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Partido Socialista Popular

Guillermo E. Estévez Boero: Discursos y Escritos

Conferencia del Dr. Estévez Boero

 

I TORMENTA DE IDEAS

El mundo y el país están pasando una época muy especial, una época difícil, donde viejos conceptos que por mucho tiempo nos parecieron firmes se han derrumbado. Una época donde se abre la posibilidad de pensar, de estudiar, de construir, porque ya no queda nada de lo viejo en pie. Pero evidentemente esta tarea refundadora nos exige una templanza, una fuerza, una voluntad y un estudio para llevarla adelante, porque una cosa es caminar por los senderos ya hechos y otra cosa es abrirse paso. Esto es lo que hoy tenemos que hacer.

Yo trataré de no dar recetas y sí de abrir interrogantes porque creo que el objetivo central de este tiempo es obligarnos a pensar todos. No podemos quedarnos en "Bueno esto puede ser... un poquito diferente". Como alguien dijo "el mundo vive una verdadera tormenta de ideas" que nos obliga a repensar prácticamente todo. Si ante una nueva realidad, no tenemos nuevos pensamientos y nuevas interpretaciones estamos equivocados.

Creo que simbólicamente la caída del muro de Berlín es la demostración de que al hombre no se lo puede meter en un molde; de que no solo de pan vive el hombre aunque sin pan no pueda vivir. El hombre necesita generar su pensamiento, necesita desarrollar su espíritu y para eso necesita vivir en libertad.

Con la caída del muro de Berlín se caen los esquemas, se caen las proyecciones ciertas, seguras, para definir la vida de los hombres. Esto debemos tenerlo muy en cuenta para crear otra realidad diferente evitando los errores que se han cometido y teniendo en cuenta por sobre todo, la naturaleza que aún no conocemos totalmente del hombre. Conocemos muchos aspectos del hombre, pero hay otros que aún no los conocemos. Por eso cuando hablamos de organizar la vida de los hombres, tenemos que actuar con la prudencia de aquel que pisa un terreno semi conocido y semi desconocido, porque si no corremos el riesgo de derrumbarnos. Esto es lo que pasó con el muro de Berlín.

II NUESTRA ARGENTINA

Aquí estamos en la Argentina, cuya realidad exhibe que un viejo país se ha derrumbado, y en poco tiempo más lo que queda de él se va a derrumbar también. Si esto es bueno o malo, si es mejor o peor al que teníamos, ese es otro tema. Lo que no podemos dejar de asumir es que el viejo país ya no existe más ni volverá a existir jamás, es una experiencia histórica finalizada. En consecuencia nosotros debemos empezar a reconstruir otro país. Con la caída del muro, se abre también para la izquierda la necesidad de volver a estudiar, de volver a valorar en nuestra historia la sucesión de los hechos que hoy nos conducen a esta realidad.

Este es un país que se hizo hace muy poco tiempo -hablando en términos históricos- donde el proceso de construcción del Estado y de la Nación tuvo características diversas a lo acontecido en los países europeos; allí naciones preexistentes se organizaron institucionalmente a través del Estado.

Entre nosotros, si bien es cierto que la Revolución de Mayo y las luchas de emancipación iniciadas en 1810 marcan el proceso de creación de la Nación Argentina, la ruptura con el poder colonial no produjo en forma automática la sustitución del Estado colonial por un Estado nacional.

Con el movimiento independentista se comienzan a configurar los Estados sobre la base de una nacionalidad latinoamericana débil, en formación, que sufre así un proceso de desintegración no revertido hasta la fecha. Este proceso de organización nacional adoptó un diseño institucional no participativo impuesto, por una elite de arriba hacia abajo, lo que dificultó y dificulta hasta hoy el proceso de conformación de nuestra nacionalidad y el afianzamiento de nuestras instituciones.

Desde nuestros inicios se trató de diseñar un modelo ajeno a la realidad y en consecuencia fuera de la comprensión de los sectores populares. Así fracasó el intento de organización unitaria impulsada por la élite portuaria de Buenos Aires. Fueron los sucesores de esta élite -conocidos como la generación del '37 - quienes advirtiendo los errores del pasado se abocaron a trazar un nuevo modelo para un nuevo país.

