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Argentina en el tiempo, discurso de Guillermo Estévez Boero

 

Texto de la conferencia pronunciada por Guillermo Estévez Boero en la Sociedad Unione e Benevolenza,

Capital Federal, 5 de diciembre de 1980

En primer lugar, queremos agradecer a esta organización cultural tan importante, tan positiva en su quehacer en la historia de Buenos Aires, que es la Mutual de Unione e Benevolenza, la posibilidad de estar con ustedes en esta tarde.

Queremos, también, agradecer al luchador de la causa de los trabajadores de la Argentina, que es el compañero Oriente José Cavalieri, sus palabras de apoyo a todo esto que nos reúne y nos une, que es la lucha por un mañana mejor.

Cuando recibimos la invitación de Unione e Benevolenza, pensamos que en estos momentos, en los que es tan difícil hablar, en que existen tan pocas oportunidades de reunimos y cambiar opiniones, hubiéramos cometido una irresponsabilidad si viniésemos, hoy, a decir lo que se nos ocurriese, por nuestra propia cuenta. Entonces, conversamos con amigos, con trabajadores, con jóvenes, con estudiantes, con mujeres y hombres argentinos, para preguntarles que querrían decir ellos si tuvieran la oportunidad de hablar, en este último mes de 1980, aquí, en la Mutual de Unione e Benevolenza. Si hay algo importante le pertenece a ellos. A mí, solamente la desorganización que seguramente tendrá esta síntesis de ideas y planteos.

El tiempo de la degradación

Nosotros pensamos que vivimos, desde hace muchos años, el tiempo de la degradación nacional. Pensamos que es un tiempo grave, un tiempo feo, un tiempo sucio.

Todos somos responsables de la existencia de este terrible tiempo. A nosotros, en particular, nos cabe la responsabilidad de no haber producido siempre la necesaria crítica, la denuncia de la degradación y de la entrega, o de no haberla realizado con la fuerza necesaria, o de no haber empleado siempre la totalidad de nuestro esfuerzo para la organización y la concientización de los integrantes de las mayorías nacionales.

En una de las últimas charlas, que con estas características dimos hace años, comenzamos condenando -porque es nuestra convicción-, el asesinato del General Cáceres Monié y su señora esposa, y el de unos jóvenes en Tucumán. Hoy, antes de venir para aquí, nuevamente los diarios, las radios, anunciaban la muerte y los heridos en nuestras calles. Creemos que es un derrumbe; el edificio Cóndor está construido sobre terrenos ganados al río; puede aflojar el suelo, puede desplomarse un cuerpo del edificio. Pero en todas las mentes está la duda.

Si cuando alguien muere en un país, siempre existe la duda sobre si murió de muerte natural o no, ese país vive el terrible tiempo de la degradación nacional. No lo podemos negar ni lo podemos ocultar mediante actitudes oportunistas, o, alquilando el local del Teatro Colón y sus artistas, a los representantes del orden económico internacional. Ellos no nos van a ayudar a salir de este tiempo, sino que nos van a hundir más en él, porque ellos son los supremos sacerdotes de la degradación del hombre y de su vida.

Cuando este tiempo se profundiza, y miramos a los vecinos, vemos que el cuadro se repite. Miramos por arriba del Ande, y vemos la realidad chilena. Miramos por la Quebrada de Humahuaca, y vemos la realidad boliviana. A su lado, el Para¬guay, largamente oprimido. Cuando, en los días claros, vemos en la otra orilla del Plata el dolor uruguayo; y, en nuestro norte escuchamos a ese pueblo gigantesco que ha despertado y comienza a andar, que es el Brasil; constatamos que aquellas realidades, con sus diferentes matices, pero similares, están integradas por más de ciento ochenta millones de mujeres y hombres que carecen de derechos políticos, ciento ochenta millones de hombres y mujeres, en uno de los lugares con mayores recursos del globo, que no pueden elegir su gobierno. Pensamos que existen causas profundas, causas concretas, para que algo así nos suceda, para que algo así nos pase.

En la realidad, estos pueblos que integramos, carecen de todo derecho, porque un derecho es tal cuando existe la obligación de respetarlo. Derecho es el que tiene un trabajador a su remuneración cuando existe la obligación de pagarle un salario; pero si el salario se puede pagar o dejar de pagar, es una limosna, una concesión, y la limosna no es un derecho.

