Soberanía popular, es el ejercicio real y efectivo del poder por el pueblo a través de su participación directa o por intermedio de sus representantes.
El pueblo, el pueblo concreto y actual, tiene el derecho de otorgarse las reglas económicas, sociales y políticas que entienda más apropiadas para asegurar su bienestar y posibilitar la realización integral de sus miembros.
La conquista del sufragio universal y la organización obrera en los primeros años del presente siglo, posibilitó en nuestro país, el logro y ejercicio de nuevos derechos por parte de los trabajadores y de los sectores medios de la comunidad: mejores salarios y condiciones de trabajo, mayores posibilidades de acceso a la educación y salud, a la vivienda, al desarrollo de la pequeña y mediana empresa de la ciudad y el campo, etc. En síntesis, una mayor participación del pueblo en la renta nacional.
Esta mayor participación, este diferente reparto de la riqueza elaborada en el país, llevó a un enfrentamiento con quienes hasta entonces habían dispuesto de ella sin limitación. Y en este conflicto está la raíz de la crisis de nuestra República.
No es un problema de civiles y militares, de gorras y boinas, de laicos y religiosos. Este es un problema de participación en la riqueza nacional, de participación en los recursos nacionales, éste es un problema de la distribución de la riqueza de nuestra Nación: primero, entre los de afuera y los de adentro y después, el reparto entre los que trabajan y los que no trabajan.
Desde que los sectores populares impusieron el sufragio universal, comenzó la oligarquía vinculada a los intereses extranjeros a romper cada vez con más frecuencia el orden institucional.
Así aconteció en 1930,1955,1966 y 1976. Con diversos argumentos, se desconoció la soberanía popular y los golpes de estado fueron acompañados de planes económicos que incrementaron nuestra dependencia de los monopolios extranjeros y determinaron una distribución de la riqueza del país en su propio beneficio.
Lo mismo pasa en todo el cono sur de nuestra América Latina, donde 180 millones de mujeres y hombres carecen de derechos políticos; 180 millones de mujeres y hombres, que en una de las partes más ricas del globo, no pueden elegir su gobierno.
En esta realidad, los monopolios extranjeros y el privilegio nacional, constituyen la columna vertebral de un sistema, de un conjunto de intereses que pueden existir y desarrollarse únicamente luchando en contra de los intereses y derechos de las mayorías nacionales y saqueando el patrimonio nacional.
Esta es la experiencia de nuestra Argentina y la experiencia de los países de América Latina.
La experiencia vivida nos demuestra la imposibilidad de la convivencia del ejercicio de la soberanía popular con el sistema capitalista dependiente de los monopolios extranjeros, que es lo mismo decir, la imposibilidad de lograr condiciones dignas de vida para el pueblo en una nación sometida.
Este es el problema que hay que abordar y su solución no se la elabora sólo con declaraciones. Se la aborda con concientización, se la aborda con organización del pueblo, con la organización de las mayorías nacionales y fundamentalmente con la organización de su vanguardia que está constituida por los trabajadores.
El objetivo argentino para 1982, como lo fue para 1981, es avanzar en la unidad de las mayorías nacionales para concretar la única herramienta capaz de asegurar una inmediata convocatoria a elecciones libres, sin proscripciones ni condicionamientos.
Afianzar la unidad nacional, como cimiento indestructible que sustente el logro de la libertad y el bienestar para todos los argentinos en el único marco posible: la independencia nacional.