Si bien avanzaba en una visión realista del país posterior a Rosas, esta generación seguía atada a sus predecesores en referencia a las prevenciones que guardaban respecto de la participación de los sectores populares y a la pretensión de constituirse en guías del nuevo país. Lo importante era consensuar el modelo entre la élite para que haya unidad de conducción pero sin considerar absolutamente la experiencia histórica vivida por la Nación entera en las décadas posteriores a su emancipación.

Esto se exterioriza en algunos juicios de Echeverría respecto a la realidad nacional, que son muy similares a los que hemos escuchado en nuestro país durante décadas. Así Echeverría decía que el drama del país era el rosismo, que Rosas era un malvado y que no había sido derrotado en el levantamiento de 1840 por Lavalle; por ser una "espada sin cabeza" incapaz de aplicar las tácticas sugeridas por Alberdi y Frías.

Lo que resultaba evidente era que la Argentina había cambiado ya lo suficiente como para aceptar modelos desde arriba, esto era lo que costaba aceptar. Más fácil que realizar su autocrítica era cargar a otros las culpas por los errores del pasado. Son los mismos juicios que escuchamos del peronismo. Ayer Perón bueno o Perón malo; hoy Menem bueno, Menem malo.

Es la forma de valoración histórica que carga toda la motivación en el personaje de turno y que, en consecuencia, plantea como solución superadora el desplazamiento del personaje de cada época. Es la aplicación del método interpretativo de la historia según el cual "la culpa de todo la tiene 'el otro".

Esta forma de análisis ha sido terriblemente nociva porque nos ha impedido superar los problemas del país partiendo del análisis objetivo de las estructuras económicas, sociales y morales de cada tiempo. Centrar la responsabilidad en un personaje esfuma la responsabilidad del resto de los protagonistas, incluso de aquellos que se autoadjudican la calidad de jueces. En verdad, lo que se hace es ocultar la real ausencia de una propuesta superadora de la realidad.

III DEMOCRACIA Y NACION

Así, tras la dictadura de 1976, al recomenzar la vida institucional, todas las fuerzas políticas del país vuelven a los mismos planteos que antes del '76. La excepción es el socialismo popular que propone una reformulación del Estado a través de la implementación de formas de democracia participativas, generadas a través de procesos de descentralización y de organismos como los Consejos Económicos y Sociales, juntas asesoras, etc. Habíamos aprendido duramente que sin formas participativas la democracia representativa es fácilmente vulnerable por los grandes intereses económicos y por los sectores totalitarios.

Hoy, en 1992, también la realidad ha cambiado entre nosotros. Un proceso de estatización, sin participación democrática de la gente en su manejo, se cierra irreversiblemente, no tanto porque lo voltean sino porque se derrumba. Una cosa es la propiedad estatal y otra la propiedad social. Aquí también emerge el divorcio creciente entre lo estatal-político y lo social, con consecuencias negativas para ese Estado que no integro a los diversos sectores sociales a través de formas institucionales de participación.

Nuestro país vive -como muchas veces lo hemos dicho- una profunda dependencia no solo económica sino también cultural. Cuando nosotros planteábamos la necesidad de dar participación a los sectores sociales, la respuesta era: ¡corporativismo, fascismo! Porque lo último que se recuerda y se conoce es la experiencia europea de la segunda guerra.

En verdad la historia de las ideas de la humanidad no comienza ni termina con la vivencia de los que aún hoy vivimos. Nuestro tiempo y nuestro espacio no es todo el tiempo ni todo el espacio del avance de los hombres. Fue allá en los albores del siglo que los sindicatos ingleses pidieron la participación de los gremios en la vida política. Los Trade-unions hacen a la integración del Partido Laborista Inglés; como ustedes saben, allí en el congreso partidario hay delegados por los sindicatos y delegados de las bases partidarias propiamente dichas.

Es una idea similar a la concepción orgánica de la sociedad que llega de Alemania a través del pensamiento de Karl Krause, que introduce Saénz del Río en España, que difunde Adolfo Posada y que reproduce años más tarde el socialista Fernando de los Ríos.

