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No retroceder

En los últimos días de 1974 y en estos primeros de 1975, la mayoría de las familias argentinas tuvieron un tema central de conversaciones: el aumento de los precios en toda una serie de elementos de consumo popular y su falta en los lugares de compra.

La inmensa mayoría de mujeres y hombres que trabajan en nuestra patria no han concurrido nunca a un curso sobre economía y, muchas veces, no logran comprender las explicaciones que con términos difíciles emplean los responsables de justificar determinadas situaciones.

Pero el hecho diario de resolver los problemas inherentes a la educación de sus hijos, al cuidado de la salud de todos los miembros de la familia, a resolverlos problemas de vivienda, a la convivencia con sus compañeros de la fábrica o de la oficina, es decir, la vida real, determina que estas mujeres y estos hombres argentinos que no conocen la terminología económica, observen preocupados la realidad argentina al comenzar 1975.

El Partido Socialista Popular, en reiteradas oportunidades, ha manifestado la necesidad de resolver los problemas argentinos con soluciones argentinas. Esto significa pensar con cabeza propia, valorando la experiencia de nuestro pueblo, los aciertos y desaciertos cometidos en el camino recorrido y abordando las soluciones para nuestra propia realidad, sin importar recetas o esquemas ajenos a ella.

Así, cuando suben los precios, cuando hay desabastecimiento en los productos de consumo popular y simultáneamente se comienza a plantear la necesidad de la inversión de capitales extranjeros, fundamentalmente norteamericanos; cuando la Sociedad Rural y otros grupos oligárquicos minoritarios arrecian con sus exigencias y con sus críticas, se desarrolla en el pueblo, que ya ha vivido situaciones similares, una sensación de incertidumbre y preocupación frente al futuro inmediato.

Ello acontece porque el pueblo no olvida que cada vez que en nuestra realidad nacional se complica la situación económica, se registra un enfrentamiento entre los integrantes de las mayorías nacionales, se produce una debilidad en el diálogo entre los partidos políticos representativos del quehacer nacional o se asiste al incremento de irracionales actos terroristas, se crean las condiciones para que en el escenario nacional comience un ataque coordinado y sistemático de los monopolios extranjeros y de la oligarquía.

Las mayorías nacionales, a la luz de sus experiencias, a la luz de sus luchas, de sus aciertos y de sus fracasos, van haciendo suya la idea de que cuando se deja hablar y actuar con plena libertad a estos auténticos vendedores de la independencia de la patria, se termina inexorablemente burlando la voluntad soberana del pueblo y aumentando desmedidamente su expoliación.

Las mayorías populares de Argentina han transitado ya por esos difíciles momentos. Han experimentado en 1930, en 1955 y en 1966, en carne propia, el significado concreto que tiene el avance desmedido y total del imperialismo y la oligarquía en nuestra patria.

Por ello, cuando a través de su lucha incesante lograron crear las condiciones satisfactorias para que la dictadura mercenaria derrotada tuviera que convocar a elecciones, cuando después de largos años de resistencia y de mártires caídos lograron imponer él acatamiento a la voluntad soberana, concurrieron los millones de argentinos con un profundo espíritu patriótico a depositar su voto para el cumplimiento de una alternativa antioligárquica y antimonopólica.

Hoy que la situación tiende a complicarse, que aparecen nubarrones en el cielo, el gobierno no debe dudar. A través de su accionar debe jerarquizar el cumplimiento de las reivindicaciones de las mayorías nacionales. Estas constituyen la genuina, única y valedera expresión de apoyo y sostén de este gobierno y de las instituciones que representa.

Se debe consolidar un accionar tendiente a garantizar para el niño argentino posibilidades plenas de educación y el cuidado de su salud a cargo del Estado.

Se debe posibilitar mayores condiciones de participación en el proceso nacional a la mujer argentina, porque ello representa el aumento de las fuerzas de la nación en contra de sus enemigos.

Se debe garantizar a la familia argentina condiciones de estabilidad y vida decorosa; se debe garantizar al obrero argentino un sueldo digno y la vigencia plena de una legislación social que lo proteja.

Se debe posibilitar al empresario argentino del campo y la ciudad, el desarrollo de sus actividades económicas y la seguridad de su existencia como tal.

Esto es lo que debe jerarquizarse en 1975, porque contra estos objetivos no está ningún argentino. Ellos representan, a no dudarlo, la posibilidad de la auténtica unidad nacional: son los anhelos más preciados de millones de argentinos, y sobre la base de ellos hay que construir, en la realidad, la unidad monolítica de las mayorías nacionales.

Los monopolios extranjeros y la oligarquía nativa aliada con ellos, van a boicotear, en forma sistemática el cumplimiento de estos objetivos, porque la unidad de nuestro pueblo en lucha por la consolidación de su bienestar, de su libertad y de su independencia, es la tumba definitiva para sus planes.

Por ello se impone no retroceder.

Hay que defender en la fábrica, en el surco, en el aula, en el barrio, cada una de las conquistas obtenidas por el pueblo desde el ascenso de este gobierno que es expresión de su voluntad.

Hay que defender con la movilización y organización a la Ley de Contratos de Trabajo, contra la cual se lanzan las acusaciones más aberrantes por parte de los monopolios y la oligarquía.

Hay que defender el salario real, que es aquel que permite vivir con decoro a una honesta familia trabajadora argentina.

Hay que defender la necesidad de una política crediticia e impositiva que favorezca el desarrollo de la pequeña y mediana empresa nacional del campo y la ciudad.

Hay que defender y profundizar los logros alcanzados en materia de salud, de educación y de seguridad social.

Hay que garantizar que los trabajadores argentinos, a cuya organización está indisolublemente ligado el avance de la Nación, vigilen el ausentismo y el desabastecimiento para que dejen de ser utilizados, de una vez por todas, como armas por los enemigos de la patria.

Hay que defender el sistema institucional argentino porque él representa la única posibilidad de convivencia y avance hacia la liberación nacional.

Ningún argentino debe dejarse engañar por los cantos de sirena del imperialismo, ni dejarse llevar por los caminos sin salida que para el país ofrecen los que no comprenden la realidad nacional. En Argentina, como ya lo dijera en forma reiterada el P.S.P., la opción es una: o se está con el país o se está con el imperialismo y la oligarquía.

Es necesario entender que estar con el país significa comprenderlo con sus grandezas y virtudes, así como con sus debilidades y sus imperfecciones, que son producto de su propia realidad.

Por eso es fundamental defender sus instituciones que hoy están representadas en este gobierno que es expresión de la voluntad popular; defender la participación popular a todo nivel, defender al pueblo como único dueño del destino de nuestra patria, porque ello significa la posibilidad concreta de avanzar con más rapidez y menor dolor hacia la liberación nacional.

Frente a esta realidad que se nos aparece por momentos sumamente débil, pero que es un día que todavía tiene sol, está la noche negra, sin luz y sin perspectivas para las mayorías nacionales que nos ofrecen y buscan el imperialismo y la oligarquía, y aquellos que en su desprecio a la soberanía popular coinciden con ellos.

Los integrantes del P.S.P., a lo largo y a lo ancho del país se comprometen, una vez más, a luchar por la causa de la nación y a trabajar para cercenar definitivamente los intereses económicos de los monopolios y la oligarquía, y garantizar en plenitud el bienestar de la mujer y el hombre argentino.

 

Editorial "La Vanguardia", Febrero de 1975

 


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