En este sentido, el socialismo aparece como una prolongación del impulso democrático, que sin apartarse del problema político pone su atención fundamental en la cuestión económica y social. Porque la verdadera democracia sólo es realizable en una sociedad en la que la libertad esté garantizada sobre la base firme de la igualdad social.
Los pueblos saben que no habrá democracia auténtica mientras no exista la igualdad social —igualdad de condiciones y oportunidades—, y así, ellos buscan manifestarse permanentemente en formas de cambio y renovación de la estructura social.
El socialismo empalma con el concepto tradicional de democracia como gobierno del pueblo. No rechaza el concepto formal de su valor de representación política, pero lo estima insuficiente.
La democracia no es tan solo un método, sino una "manera de vivir" colectiva que parte de la igualdad y la libertad intrínseca de todos los hombres. Postulado Inicial es que la libertad y consiguiente igualdad son consustanciales con lo humano. La humanización de las relaciones sociales —realización de la libertad— es el contenido de la democracia.
El corolario político social de esta concepción de lo humano como libertad es que el ser humano sólo es libre si participa de las decisiones que le concierne.
Nadie puede decidir por nosotros en nuestro nombre: la libertad no se delega. El principio democrático de identidad de gobernados y gobernantes, así como el de participación que le sigue, provienen de esta concepción del hombre como libertad.
El socialismo coincide con el despliegue y profundización de la democracia, sin que quepa establecer a partir de la contradicción del desarrollo de las fuerzas productivas —relaciones capitalistas de producción— una estrategia única y objetiva de superación del sistema. El socialismo se revela no como un proceso objetivo y necesario implícito en la misma dialéctica del desarrollo del capitalismo, sino como una posibilidad que da sentido a la lucha de aquellos que conciben al hombre como libertad y en consecuencia no están dispuestos a tolerar como insuperables las más variadas formas de opresión.
La libertad y la dignidad del hombre y del ciudadano son principios democráticos que el socialismo debe defender, pero tal defensa no puede extenderse a los demás aspectos de la democracia burguesa fundadora y sostenedora del Estado capitalista y de la sociedad capitalista contemporáneos. El socialismo no tiene interés alguno en el solo mantenimiento del orden jurídico económico característico de las democracias que asentaron su derecho civil sobre el absolutismo individualista de la propiedad.
Profundizar la democracia tiene como objetivo ampliar el concepto de democracia como un método de representación para concebirlo como un proceso de acercamiento progresivo al ideal democrático del poder del pueblo.
En este sentido equivale al concepto de democratización, con el cual podemos definir al socialismo como la democratización de la sociedad y el Estado.
No hay socialismo concebible que no parta de la crítica de la sociedad capitalista y de sus estructuras de poder. Para el liberalismo, la democracia se reduce a unas pocas reglas de juego, y en consecuencia sólo cabe que se hable de democracia si esas reglas se respetan y de falta de democracia si no se respetan, pero en ningún caso tendría sentido hablar de más o menos democracia, para los socialistas que no nos conformamos con su determinación formal la democracia comienza a adquirir contenido real con la participación del mayor número de hombres y mujeres en la totalidad de las decisiones sociales. En este sentido la fuerza socialista debe tener por eje fundamental esa libre, real y creadora participación. Lo decimos porque tenemos confianza en la sociedad y porque sabemos que "el individuo carece de control sobre el vasto mecanismo de la política moderna no porque el Estado es demasiado grande sino porque no se le da la oportunidad de aprender los rudimentos del autogobierno en unidades más pequeñas", y es justamente en estos espacios donde deberían comenzar a elaborarse las solidaridades más permanentes con que se teje la trama del socialismo.
Para los socialistas el alcance de la democracia no atañe sólo a instituciones estatales o al conjunto de las instituciones sociales, sino que la concebimos como una "forma de vida", como la forma de convivencia propia de los hombres libres y en consecuencia, la consideramos aplicable a todas las esferas sociales, públicas y privadas.
Frente a un concepto de democracia reducido o limitado exclusivamente al ámbito gubernamental, el concepto de democracia que entendemos los socialistas intenta abarcar a toda la sociedad. Socialismo es justamente democratización. Desde la democratización de la sociedad democratizar el aparato estatal y desde la democratización del Estado democratizar la sociedad: he aquí la dialéctica que concibe el socialismo como proceso de democratización.