Lo que acontece es que, para quienes carecen de inserción en los diversos sectores sociales, en las organizaciones intermedias, resulta muy tentador y barato endilgar el mote de fascistas a todo ser viviente que argumente en favor de la inserción de lo social en las instituciones políticas.

Nosotros estamos debiéndole a esta realidad una gran propuesta de reforma constitucional. Una propuesta que no se sintetiza en la reelección sino en crear mecanismos de participación y descentralización para posibilitar la recreación de la Nación Argentina. Para posibilitar la conformación del Estado Argentino, esta vez de abajo hacia arriba, porque un estado vacío de participación y de coincidencias jamás puede ser representativo del interés nacional ni de los valores de la nacionalidad. Este es nuestro proyecto, esta es nuestra propuesta.

¿Puede haber una realización socialista fuera de la Nación? ¿Podemos realizarnos alguno de nosotros -que no sea de mercenarios- fuera de la realización de nuestra Nación? Aquí fue considerado por la izquierda tradicional en forma esquemática lo nacional como fascistoide. A veces nos endilgan "que estos socialistas populares son más nacionalistas que socialistas". Como lo advirtió Mariátegui "no puede haber socialismo que crezca fuera del campo nacional". Y para ello hace falta que el campo nacional lo reconozca como propio, no lo señale como extraño. En las últimas décadas, quien ha incorporado al socialismo al campo nacional ha sido el PSP.

El campo nacional, claro, tiene las limitaciones y tiene las características del pueblo de la Nación Argentina. No es el dibujo de un ciencista, ni de un filósofo, ni de un sociólogo; es la síntesis de la experiencia histórica de la mayor parte de los argentinos.

Para nosotros es un extraordinario triunfo político y una profunda felicidad que la mayor parte de los argentinos entienda que el pensamiento de los socialistas populares participa con ellos en el campo nacional. Sin arriar nuestras banderas, sin silenciar nuestras críticas, no practicando el seguidismo, pero respetando la voluntad de las mayorías, que es requisito elemental del pensamiento democrático.

El demócrata no puede pensar que todos son brutos menos él, el que piensa así tiene que ser monárquico. Por ejemplo, un hombre totalmente insospechado de populista como es Rocard, el ex-Primer Ministro de Francia, dice "no hay inteligencia individual en el mundo que supere a la inteligencia de la totalidad". No hay cerebro que piense mejor que los cerebros juntos en su totalidad. Esta es nuestra diferencia conceptual con el liberalismo y el neoliberalismo de hoy, que no reconocen la supremacía del Estado en el contralor de la regulación democráticamente establecida y que pretenden llevamos al capitalismo salvaje sin regulación por parte de la sociedad.

IV NUESTRA PROPUESTA

El problema de la desregulación y la regulación es tan viejo como la vida del hombre sobre el planeta. Solamente algún liberal cómo los que tenemos en este país, puede salir a decir que han parado el huevo de Colón con la desregulación. Porque el mundo siempre evolucionó entre una regulación equilibrada; y cuando este se desequilibró, la gente clamó por su modificación.

Los panaderos de la época de Luis XIV tenían regulado el kilo de pan; entonces le escribieron una nota a su ministro de hacienda, Colbert, pidiendo que sacase la regulación, que liberase el precio del pan. Y ahí escribieron la frase que señaló la bandera del liberalismo: "Dejar hacer, dejar pasar, el mundo va de la misma manera".

Pero los gremios de la Edad Media, se excedieron de regulación, se constituyeron en un freno para el desarrollo de la sociedad, entonces antes de la Revolución Francesa aparece el decreto de Turgot, ministro de Luis XIV, y después de la Re¬volución surge la Ley Chapellier que prohíbe a estos gremios. Cuando la inexis¬tencia de los gremios posibilita a través del tiempo la exploración terrible de los trabajadores, se vuelve a legitimar el accionar de los sindicatos. Así transcurre la historia.

