En los últimos quince días se ha desarrollado la confusión entre las mujeres y los hombres que en Argentina gustan analizar la realidad política nacional. Ayuda a esta situación el debilitamiento del poder político cuyo accionar parecería limitarse —para quien mira desde afuera de la Casa Rosada —a interminables negociaciones entre fracciones, desprovistas de toda trascendencia para la vida nacional.
La falta de un ritmo político que se vio incrementado con el receso del Parlamento y por la inexistencia del diálogo entre los partidos políticos, es acompañada en materia económica por un indudable avance de los intereses de los monopolios y de la oligarquía terrateniente, que se concretan en la afirmación del Ministro de Economía ante la Comisión de Presupuesto y Hacienda de la Cámara de Diputados: "estimo oportuno actuar con mayor flexibilidad en el tratamiento de los capitales extranjeros".
La política económica denunciada también se concreta en la liberación de precios que se otorga a las empresas multinacionales de la industria automotriz, en el incremento desmedido de los precios de algunos artículos de primera necesidad y en el mantenimiento artificial de un desabastecimiento que introduce la disconformidad en el seno del diario quehacer familiar. A todo esto debe sumarse la significativa ausencia de un anteproyecto de ley agravia que reemplace al que fuera retirado.
Ante este cuadro se plantean políticamente todas las tácticas. El Partido Socialista Popular cree justificada la búsqueda de un camino que estabilice la inestable situación actual. Pero consecuente con su práctica y sus principios estima que para ello existe una condición básica: no salir de la realidad.
En nuestro país existe un proceso institucional gracias a la resistencia de las mayorías nacionales y a su victoria contra la Dictadura mercenaria impuesta a los argentinos en 1966, para servir a los monopolios extranjeros y a su aliada incondicional, la oligarquía terrateniente.
El proceso institucional de Argentina es en consecuencia, una victoria de las mayorías nacionales de concreto contenido antiimperialista y antioligárquico. A través de este proceso se produce en Argentina, bajo la conducción del Tte. Gral. Juan Domingo Perón, una redistribución de la renta nacional en favor de las mujeres y hombres que trabajan en nuestro país; se otorga un incremento en las asignaciones familiares y se sancionan disposiciones que benefician al sector pasivo, como las recientemente anunciadas por la Sra. Presidente. Se prevén y concretan reajustes periódicos de salarios que, si bien es cierto no cubren el deterioro del poder adquisitivo del salario, se diferencian en mucho al congelamiento e indiscutido saqueo que produjeron en los bolsillos de los trabajadores, los mercenarios que asaltaron el poder en 1966.
La planificación económica del gobierno electo por el pueblo no nacionalizó los monopolios extranjeros pero puso concretos límites a sus ganancias, manejando el crédito nacional en beneficio de la pequeña y mediana empresa, sancionando diversas regulaciones de la producción y del mercado que constituyeron vallas eficientes al libre accionar de los monopolios.
Asimismo amplió el comercio exterior con todos los países del mundo. Concretó conquistas sociales como la ley de Contrato de Trabajo, a la cual deben sumarse otras como la licencia horaria a las madres, durante el período de lactancia, otorgado por dos años, en la Provincia de Buenos Aires.
Últimamente se han adoptado medidas como la nacionalización de la comercialización de los hidrocarburos y la argentinización de las compañías Siemens, Standard e Italo, que constituyen concretos pasos que demuestran el sentido antiimperialista y antioligárquico de la naturaleza del gobierno electo por el pueblo. La política internacional sustentada por las actuales autoridades ha reivindicado el derecho a la autodeterminación de los pueblos y a la no intervención.
Por todo esto, entre las mujeres y hombres que integran las mayorías nacionales no se desarrolla la confusión. No hay que confundirse, no hay que dejarse confundir, un Ottalagano en el tejado no cambia ni podrá cambiar la esencia de la naturaleza de un gobierno elegido por el voto popular.