El socialismo no pretende en un acto único instaurar una sociedad final, inmutable, no susceptible de cambiar, de reformarse o evolucionar, sino que trabaja comprometido con la autodeterminación democrática del pueblo y de cada generación para fijar sus propias metas de avance social.
En Argentina: fundir la lucha democrática que se abre hacia el socialismo y la lucha socialista que afianza la democracia.
En forma lenta se abre paso, en la conciencia de nuestro pueblo, la dimensión exacta de la profundidad de nuestra crisis nacional.
Nuestra crisis está determinada por el agotamiento, que los socialistas consideramos irreversible del modelo económico impuesto al país en las postrimerías del siglo pasado. Este modelo cuyos valores morales, sociales y económicos no comparte el socialismo —que surgió y se organizó contra su esencia— organizó el trabajo y la producción en el país determinando su crecimiento material v motivando en su devenir las realidades más próximas en el tiempo. Este proyecto de la década del '90 se apoyó en lo institucional, en la democracia política de la Constitución de 1853 elaborado sobre el supuesto de la igualdad formal de todos los ciudadanos, operando en una realidad profundamente desigualitaria, contra la cual se produjera la frustrada revolución del '90. La vida política argentina se desenvuelve en este tiempo en la dualidad de la solemne afirmación del orden jurídico constitucional, por un lado y la sistemática violación de sus principios por el fraude.
El voto universal, secreto y obligatorio dictado por Sáenz Peña en ley termina con el gobierno de las minorías y da inicio a los gobiernos populares. A partir de allí los sectores de privilegio accederían al poder a través de los golpes de Estado que se inauguran en el '30 con el dado a Hipólito Yrigoyen hasta el golpe que posibilitó el advenimiento de la última dictadura sufrida a partir de 1976.
Cada golpe de Estado en nuestro país se produjo como reacción ante el avance de los sectores populares que con su organización van logrando respuestas a sus reivindicaciones de orden económico social. Es cuando los sectores del privilegio apuntalan la instalación de regímenes dictatoriales para imponer a su amparo modelos económicos que le permitan recuperar su participación en la renta nacional. Esta es la naturaleza de los golpes de Estado en nuestro país. Cada ruptura institucional producida desde 1930 hasta 1976, ha significado un retroceso cada más profundo para nuestro país y para la vida de los argentinos.
Durante el último régimen se exterioriza dramáticamente el agotamiento de este proceso al aflorar la primacía de la actividad usuaria y especulativa sobre el trabajo y la producción. Concluida la dictadura ni el capital ni los hombres volvieron, los unos por un motivo, los otros por otro se siguen yendo, y este flujo se revertirá mientras no se reformule la realidad.
La duración de la crisis económica ha transformado a ésta en una realidad polifacética, compleja, que afecta la legitimidad y la representatividad de las instituciones políticas de la república que afecta su integración, la identidad nacional y también la moralidad pública.
La crisis de legitimidad y de representatividad de las instituciones se expresa en el divorcio creciente existente en nuestro país entre el consenso político y el consenso social, que es en otras palabras la diferencia existente entre lo que el pueblo votó mayoritariamente en1983 y lo que hizo ese gobierno en materia económica y social. Hoy ese divorcio se expresa nuevamente entre lo que el pueblo votó mayoritariamente el 14 de mayo último y lo que se está haciendo y proponiendo en materia económica y social.
Ciertamente, los argentinos nos hallamos hoy ante una coyuntura signada por la dependencia, la deuda externa, la falta de inversiones, la distribución regresiva del ingreso, el deterioro de los términos del intercambio y una profunda crisis fiscal del Estado. Pero éstos son sólo los síntomas de muchas más, son los síntomas de la crisis del modelo capitalista y de las estructuras, las imágenes y el tipo de actores que le son propios.
La ausencia de arraigadas tradiciones democráticas, los continuos ensayos por alcanzar una representación funcional de intereses y la escasa relevancia al ámbito parlamentario como lugar para dirimir las grandes cuestiones nacionales, entre otras cosas, conspiran contra el afianzamiento de una genuina democracia representativa.
Por otro lado, la sombra ominosa de un irredentismo militar que no pierde oportunidad de salir a luz para reivindicar su expoliación y sus crímenes; leyes como las llamadas de Punto Final y Obediencia Debida y el actual proyecto tendiente a liberar conocidos genocidas condenados por la justicia ordinaria violan palmariamente el idioma de la democracia.