Nosotros no tenemos derechos. Podemos estar hablando como podemos, dejar de hablar en cualquier momento. De esto somos todos conscientes. Los derechos que dependen de un grupo de voluntades asentado sobre la fuerza no son derechos, son concesiones. Hoy tenemos una concesión -poder hablar aquí-, mañana otra concesión -poder organizar un almuerzo-, pasado otra concesión. Pero todo puede suprimirse de golpe, como se ha suprimido para tantos.

Nuestra América Latina

Esta es la realidad de nuestro sur latinoamericano, que se viene repitiendo y agravando a través de los años.

Tenemos la obligación de preguntamos: ¿qué nos pasa?, ¿qué pasa en el sur de América Latina?. Si el pibe tiene hoy fiebre, suponemos que comió algo que le hizo mal; pero, si la fiebre continúa, es bueno que lo hagamos atender, porque tiene algo serio.

Algo serio y grave tiene esta tierra del sur de América Latina. En todos estos países se desconoce la soberanía popular, ¿por qué pasa esto?. En 1912 no se desconocía la soberanía popular; en 1920, no había en Chile un golpe de estado; en 1905, no había en Bolivia un golpe de estado; tampoco lo había en Brasil; tampoco lo había en el Uruguay, que hasta hace pocos años era la Suiza de América. ¿Qué es lo que ha cambia¬do?, ¿qué es lo que ha pasado en estos países?.

Nosotros creemos que lo que ha pasado es que, el avance del pueblo y su organización, la organización de los trabajadores, la conquista y el ejercicio de nuevos derechos por los sectores medios de la comunidad, han determinado el incremento de la participación de estos sectores en la renta nacional. La mayor tajada de la torta de la ganancia nacional, exigida por la organización del pueblo, ha agudizado el enfrentamiento con quienes eran los únicos dueños de la torta, los únicos dueños de la renta nacional.

Este enfrentamiento no nace y desaparece como si no pasara nada. Este enfrentamiento, en su forma más dura, termina en conflicto. Y, de esto tenemos que sacar una conclusión: tenemos que pensar que éste no es un problema de civiles y militares; lo contrario es tonto y superficial, y esconde el problema. Este no es un problema de gorras y de boinas, de botas y de alpargatas; éste es un problema por el reparto de la renta nacional. Nosotros vemos que hay civiles y militares que han caído en los diversos campos, que hay hombres de todos los oficios y de todas las profesiones que han estado con los sectores populares. El problema no es entre civiles y militares, laicos y curas, creyentes y ateos; éste es un problema de participación en la riqueza nacional, éste es el problema de la apropiación de la riqueza en la Nación. El patrimonio de la Nación está integrado por la ganancia producida por el trabajo nacional y los recursos naturales de nuestra patria.

La experiencia de nuestra Argentina, y la de los países de América Latina, nos demuestra, claramente y en forma reiterada, que son incompatibles el ejercicio y el respeto de la soberanía popular con una organización capitalista dependiente del imperialismo.

Esto, hay que comprenderlo definitivamente, ésta es la raíz de la crisis de nuestras repúblicas. No es el problema de los muchos años de un presidente o un general, ni de la existencia de un ministro más o menos “mago”. Es el problema del reparto de la renta nacional; primero, entre los de adentro y los de afuera, y después, el reparto adentro, entre los que trabajan y los que no trabajan. Éste es el problema que hay que abordar, y su solución no se elabora con conversaciones, se la aborda con concientización, se la aborda con la organización del pueblo, con la organización de las mayorías nacionales y, fundamentalmente, con la organización de su vanguardia, que está constituida por los trabajadores.

Esto hay que comprenderlo definitivamente, el resto, estimados amigos -tengo la obligación de decírselo al promediar una vida al servicio de ustedes-, es palabreo. Las ilusiones promocionadas por invisibles promotores, han costado muchas muertes, muchas desgracias, mucho dolor a nuestra querida patria, y a las patrias hermanas.

Comenzó el 6 de setiembre de 1930

El tiempo de degradación en nuestra patria se inicia en 1930. Es bueno recordar algunas cosas, que las vamos olvidando, porque la televisión, los diarios, las ra¬dios, los pasquines que sólo hablan de terror, de pornografía, de violencia, de droga, nos van borrando las ideas y tratando de hacer olvidar la lección de la historia patria.

