BASTA DE PENSAR EN EL 89. PENSEMOS EN LA NACIÓN
La actual política económica, que privilegia la especulación y la usura por sobre el trabajo y la producción, y las imposiciones del Fondo Monetario Internacional por sobre la satisfacción de las necesidades de nuestro pueblo, impiden dar respuesta positiva a los justos reclamos que a diario se levantan.
En lugar de obtener el consenso de quienes trabajan y producen en el país, el actual equipo económico ha mantenido una pulseada con los trabajadores y productores del agro y de la industria nacional cuya definición clara se ha producido el 6 de septiembre.
Somos todos conscientes en el país de que el rechazo al plan económico supera en mucho la diferencia electoral existente entre las dos primeras minorías.
El fracaso del plan económico no depende de concepciones filosóficas sino que surge con claridad innegable de los números de nuestra economía, que no tiene perspectiva de solución a través de las pautas y de las recetas clásicas de proyectos ya definitivamente fracasados para los países periféricos del mundo.
En consecuencia, es el Gobierno el que tiene la mayor responsabilidad en esta crisis. Pero no se puede pensar por eso que en esta etapa se pueda elegir cualquier metodología de lucha para hacer valer nuestros derechos. No se puede pensar que nuestra conducta no incide en el debilitamiento o el fortalecimiento de las instituciones constitucionales.
Desde 1983 el gobierno comete el error de no ajustar su accionar a la naturaleza de una etapa de transición y los diversos sectores de la sociedad no pueden cometer la misma equivocación porque la suma de errores sólo consigue fortalecer la postura de quienes no creen en la convivencia democrática. El desenlace de 1976 no está tan lejano como para olvidarlo. Allí también el error se sumó al error y las consecuencias las pagaron la juventud y el país. El "nunca más" no puede ser una mera expresión de deseos aislada de la realidad, sino que debe arraigarse en la decisión firme y responsable de no cometer errores que posibiliten y faciliten la catástrofe.
La lucha debe orientarse con una metodología que se ajuste a la realidad política e institucional de 1987. La única alternativa válida es la reformulación de la economía en base a nuestras necesidades, jerarquizando a la mujer, al hombre argentino y a nuestra Nación.
Su viabilidad estará determinada por el consenso de la mayoría de quienes en este país trabajan y producen en la ciudad y en el campo. Para ello es necesaria una planificación de la economía que ha de concretarse a través de prácticas de democracia participativa que convoquen a todos los sectores de la vida nacional para que den su alternativa y asuman su responsabilidad ante la difícil realidad que estamos atravesando.
Busquemos con imaginación las tácticas correctas y las metodologías apropiadas a una etapa de difícil transición hacia la democracia. No nos equivoquemos, porque la realidad cobra con creces cada equivocación.
Tengamos memoria, no ayudemos al debilitamiento del orden institucional porque "en la derrota del gobierno democráticamente elegido, sólo existirá futuro para el dolor de los argentinos y la apetencia de los mercenarios".
Debilitar las instituciones de la democracia de 1987 no es ninguna proeza, la proeza para los que piensan en el país será fortalecerlas.
Esta realidad hay que asumirla entre todos. Habrá a quienes no les interesa el afianzamiento de la democracia porque en democracia desaparecen, pero ése no es el sentir de las mayorías nacionales que quieren vivir en democracia y libertad.
La única forma de consolidar la democracia es a través del consenso libremente expresado por las mayorías. Hay que dejar de pensar en el '89 para pensar en la Nación.