No había ningún stalinista en los cabildos del siglo XIV, en Santa Fe. Sin embargo el cabildo regulaba el precio del trigo, el precio de la harina, la mano de obra de los artesanos, el costo de una marca para hacienda. Todo estaba regulado por el cabildo que le interesaba que la gente se afincara y pudiese vivir protegida de los abusos de aquella época. Estas reflexiones que compartimos en voz alta intentan demostrar que la regulación o la desregulación no es blanco o negro, sino que se debe ir ajustando a la realidad de cada tiempo con el objetivo que la economía sir¬va al bien común.

La economía debe suministrar a todas las personas bienes y servicios en cantidad suficientes; tiene que garantizar el derecho a un puesto de trabajo y conservar y asegurar los recursos naturales, el capital tiene que servir al hombre, y no el hombre al capital. La libre competencia puede ser guiada, sin perder eficacia, hacia los intereses del bien común, cuando se logran imponer unas condiciones marco que vinculen a los intereses del capital con los intereses de la comunidad.

Hoy, en el mundo de las sociedades industriales democráticas funciona la economía mixta que es la colaboración entre la libre competencia y el accionar social del Estado. Este sistema se ha demostrado como eficaz y, como principio, se ha manifestado superior a todas las formas de economía centralizada. Necesitamos un mercado donde exista una oferta y una demanda, un mercado que no permita fosilizar nuestra vida económica y cuyas reglas no sean alteradas por la concentra¬ción de capital. Un control democrático del poder económico del capital requiere un estado eficaz, sindicatos fuertes democratizados y cogestión. Necesitamos, en¬tonces, una regulación democrática, no burocrática.

Las desigualdades en la distribución de la renta y la riqueza han seguido aumentando. Una distribución justa de la renta, de la riqueza y del tiempo exige una política social y fiscal por parte del Estado. El sistema de libre competencia no es apropiado para asegurar a los hombres bienes y servicios comunitarios. La creación de infraestructura y de servicios sociales es función, sobre todo, del sector público.

En el ámbito de la cultura, hoy es preciso comprender y desarrollar en el seno de nuestra sociedad la práctica de la convivencia. La cultura de convivencia, hoy en nuestra sociedad conviven muchas culturas, y en el futuro convivirán mucho más se pone de manifiesto en el trato de los hombres con los hombres, con otros seres vivos y con las cosas.

La cultura se manifiesta en las formas de la convivencia y en la relación con los más débiles. El estado social y el estado de derecho, y también la paz interior y exterior, son logros culturales de primer orden.

La cultura debe acreditarse, asimismo, en el trato con la naturaleza. Cultura exige un respeto a las leyes propias de la naturaleza.

En el plano laboral, hoy, en Argentina a nuestros sindicatos tendremos que democratizarlos con la participación de sus bases. Muchas veces, asumiendo una postura de protección al trabajador, nos hemos hecho los distraídos acerca de la democratización de los sindicatos. Ya no es posible pedirle a un trabajador para ser Secretario General de su gremio, que cumpla requisitos que lo demoran 10 ó 20 años. Es necesario democratizar nuestros sindicatos, es necesario descentralizar las Uniones para que los trabajadores de todo el país tengan iguales derechos, igual peso en la construcción de sus gremios, y sobre todo en la distribución de sus recursos y de su manejo.

Hoy las cosas han cambiado, ya mucha gente piensa que no se puede dibujar cualquier cosa como propuesta. En consecuencia el socialismo de hoy es la propuesta de reformas que la gente pueda comprender, que pueda acompañar. Ese es el camino de la reforma concreta. Ese es el camino del mejoramiento concreto de la calidad de vida de la gente que en definitiva es el objeto final de todo nuestro trabajo.

Lo que hoy nuevamente volvemos a plantear, reiterando nuestras viejas ideas de participación, de descentralización, es la reformulación de la Nación desde abajo. De esta forma creo que continuamos la obra que Juan B. Justo no pudo culminar y que se orientaba en el mismo sentido: la formulación de la nación desde abajo, con los organismos de base, cooperativas, vecinales, mutuales, bibliotecas, imprentas, diarios, la nacionalización de los extranjeros. Era generar la organización de la gente, desde abajo hacia arriba. Su acción en las primeras décadas de este siglo tiende a abrir las puertas de la participación política a los sectores recién incorporados, como condición para una ampliación social y económica de la propia democracia política.