Nosotros debemos recordar y recordaremos cómo, en 1930, se termina con la presidencia de aquél gran caudillo nacional, al cual Horacio Oyhanarte llamó “El Hombre”: Hipólito Yrigoyen. Así se pone fin al proyecto de la nacionalización del petróleo, que estaba en el Senado y que era empujado, desde YPF, por ese general de generales, el general que respetaba y acataba la soberanía popular, que defendía la soberanía nacional, general de civiles y de militares, General de la Nación don Enrique Mosconi. En 1930 queda preso el presidente Yrigoyen, y queda preso el General Mosconi, son los “delincuentes”, los “peligrosos” de la época. De esta manera se inicia lo que la historia ha denominado, para siempre, en forma imborrable, la Década Infame.

Cuando se derrocan las autoridades electas por el voto popular y se disuelve el Parlamento, casi siempre, bajo la gran bandera del “orden”, aparece un prolijo plan económico en beneficio exclusivo del privilegio nativo y extranjero, que no vacila, para lograr sus objetivos, en saquear las conquistas y las reivindicaciones de los trabajadores, de los sectores medios, desmantelando, también, la estructura productiva del Estado y de la Nación.

Así nos lo enseñan: 1930, con el plan Pinedo de 1933; 1955, con el plan Prebisch; 1966, con el plan Krieger Vasena; 1976, con el plan Martínez de Hoz.

El gobierno surgido en 1930 pretendió salvar de los efectos de la crisis mundial de 1929, a la oligarquía terrateniente y a sus socios: los frigoríficos de las multinacionales. Para ello, se firmo el pacto Roca-Runciman, y para lograrlo, el vicepresidente de Justo el Dr. Julio A. Roca, no vaciló en afirmar: "También nosotros somos colonia inglesa, queremos el mismo trato que Australia, el mismo trato que Nueva Zelandia". Desde su banca en el Senado de la Nación, Lisandro de la Torre, denunciaría, hasta que fuera asesinado su compañero Enzo Bordabehere, los negociados del gobierno de la oligarquía terrateniente con los frigoríficos extranjeros.

El gobierno golpista del 30, que además del “olor” a frigorífico, tiene “olor” a petróleo, suscribe con los grandes monopolios internacionales, la Royal Dutch Schell, y la Standard Oil, convenios por de los cuales se limita el desarrollo de YPF, en favor de estos monopolios extranjeros. Los efectos negativos de estos convenios fueron denunciados, en el Parlamento Nacional, por el socialista Julio V. González. Como vemos, cambian los años y los personajes, pero no los programas.

Golpeado por la voluntad popular -con el triunfo radical en la provincia de Buenos Aires, el 5 de abril de 1931- el conservadorismo instaura el "fraude". Deodoro Roca nos dice: "Una de las mayores infamias es, precisamente, el fraude patriótico". Pinedo, Fresco y Culaciatti, intentan darle fundamento teórico, mientras que Rodolfo Moreno, apunta al voto calificado.

Muy poco progresan los representantes del privilegio nativo y extranjero; hoy, cincuenta años después, vuelven con la propuesta del voto calificado.

La "Década Infame", que se inicia con el golpe del 30, que se mantiene a través del "fraude patriótico", termina por naufragar en medio de gigantescos negociados, cuya existencia siempre se ve favorecida cuando no existe el control popular. La CHADE (Compañía Hispano Americana de Electricidad), el puerto de Rosario, la Corporación de Transportes, el asunto de las carnes, la vinculación de la mafia en los atentados políticos, los terrenos del Palomar, los niños cantores de la Lotería Nacional, son las obras cumbres de los gobiernos fraudulentos de los "bienudos" de Buenos Aires.

La realidad social acusa los efectos de la política económica impuesta por la oligarquía nativa, asociada a los monopolios extranjeros, a través de gobiernos fraudulentos, que han burlado el control popular.