La intensa prédica actual en favor de las privatizaciones y del retorno al libre juego del mercado ilustra otro aspecto de nuestra realidad, en la que los grupos transnacionales y sus socios, los regentes del privilegio argentino, presionan salvajemente sobre los gobernantes de turno con el fin de que el Estado intervenga restringiendo los alcances de la legislación social, para controlar la acción de los sindicatos y, en general para impedir todo movimiento de resistencia popular.
En éste, nuestro contexto, "la crisis consiste justamente en que lo viejo muere y lo nuevo no puede nacer, en este terreno se verifican los hechos morbosos más tremendos".
En esta etapa constitucional que iniciamos es necesario hacer más fuerte nuestras instituciones y crear nuevos ámbitos para la coincidencia nacional y para arribar a un acuerdo de mínima entre los diversos sectores políticos y sociales para garantizar una estrategia y que nos permita salir de la profunda crisis que vivimos para generar la confianza y certeza a cada argentino.
La crisis Argentina no puede ser superada por un solo partido. La coincidencia es necesaria para otorgar la credibilidad en el mismo por parte del pueblo.
Basado en el principio mayoritario, un gobierno democrático puede contar con el consenso político que se expresa cada 4 ó 6 años en las urnas, pero funcionará tanto mejor cuando más amplia y unida sea la mayoría que acepte su política de distribución de oportunidades y sacrificios.
Cuando el consenso social se reduce y no coincide con el consenso político, se genera un obstáculo para el afianzamiento y la estabilidad de la democracia.
Es necesario otorgar a las expresiones populares, sociales y regionales una participación en la gestión y control del Estado. La participación democrática es la forma de garantizar el correcto funcionamiento de una maquinaria estatal cada vez más voluminosa y burocrática.
Los socialistas nos definimos por la defensa y consolidación de la democracia que vivimos. Algunos se avergüenzan y retacean decir que estamos en la defensa de la democracia frente a quienes sostienen que la nuestra es una democracia dependiente, formal y no real, política y no social.
Nosotros sostenemos que nuestra democracia es la democracia que existe, aquí y ahora, y que luchamos para que esta democracia tenga cada vez más contenido social, pero partiendo de la que tenemos, no negándola. Esta democracia es el comienzo de la otra, es un paso ineludible para su construcción y por ello han luchado los trabajadores, la juventud y el pueblo todo. Porque la democracia que tenemos es una conquista del pueblo, no es un regalo del imperialismo.
Sostener que esta democracia es formal y que por ser tal no tiene valor o significado, resulta una posición indefendible a esta altura de la experiencia histórica argentina. Porque cuando la democracia formal deja de existir, la dependencia no es sólo dominación económica y sujeción social de la mayoría, sino que a ello se agrega el autoritarismo y la dictadura con el consiguiente sello de violación de los derechos más elementales del hombre.
La alternativa que luchamos por crear todos los días no es la alternativa del gobierno socialista ideal, sino que es la alternativa de cambio posible, acorde a la realidad argentina de 1989. Porque para nosotros, el socialismo no es un "estado" que debe implantarse, un esquema "ideal" preexistente al que debe sujetarse la realidad sino un movimiento real que supera el estado actual de cosas.
La problemática de la democracia y el socialismo involucra dos cuestiones que es necesario definir: el de las formas o modos de transición, esto es la vía democrática al socialismo y el ineludible contenido democrático de la sociedad socialista.
El socialismo repudia la violencia considerada como forma absolutamente negativa e ineficaz para superar la crisis y avanzar hacia adelante, el cambio sólo puede darse en nuestro país por consenso. Resulta irreal en Argentina 1989 pensar en algún cambio positivo que no cuente con la adhesión y el consenso democráticamente expresado de las mayorías nacionales.
El socialismo como proyecto de independencia nacional, de liberación de todos los oprimidos y de querer aspirar a una sociedad mejor, no tiene un modelo político único y excluyente, pero reconoce que la democracia es un valor y un principio histórico irrenunciable.
El socialismo es democracia social en cuanto impulsa en el plano de las relaciones sociales, la instancia igualitaria pero también es la democracia política más desarrollada y más directa en cuanto estimula la progresiva autodirección organizada y social.
El socialismo contiene, desarrollo y profundiza y hace evolucionar la democracia más allá de sus límites jurídicos-formales. La clave para avanzar no es no considerar a la democracia política como un estorbo para el eficiente funcionamiento del Estado y para las progresivas transformaciones sociales.