Todo gobierno electo libremente por la voluntad popular posee una indiscutible naturaleza patriótica, porque ha sido elegido conscientemente por la mayoría del pueblo, que es la nota esencial de la patria.
Todo gobierno electo libremente por las mayorías nacionales tiene una naturaleza antiimperialista y antioligárquica porque aunque se pretenda acallarlo y disimularlo, los intereses y las reivindicaciones elementales de las mayorías nacionales son contradictorios con los intereses de los monopolios y la oligarquía.
Por ser cierto esto, los monopolios y la oligarquía, en todo el mundo, jaquean y sabotean la existencia de los gobiernos electos por la voluntad popular. Esto se ve con absoluta claridad en los países del tercer mundo: África, Asia y América Latina, que luchan por su bienestar, libertad e independencia nacional. En estos países, el imperialismo y la oligarquía plantean permanentemente el derrocamiento de los gobiernos electos por la voluntad popular, la clausura de los parlamentos, la ilegalidad de los partidos políticos, las persecuciones a las organizaciones sindicales, gremiales o de cualquier tipo, que estén vinculadas a los intereses populares.
Esta es, en forma indiscutida la línea del imperialismo y de la oligarquía.
En consecuencia, la línea de los antiimperialistas que pisan sobre la tierra es la defensa de los procesos institucionales instaurados por la voluntad soberana del pueblo; es la defensa del funcionamiento del parlamento; es la defensa de los derechos y garantías de los pobladores; es la defensa de las organizaciones sindicales y de toda organización popular.
Como decíamos hace casi diez años, el antiimperialismo no se practica avanzando por cualquier camino y en cualquier dirección; se practica avanzando en el sentido contrario al del imperialismo. En consecuencia, ser antiimperialista en Argentina significa defender la vida institucional, significa no caer en la trampa, subjetiva, abstracta, divorciada de la realidad de querer medir la calidad antiimperialista y antioligárquica del actual gobierno.
Es necesario comprender, con la misma claridad que lo comprende el imperialismo, que todo gobierno que se debe a la voluntad popular tiene una naturaleza intrínseca y esencialmente antiimperialista y antioligárquica. Es necesario, con el mismo empeño y con la misma constancia que emplea el imperialismo en derrocar al gobierno electo por la voluntad popular, defender al gobierno popular.
No existen recetas revolucionarias y antiimperialistas únicas, para aplicar en todas partes y en toda época. Sostener esto es confesar la no comprensión de la contradictoria, compleja pero maravillosa realidad nacional.
Es fácil frente al enfermo grave, frente al enfermo complejo, para el médico haragán, efectuar un pronóstico de muerte que lo aleje de todo trabajo, de todo sacrificio, de todo compromiso. El cumplimiento del deber es otro; es desarrollar en forma constante los elementos, los focos generadores de vida y atrincherar, cercenar y extirpar los focos generadores de muerte. Este es el camino del compromiso, del sacrificio y del cumplimiento del deber.
Abandonar la lucha patriótica en el seno de las mayorías nacionales para conseguir la liberación nacional, es fácil y es sencillo, pero equivale a desentenderse de la vida para incorporarse al bando de la muerte. Es renunciar a la Patria para sumarse al golpismo foráneo y oligárquico.
La tarea de los militantes del Socialismo Popular, con hombres vejados y detenidos arbitrariamente, es persistir en la defensa de las instituciones que son la expresión de la voluntad popular y que constituyen una clara trinchera en la lucha por la liberación nacional.
Que a nadie confunda el gato en el tejado, él no podrá persistir en un gobierno popular; pero la juventud debe tener la certeza que será ministro del próximo equipo mercenario.
Alejemos esa posibilidad luchando en el seno del pueblo por la libertad, por el bienestar y por la independencia nacional. Ellas constituyen ciaras posturas patrióticas antiimperialistas y antioligárquicas por las que aún se debe caer en la Argentina, al servicio inexcusable de las mayorías nacionales.
Editorial "La Vanguardia", Diciembre de 1974