Las cesantías masivas en la administración pública y en las actividades privadas, crearon la pesadilla de la desocupación. En los barrios y en el interior se sintió el hambre, que no pudo ser solucionado con las ollas populares. Los desalojos de las piezas en los conventillos se multiplicaron, y en Buenos Aires surgió, en Puerto Nuevo, Villa Desocupación. Discépolo pinta en "Cambalache" el caos producido por la oligarquía, que hoy también tiene validez. Raúl Scalabrini Ortiz plantea la desolación moral de la época en su libro "El hombre que está sólo y espera".

Hoy, al igual que ayer, en la ciudad se hacen grandes obras, mientras que en los barrios se incrementa el hambre y la necesidad. En aquella época no estaban de moda las autopistas, pero se rectificó el trazado de la Avenida Leandro N. Alem, se ensancharon las calles Santa Fe, Córdoba y Corrientes, y se empezó a abrir la Avenida 9 de Julio. Las villas miseria comenzaron a extenderse por Avellaneda, Lanús, San Martín y San Justo.

Orientada por Raúl Scalabrini Ortiz, Arturo Jauretche y Luisito Dellepiane, surge F.O.R.J.A. para condenar a la conciliadora conducción alvearista del radicalismo y a la entrega del patrimonio nacional. Hoy, nadie debe equivocarse: el radicalismo, como expresión de un sentimiento nacional y popular, no sobrevivirá a una segunda alvearización.

Entre golpe y golpe: el pueblo

El periodo presidencial del Vicepresidente en ejercicio, Ramón S. Castillo, se aproximaba a su fin: la oligarquía planifica reemplazarlo por Patron Costa, a través de un nuevo fraude electoral.

Ante la inestabilidad total del régimen descompuesto, concluye la Década Infame, con el golpe de estado del 4 de junio de 1943. Su proclama expresa que: “Se han defraudado las esperanzas de los argentinos, adoptando como sistema la venalidad, el fraude, el peculado y la corrupción. Se ha llevado al pueblo al escepticismo y a la postración moral, desvinculándolo de la cosa pública, explotada en beneficio de siniestros personajes, movidos por la más vil de las pasiones”.

Este nuevo golpe se consuma en una realidad nacional fuertemente presionada por intereses internacionales y por las fuerzas que libran la Segunda Guerra Mundial. Después de marchas y contramarchas, el proceso político que se inicia en el 43, adquiere una fuerte definición nacional y popular el 17 de octubre de 1945.

Cuando, en 1952, comienza el desgaste del régimen, debido a sus contradicciones y limitaciones -que evidentemente las tenía-, comienzan, la oligarquía y el imperialismo, una colosal agresión contra los intereses de la Nación y contra los intereses del pueblo.

Es decir, que hoy llevamos casi 30 años sufriendo esta agresión. El pueblo argentino y su patrimonio, han sufrido una de las agresiones más profundas, más prolongadas, de la historia de la humanidad.

Desde aquel entonces, los diarios del imperialismo y de la oligarquía, publican la necesidad de liquidar los ferrocarriles, la necesidad de liberar el comercio exterior -que estaba planificado-, predican la necesaria disolución de las organizaciones sindicales, la liquidación de las obras sociales y el remate de las empresas del Estado. Este proceso sigue adelante, con días y noches.

En 1955 se reinicia el tiempo de la degradación nacional que había comenzado con la Década Infame. Este nuevo golpe, al ser la respuesta a un mayor avance de la Nación en su organización económica, al ser la respuesta a un mayor avance de los trabajadores en su planificación económica, sube el tono del golpe de 1930.

En el golpe de 1930, Uriburu promete que respetarán la Constitución Nacional; el golpe de 1955, deroga, por Decreto, la Constitución de 1949, redactada por una Constituyente electa por voto popular. El golpe del 55 reprime, fusila, a militares y a civiles, cuyos nombres y familiares nadie recuerda: pertenecen a la gran tumba de los intereses creados en el mundo. Ni al Oeste ni al Este les conviene recordar esos nombres, los nombres de los mártires anónimos del Tercer Mundo.

Ese avance del sector popular, ese avance de los trabajadores -que ya se habían lavado las manos de la no clara alianza con el frondizismo, en 1958 -produjo de inmediato un nuevo golpe, en 1962. Cuando el peronismo va a elecciones, en 1958, con los profetas de la entrega, se respeta el resultado electoral. Cuando los trabajadores van solos, con su programa, su triunfo no es respetado ni por el gobierno que ellos mismos eligieron, que no vacila en anular las elecciones, e inútilmente, pisotea la voluntad popular que fue la amplia victoria del peronismo en las elecciones realizadas once días antes.