El socialismo ha de ser el perfeccionamiento de la democracia y, por ello, demostrará que es un proyecto positivo de integración, refuerzo y expansión de la realización de la persona. Porque el socialismo basado en el consenso y en el pluralismo político no será nunca un socialismo impuesto, que se tambaleará sobre sus cimientos, sino que será un socialismo construido por la voluntad de las mayorías que articularán la austeridad con la solidaridad.
El socialismo sólo podrá afirmarse si muestra que es capaz de obtener el consenso de los trabajadores y de la juventud como de los demás sectores de la vida nacional y no de una parte restringida de la sociedad, constituida, como se afirma, por la "vanguardia consiente y organizada" que por el interés del pueblo reemplaza al pueblo.
La realidad política del socialismo surge así como potencialización de la soberanía popular y se vincula a la batalla democrática actual. Si todos los hombres participan realmente en la gestión del Estado, la dependencia y la explotación ya no podrán existir.
No sólo debemos librar la batalla en defensa de las instituciones democráticas sino que conjuntamente debemos dar una batalla ofensiva que ampliando la democracia representativa en formas participativas y proyectando reformas sociales, iniciar el proceso general de transformación del Estado y la Sociedad.
TALLER Nº 2:
"Vigencia del pensamiento y acción de los socialistas acerca de la juventud".
INTRODUCCION
Desde sus orígenes, el Partido Socialista, tuvo una estrecha relación con la juventud. Las viejas ideas del socialismo europeo, introducidas en nuestro país por la inmigración, eran adaptadas a la realidad y a nuestro tiempo por Juan B. Justo. De esta forma aparecería en la escena política nacional, un partido nuevo, con proyectos serios y responsables, con ética y sobre todo con la definida decisión de desarrollarse en la clase trabajadora.
Es así entonces como muchos jóvenes, influenciados por las viejas ideas, y convencidos de lo nuevo, empiezan a conformar el fuerte Partido Socialista, que brindara tanta legislación y tantos estudios realizados en favor del pueblo y más específicamente de los trabajadores.
El joven Alfredo Palacios se convierte en el primer diputado socialista de América Latina a los 23 años de edad, con el voto de los jóvenes obreros del barrio de la Boca. El movimiento de la Reforma Universitaria encontró en él un propulsor consecuente en su amplia acción universitaria, decía Palacios: "Si los jóvenes logran que la Universidad se convierta en un órgano viviente, en una conciencia humana, donde el saber se trueque en verdad y justicia, habrán forjado el cimiento de una nueva era americana que ilumine con nuevos resplandores y vívidas esperanzas la cultura del mundo"
Ingenieros murió muy joven, pero sus 48 años de vida fueron ejemplares de actividad. Joven fue Carolina Muzzilli, convencida de su verdad, no respetó fronteras para expresar sus ideas de sentimiento de justicia. De origen muy humilde, educada por su propia iniciativa, entre las exigencias y estrecheces de la vida obrera, supo desde muy joven destacarse en el movimiento socialista. Fue de una actividad poco común. Repartía el tiempo entre el estudio, la inspección de fábricas, velando siempre por el cumplimiento de las leyes obreras. Su vida se consumió a los 28 años.
El socialismo viene predicando desde su fundación la necesidad de crear una nueva sociedad, y la veracidad de estos planteos se ven hoy en la más cruda realidad. Cuando la juventud no tiene lugar en un modelo social, es porque ese modelo no tiene perspectivas, no tiene futuro, es un modelo agotado. Y ese modelo agotado sólo puede ser reemplazado por una sociedad basada en la solidaridad que llegará bajo formas socialistas. Es por este motivo que la militancia política pasa a ser una militancia mucho más amplia, porque como jóvenes debemos afrontar este sistema consumista que degrada y corrompe, que día a día margina a mayor cantidad de jóvenes a la delincuencia, a la drogadicción, a la frustración.
Hoy, más que nunca, siguen vigentes las palabras de Juan B. Justo, cuando en su libro "Teoría y práctica de la historia" nos recordaba: "Para llegar a la verdad histórica preciso es querer descubrirla en toda su desnudez, militar del lado donde no hay privilegios que disimular ni defender. Para comprender la historia hay que hacerla, defendiendo al pueblo con inteligencia y con amor. La verdad así descubierta nace con enorme fuerza expansiva."