Esta es nuestra dirección. El partido debe estar allí inserto porque este es el camino correcto. Las posibilidades de garantizar un cambio real en nuestro país están vinculadas directamente a nuestro nivel de inserción. No están vinculadas fundamentalmente a nuestro dibujo, sino a nuestra efectiva inserción. Si no tenemos un grado y un nivel de inserción correctos no habrá dibujito, por lindo que sea, que pueda ser llevado a la realidad.

Nuestra inserción debe darse allí en las bases, en las raíces de esta reformulación que queremos y que vamos a hacer de abajo hacia arriba. El país se va a reformular, tenemos la posibilidad de participar en su reformulación o de quedar al margen de la misma. El debate que se instala en nuestra sociedad es acerca del modelo elegido para esta reformulación. Se puede apuntar a un inmoral capitalismo salvaje -como la filosofía del actual ajuste- o se puede intentar construir una sociedad libre, justa y solidaria, con una nueva cultura de convivencia y cooperación como anhelamos los socialistas.

Lo que nosotros no podemos tener es la egolatría o el orgullo de pensar que si nosotros no reformulamos Argentina, Argentina no se reformula. Hay que recurrir en busca de la fuerza para la formulación que queremos a las canteras de nuestro pueblo, a su capacidad creadora y realizadora.

V LA TAREA DEL SOCIALISMO

Debemos colaborar, debemos incentivar, debemos activar pero sin creer que somos la partera de la historia. No es así. El derrumbre del muro demostró que las fuerzas no se inventan, que la vanguardia no hace milagros y que las fuerzas reales están en forma potencial en el seno de la sociedad.

Nuestra tarea es incentivarlas, es analizar cómo las podemos combinar, es ver cómo las podemos integrar. El asumir la difícil tarea de articular hacia el desarrollo ascendente del socialismo y al desarrollo ascendente del movimiento nacional, que son cosas que caminan en el mismo sentido pero son diferentes. Articularlas no es tarea fácil. A este trabajo tenemos que asumirlo.

Tenemos que llevar al seno del progresismo" al seno del socialismo, la convicción de la necesidad de defender la Nación. No habrá calidad de vida, salud, educación, vivienda para los argentinos, mientras no consolidemos una nación independiente y solidaria.

En esto el socialismo tiene una gran deuda. Muchas veces ha mirado a la reinvindicación de la Nación como un "chauvinismo", como un nacionalismo con "z". Pensaban que las reinvindicaciones del hombre se podían dar en un espacio y tiempo abstractos; hoy en Europa, después de la más larga experiencia de un gobierno comunista, burocrático, sin libertad, surge el clamor nacional por los cuatro costados de la Unión Soviética. Allí no hay una lucha por un presupuesto ni por las armas. Allí hay una búsqueda de identidad. Es imperioso comprender que hay facetas del hombre que se escapan de los esquemas y de los dibujos. El socialismo debe rectificar su valoración de la Nación y del campo nacional.

En esta marcha, compañeros y compañeras, es importantísima la animación cultural. Es fundamental cambiarle la cara y el ritmo a nuestro pueblo. Debemos ayudar a que la gente recobre un ritmo de vida de confianza en sus propias fuerzas.

Este cambio no tiene solamente una base económica y social, sino que tiene una profunda raíz cultural.

Nuestra misión es ayudar a que funcione la biblioteca, la cooperadora, etc. nuestra misión está en crear en cada barrio para este fin de semana una actividad cultural que realmente haga a esos espíritus sentirse diferentes, les haga ver otros horizontes, retomar otras fuerzas. Es necesario saber que a pesar de todo comenzamos a pensar diferente, que a pesar de todas las dificultades tenemos la fuerza que se necesita para recobrar la confianza de cada uno de los argentinos en sí mismos y en su país. Lograr que cada argentino vuelva a sentirse todopoderoso por su capacidad, por su fuerza para reconstruir la Nación desde abajo, por primera vez democrática, por primera vez solidaria, por primera vez independiente. Nada más 

 


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