Fin de un corto día

En 1966 se pone fin, nuevamente, a un día corto, como los días de invierno que separan las largas noches; fue el tiempo corto de la dignidad nacional del presidente Arturo Illia; fue el día de la dignidad, en el que un gobierno anula los contratos petroleros del frondo-frigerismo y se enfrenta con los monopolios del medicamento que hoy nos humillan con sus solicitadas. Fue el tiempo en que un gobierno argentino negó un acuerdo con el Fondo Monetario Internacional. Ese gobierno del tiempo de la dignidad era un "mal ejemplo", era una "realidad negativa" para el país, y, entonces, se da el golpe de 1966.

¿Qué hace el golpe del 66?. Inaugura una técnica moderna, trae “el orden". Illia comete el delito de ser "tortuguita". Se da el golpe porque no podía gobernar el país una "tortuguita", y porque los teléfonos andaban mal. Esto esta en los diarios y si fuera por el mal funcionamiento de los teléfonos, hoy no alcanzarían los segundos para dar golpes. Los que hacían el juego al golpe tiraban tortuguitas en la Plaza de Mayo.

En 1966 se inicia una etapa en que se profundiza la entrega del petróleo, que había iniciado Frondizi. Proceden de forma más “ordenada” y “eficiente”, traen no ya un Pinedo, sino a un funcionario de las multinacionales, que cumple su tiempo de planificación de la entrega y luego se retira, vuelve a sus ocupaciones anteriores, seguramente ascendido dentro del escalafón de las multinacionales. Viene la desnacionalización de la industria que la mayoría recuerda, en realidad, todos, porque de esto hace poco tiempo.

En medio de la tormenta: el pueblo

Se inicia, en 1973, otra etapa de un gobierno electo por la voluntad popular. Pero, entre 1955 y 1973, el mundo ha cambiado, está más movido, hay más tensiones, las superpotencias estudian para ver las posibilidades del reparto del mundo.

El mundo piensa en la muerte y no en la vida. Esto no en una frase. Si el mundo pensara en la vida, los miles de italianos que murieron en el reciente terremoto estarían vivos; porque el mundo tiene hoy los medios técnicos para anunciar este tipo de acontecimiento, en Italia y en otras partes del mundo. Lo que pasa es que no es negocio invertir bajo tierra, porque no es negocio para la guerra estar bajo tierra. Lo que decide es lo de arriba. Por eso, podríamos llegar a tener, en el cielo, una corteza de satélites con bombas atómicas (como la que cayó hace un tiempo en Canadá, accidente que puede repetirse en cualquier momento y en cualquier lugar); y no se ponen a trabajar en detectar los terremotos que saben que van a venir, en Italia, en México y en otras zonas sísmicas, y, que se pueden detectar con aparatos adecuados que se colocan bajo tierra. Esto no es negocio, no da ganancias la defensa de la vida; da ganancias prepararse para la guerra. Entonces, ahí mueren los hombres, sin saber por qué mueren y sin saber quién los mata. No los mata un terremoto, los mata un sistema económico.

Pero, volvamos a 1973. El mundo estaba tenso, el mundo había cambiado, ¡qué grande era disputa!, ¡qué grande el enfrentamiento!. Lo grave sería que nos agarren a nosotros, como ya nos han agarrado, de escenario, de ring, y que liguemos las trompadas; éste es el problema más terrible. En este terreno, el objetivo de nuestro pueblo y de los demás pueblos del Tercer Mundo, es no ser victimas de conflictos ajenos a sus intereses nacionales.

Los argentinos hemos vivido un terrible problema: qué casualidad, que en 1973, cuando Argentina tiene el gobierno electo por la mayor cantidad de votos, por el mayor porcentaje de votos de su historia -que es el tercer gobierno del General Perón-, que en ese momento se desarrolle, como nunca en nuestra historia, el terrorismo ¡que casualidad!. Y que casualidad que nadie lo explique y que nadie lo comente.