Son muchos los hombres que nos dejaron su ejemplo de vida y conducta, para continuar una obra que el socialismo impulsó con decisión: formar una nueva juventud comprometida con su pueblo y su patria, para desarrollar una nueva nación.
Los nombres de Mario Bravo, Alfredo Palacios, Enrique del Valle Iberlucea, y el gran maestro de la juventud José Ingenieros, entre otros, deberán encender en nosotros por siempre la necesidad de comprometer nuestra acción en favor de lo que estos hombres legaron para las nuevas generaciones.
Análisis de la situación juvenil
En primer lugar debe dejarse aclaradas las limitaciones que el término "juventud" conlleva. La juventud como concepto es una categoría heterogénea y difícilmente definible; sólo podríamos considerarla un segmento cronológico que abarca, en cada individuo, desde la salida de la infancia hacia la madurez plena. Así la juventud como conjunto sería la suma de los individuos que presentan esa característica común.
Por ello se evidencia que este conjunto si bien comparte algunas características estrechamente relacionadas con su edad, difiere sustancialmente a poco que se analice sus condiciones y perspectivas desde el punto de vista económico y social. Resulta entonces claro que las personas que el término "juventud" abarca, poseen una relación mucho más directa con el grupo social al que pertenecen.
De todas maneras, existen algunas características y problemas en común que hacen posible una generalización, si bien no deben pasarse por alto las consideraciones anteriores.
La juventud es objeto de particular atención dentro del sistema capitalista; las características biológicas y cronológicas hacen de este "segmento" un engranaje fundamental para la preservación del sistema, tanto que constituye el ineludible núcleo futuro.
El joven se ha constituido en el sujeto de consumo por excelencia dentro del capitalismo moderno. Esto es claramente perceptible, por cuanto una gran cantidad de los productos de consumo masivos le están dirigidos particularmente. Los medios de comunicación son el instrumento mediante el cual se introduce al joven dentro del esquema consumista; estos medios y sus mensajes definen al "joven" según las necesidades del sistema, dotándolo de ciertas características comunes que realmente no posee, estereotipando los atributos juveniles y haciendo parecer como homogéneo lo que en realidad es heterogéneo.
En verdad, la meta perseguida no es únicamente el beneficio económico que el consumo juvenil produce sino, y fundamentalmente, la introducción del joven dentro del esquema consumista. Esta inserción no es más que otra etapa en el proceso de ajuste a que se ve sometida la persona desde su mismo nacimiento, a fin de adaptarse plenamente al sistema capitalista vigente.
Nosotros llevamos la marca de este tiempo, pero sin insertarnos en él no tendremos posibilidad de modificar nuestra realidad. Esa es la razón de nuestra participación, no para afianzar lo viejo, sino para hacer un nuevo país.
Debemos crear y realizar una nueva realidad que sintetice los aciertos y evite los errores de los viejos esquemas. Hay que reemplazar a la actual sociedad, basada en la competencia, para dar lugar a una organización más justa.
Creemos, que la participación deberá dársele como objetivo fundamental la transformación de la sociedad; los esfuerzos de la juventud encontrarán en la profundizaron de esta participación un instrumento adecuado para lograr el cambio necesario en las organizaciones que la sociedad genera, para la solución de sus distintos problemas laborales, sociales, económicos, barriales, etc.
Los socialistas, no debemos caer en la trampa que el mismo sistema nos tiende; la participación por la participación misma carece de sentido si no es para dotar a las organizaciones populares de los contenidos que expresen los genuinos intereses del pueblo.
Como jóvenes, comprometidos con el sistema democrático, debemos impulsar la participación en todas las instituciones que la democracia nos brinda, para afianzarla y profundizarla.
La misma dinámica social genera nuevas necesidades y plantea nuevos problemas, para cuya solución surgirán nuevas formas de participación en las cuales los jóvenes socialistas debemos estar presentes para desarrollar nuestro accionar militante.
Las frustraciones de los jóvenes marginados y automarginados (generados por el mismo sistema), deberán encontrar en la propuesta del socialismo nuevos canales de participación para modificar su propia realidad.
Conclusiones finales
Es una necesidad insoslayable priorizar la unidad de criterios de todos los jóvenes socialistas en los distintos ámbitos en que se desarrolla nuestra militancia cotidiana; esto nos permitirá golpear en la conciencia de la gente expresando la necesidad de formar una sociedad crítica y autocrítica, que permita concretar cambios reales en las relaciones sociales y económicas.
