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Respetar la Soberanía Popular

Al amanecer del 20 de noviembre de 1845, la flota invasora anglofrancesa ataca las defensas patriotas ubicadas en la Vuelta de Obligado.

El general Lucio Mancilla, al frente de un puñado de argentinos, desigualmente armados proclamó: "¡Allá los tenéis!, ¡Considerad el insulto que hacen a la soberanía de nuestra Patria, al navegar sin más títulos que la fuerza, las aguas de un río que corre por el territorio de nuestro país!" "¡Pero no lo conseguirán impunemente! ¡Tremola en el Paraná el pabellón azul y blanco y debemos morir todos antes que verlo bajar de donde flamea!".

La banda de Patricios inició los compases del Himno Nacional, coreado por todos: "¡O juremos con gloria morir!".

Luego dio la señal de fuego con el tradicional: "¡Viva la Patria!"

Después de casi doce horas de lucha, sin municiones y frente a la superioridad de las tropas extranjeras, los patriotas se retiran. Muchas son las bajas pero el pabellón nacional no ha caído. La pre­potencia extranjera había recibido una dura lección.

Por eso HOY recordamos a la batalla de la Vuelta de Obligado, como la batalla DE LA SOBERANIA NACIONAL.

Como luego ocurrió en Acevedo, San Lorenzo, en Tonelero, en el Quebracho, en la Ensenada, las fuerzas destacadas de las dos escuadras más fuertes del mundo, no conseguían hacer pie en ningún pun­to de la costa argentina, sin recibir un fuerte escarmiento.

Luego de un año de intervención, bloqueos y combates sangrien­tos, las fuerzas extranjeras entendieron que debían retirarse ya que no podían doblegar las fuerzas de un pueblo que luchaba en forma desigual pero con dignidad, en defensa de su SOBERANIA NACIO­NAL. Es que los patriotas de aquel entonces habían entendido que la Nación que es sometida por una fuerza superior pierde su autodeter­minación, que es la cualidad de su soberanía, y pertenece desde ese momento al vencedor, cualquiera sea la forma en que pretenda disi­mularse la conquista.

HOY, en 1981, la Nación Argentina se encuentra sometida a los dictados de los intereses de las grandes corporaciones transnaciona­les, que pretenden reubicar a Argentina en una nueva división internacional del trabajo, en la cual se nos asigna el papel de abastecedor de materias primas, alimentos, energía y minerales estratégicos y consumidor de los productos industrializados en el exterior por estas grandes corporaciones transnacionales.

El pueblo argentino sufre las consecuencias de esta nueva forma de ocupación extranjera.

Los trabajadores con sueldos de hambre, con cesantías en masa, desocupados y con sus organizaciones sindicales intervenidas o amordazadas; los jóvenes, sin trabajo, sin acceso a la educación, sin cana­les concretos y trascendentes de participación; profesionales y técni­cos que deben emigrar del país por falta de perspectivas ciertas y reales; la industria nacional ametrallada por esta nueva forma de invasión extranjera, prácticamente está a punto de desaparecer; la pequeña y mediana empresa de la ciudad y del campo, como toda la estructura productiva nacional, vive la agonía de esta andanada antinacional.

La salud, la educación, la vivienda en la Argentina de hoy son prácticamente inalcanzables para el pueblo.

La calidad de vida, el bienestar y la felicidad de los argentinos se deterioran hasta límites increíbles, como producto de un plan econó­mico al servicio de los monopolios extranjeros, donde lo único que cuenta son sus ganancias.

La ejecución de este plan es incompatible con la democracia, por eso se traba, se limita y se prohíbe la libre expresión y organización de las corrientes de opinión política de las mayorías nacionales.

Frente a esta situación que se nos impone a los argentinos, debe­mos sacar fuerza y beber de las fuentes de nuestra historia.

Hoy, a 136 años de la Batalla de la SOBERANIA NACIONAL, debe­mos luchar por la INDEPENDENCIA NACIONAL, que posibilite el logro de la libertad y el bienestar para el pueblo argentino.

La soberanía nacional debe fundarse en la vigencia irrestricta de la soberanía popular.

En esta hora donde todo es noche, los argentinos debemos unir­nos para encontrar el camino común que haga la luz. Maravillosa luz con la que alumbran las naciones independientes, cuando son los pue­blos los que deciden.

Hoy como ayer, debemos luchar en defensa de la soberanía na­cional, por reconquistar la vigencia de la soberanía popular, expresa­da a través de la inmediata convocatoria a elecciones litares y sin pros­cripciones.

LOS PADECIMIENTOS DEL PUEBLO Y LA DIGNIDAD NA­CIONAL MANOSEADA NO PUEDEN ESPERAR.


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