¡Qué difícil es, y qué autoridad moral hay que tener, para convencer al joven de 18, de 19, de 20 años, de que el terror no es el camino, que el camino es la organización del pueblo!, que el camino es la confrontación de ideas, la organización de los trabajadores. ¡Qué difícil es cuando ese joven vio romper las urnas en el 62, en el 66, y se enteró que fueron rotas en el 55 y en el 30 a culatazos!. ¡Qué difícil es ganar a la gente para que se organice, estudie y difunda para la construcción de un futuro mejor!. ¡Qué autoridad moral hay que tener, qué manos limpias hay que tener!.

Nosotros, que tratamos de comprender a todos, pero que nos interesa, fundamentalmente, el desarrollo hacia delante de la patria, rendimos nuestro homenaje a todos aquellos que no prestaron los locales al terror, a quienes no hicieron operativos conjuntos con el terror, a quienes no dividieron las organizaciones de masas para negociar con el terror. Rendimos homenaje a la juventud que, con las manos vacías, condenó y condena al terror y al campo de la muerte, levantando la obra constructiva de la vida. Esa juventud, que es la que hoy está aquí presente -representando a mayor cantidad de jóvenes de todo el país, jóvenes trabajadores y jóvenes estudiantes-, comprendió y comprende, cada vez más, mejor y más profundamente, que la historia la escriben las mayorías nacionales y los trabajadores que constituyen su vanguardia. Estos son los únicos que pueden construir el socialismo, porque nuestro problema no es de “orden” sino de sistema económico-social.

En estos años pasados, no se escucharon las experiencias históricas del 30, del 55, del 62 ni del 66, se pretendió continuar conviviendo con los monopolios extranjeros y con el privilegio nativo. No se comprendió que ellos constituyen la columna vertebral de un sistema, de un conjunto de intereses, que puede existir y desarrollarse únicamente luchando en contra de los intereses y derechos de las mayorías nacionales, y saqueando el patrimonio nacional.

Es necesario trabajar para una nueva experiencia de otra profundidad. No por otros hombres, sino por un nuevo sistema. Es necesario concretar, en Argentina y en los países de América Latina, la alternativa de una sociedad socialista donde reine la solidaridad y no la competencia que revienta las cabezas, que nos dice que la forma de ganar es haciendo quebrar al vecino, que nos dice que la forma de estudiar es evitando que otro compañero también pueda estudiar.

Hay que luchar por una sociedad socialista, donde la salud y la educación sean manejadas como los primeros y fundamentales intereses de la sociedad, porque son las bases del bienestar del hombre. Cuando se deje de pensar en la salud y en la educación, como piensa el dueño de la vaca en el veterinario, tendremos una salud pública organizada para promover y preservar la salud, y no destinada simplemente a curar la gente para que pueda seguir siendo explotada. Pero esto sólo puede suceder en un mundo, en una sociedad, socialista, que ponga la economía al servicio del hombre, y no los hombres, mujeres, niños y ancianos al servicio de un plan económico.

La devastación

Nuestra realidad económica, después del golpe de 1976 se modificó rápidamente. El plan estaba preparado y el avance fue vertiginoso. Se adecúa la economía del país a un nuevo reparto del trabajo en el orden mundial, a nosotros nos toca ser campesinos. No a las industrias. Sólo algunos talleres chiquitos para arreglar las máquinas y nada más. Sembrar el campo y criar vacas, debe ser el destino de nuestro país. Las industrias hay que cerrarlas o mandárselas a los vecinos. Si se obliga a ajustar el cinturón a las mayorías nacionales, si se entregan nuestras reservas de petróleo y de gas a los monopolios extranjeros, puede llegar el país a gozar la floreciente realidad económica de los países del Golfo Pérsico. Esta es la panacea que la usura internacional vende a los círculos del poder en nuestro país. La alternativa es clara, o el pueblo se organiza para ser protagonista de su historia, o todos nos preparamos para vivir en carpa.

Mientras tanto, el equipo económico negocia convenios muy perjudiciales: compramos máquinas y vendemos cosas de poco valor industrial, como peras, manzanas, alguna bolsa de trigo –no harina (difícil)-, y así se sigue.