Es voluntad de todos los jóvenes de la Unidad Socialista, fortalecer la militancia tendiente a la concreción futura de un Partido Socialista único como herramienta válida.
Es por este motivo que debemos alzar las miradas, intentar comprender y conocer no sólo la realidad argentina, sino los procesos sociales, económicos y políticos que se van desarrollando en Latinoamérica, en el Tercer Mundo. Debemos saber insertar la fuerza de nuestro país en ese gran proceso de la humanidad, insertar la fuerza del socialismo junto a todos los pueblos que luchan por su liberación. Debemos saber armonizar y sumar todas las voluntades de cambio en contra de todas las fuerzas negativas retardatarias. En el ámbito que estemos debemos generar la perspectiva fundacional de un nuevo futuro.
Sólo así estaremos a la altura de nuestra responsabilidad como jóvenes, de darle a nuestra patria la posibilidad de futuro y continuar con los anhelos de aquellos hombres que, dentro y fuera del socialismo, supieron orientar sus ideales hacia el faro de la libertad, la justicia social y la solidaridad.
TALLER N9 3
LA ALTERNATIVA SOCIALISTA
Las difíciles circunstancias que vive nuestro país, exigen de todos nosotros la madurez y responsabilidad para afianzar el sistema democrático.
Un gobierno radical ha finalizado y un gobierno justicialista comienza, y más de cinco años de vigencia del sistema democrático han demostrado que ni uno en la Nación, ni el otro en las provincias, fueron capaces de dar respuestas mínimas a las exigencias que la grave crisis del país planteaba.
La continuidad democrática posibilitó la llegada del justicialismo al gobierno fundada en la esperanza de cambio de varios sectores de nuestra sociedad. Pero es hoy evidente que en el país está en marcha un proyecto neoconservador, proyecto antipopular, conservador en lo económico, en lo financiero, en lo social y en lo político, partidario de una economía orientada fundamentalmente hacia el exterior, con el fin de incrementar las exportaciones a cualquier precio, para lograr más recursos de pagos para la deuda externa, contrayendo a la vez el consumo interno y manteniendo los salarios en los niveles más bajos de la historia.
Este proyecto es la manifestación más clara de la crisis de legitimidad, que es una faceta de la crisis global, del divorcio ente el consenso político y el consenso social. Representan políticamente a la mayoría de la población; pero la población cada vez cree menos en ellos.
Asimismo asistimos también a una ofensiva ideológica de los grupos de privilegio para privatizar el estado, atacando, supuestamente, la ineficacia y la burocracia que estos mismos grupos han implantado durante su administración estatal, que tan buenos servicios les prestara.
Como correlato de esta política económica, la ofensiva ideológica se manifiesta también en el plano social, en la necesidad de la "pacificación" a través del indulto como continuidad de las leyes de punto final y obediencia debida.
En la Argentina de hoy, con los trabajadores sin trabajo, los que teniéndolo no tienen posibilidades de alcanzar con sus ingresos una vida digna para ellos y su familia, los jubilados en la miseria, la juventud privada del futuro, y el pueblo argentino sumido en una cada vez mayor incertidumbre y desesperanza, se hace necesario dar una respuesta.
Por eso el socialismo debe y tiene que ser alternativa, porque es el momento de jerarquizar el interés del pueblo por sobre nuestros existentes sectarismos. En este contexto, los jóvenes hemos heredado un pasado rico en experiencias, pero también rico en desencuentros; sin embargo, libres nuestros pensamientos de las cargas negativas de esa herencia, vamos transitando el camino de la Unidad hacia la constitución de un único, vigoroso y gran PARTIDO SOCIALISTA.
Debemos plantearnos y asumir desde ya la tarea de construir un "Polo Socialista" capaz de ser el necesario impulsor de las reivindicaciones populares, tarea indispensable en la "Unidad Para Avanzar" tendiente a conformarse en un bloque alternativo capaz de disputar la hegemonía a los grupos de privilegio.
Las juventudes presentes en este Seminario nos comprometemos a seguir afianzando la UNIDAD SOCIALISTA a fin de concretar el único partido que sea la herramienta válida para las transformaciones reales de esta negativa realidad, para la profundización de la Democracia hacia la construcción del socialismo.