Éste es el "nuevo” concepto de la economía. La especulación reina: si usted tiene una industria y le va mal, abra un departamento financiero: no produzca, preste. Así llegaron ellos, es el mundo de las finanzas. ¿No ven ustedes?: el Colón se lo alquilan a los prestamistas, no se lo alquilan a los trabajadores para que festejen el 1º de Mayo, no se lo alquilan a los estudiantes para conmemorar la Reforma Universitaria. Algún día, no tan lejano, se argentinizará el contenido y el funcionamiento de nuestro teatro.

La más importante conquista social de los últimos tiempos, la Ley de Contrato de Trabajo, fue modificada. Se modificó en beneficio de las grandes empresas. Hay quien resulta ser la parte más castigada en esta modificación -porque así lo de¬termina la filosofía del sistema-, es la mujer, es la maternidad. La modificación ataca el avance logrado por la Ley de Contrato de Trabajo, en los derechos de la mujer trabajadora y de su maternidad. Las Convenciones Colectivas desaparecieron. Las condiciones de trabajo que se discuten en las Convenciones Colectivas -que son mucho más importantes que los salarios- no se discuten más. Sólo se puede discutir el 10 ó el 20% de aumento, le damos manijita a la inflación, al 15% y seguimos cambiando numeritos.

Como dice el pueblo, los salarios siempre suben por la escalera, mientras que los precios lo hacen por el ascensor. Las condiciones de trabajo -la salubridad, eI ruido, la higiene, las enfermedades profesionales- cuestan mucho y no se puede cubrir con aumentos. Entonces, suprimen durante años, todo debate sobre las condiciones de trabajo.

La C.G.T. fue disuelta. A los trabajadores se les quitó más de la mitad del poder adquisitivo del salario. A la pequeña empresa de la ciudad y del campo se les hizo imposible la existencia.

El equipo económico juega a lo grande, a la economía de escala, a los grandes intereses, a los grandes precios; las pequeñas y medianas industrias se empeñan en seguir produciendo. Pero, hay que cerrar. Se puede poner algún "banquito”, alguna financiera, alguna venta de "Todo Importado", cuanto más barato y porquería mejor. Pero no se puede jugar a la industria nacional. De eso, lo poco que queda, está reservado al capital extranjero. El plan sigue su marcha. Se ha jerarquizado la eficiencia para obtener la ganancia. ¿Usted es una de las empresas que tienen una gran ganancia?: merece el apoyo de la ley. ¿Usted no gana?: quiebre, cierre. Acá, la medida es la ganancia. El dios del sistema es el lucro.

La juventud

¿Y la juventud?: ¿qué le ofrecemos a la juventud? La juventud en la casa, ¿qué escucha? La juventud, ¿qué ve en la T.V.?: “Venga acá, coloque su dinero, nosotros le pagamos el 52%”... “Mejor nosotros, que le pagamos el 54%, ¡y duerma tranquilo!". Esto es lo que escucha. Se cierra la fábrica en que trabaja papá, se cae papá del andamio, no hay seguridad industrial. ¿Qué valores se le da a la juventud? ¿Para qué vivir? ¿Para qué estudiar? ¿Para qué sacrificarse? ¿Para, después, poner una financiadora? A la juventud se la empuja al terror, a la nada, a la pornografía, a emborracharse de sensaciones primarias, para que con su pensamiento, no pueda descubrir ningún horizonte en esta sociedad.

Esta sociedad de consumo todo lo invade. La publicidad agrede, revienta la cabeza, viola la libertad. No podemos ir por la calle sin que nos encajen publicidad. No podemos escuchar música sin que nos encajen publicidad. No podemos ver deportes ni espectáculos sin que nos encajen publicidad. Tan nefasto es lo que produce la publicidad, que en Europa occidental, capitalista y cristiana, pero mucho más racional de lo que vivimos acá nosotros, ya hay colectivos y subterráneos, donde hay carteles que dicen: "En defensa de su integridad psíquica, este coche no tiene publicidad". Fíjense la diferencia.

La sociedad de consumo todo lo invade, modifica la ciudad, modifica el urbanismo. La vieja calle de treinta años atrás era la calle para caminar, era la calle para conversar, para vivir, para ir de un lugar a otro. Había calles con árboles, había calles con sombra. En 1958 comienza el proceso de "modernización": Entonces, los árboles se cortan para que puedan verse los letreros de acrílico, para que puedan hacer propaganda los comercios. Esto sigue progresando hasta nuestros días, y ya las calles son todo un gran escaparate; y como la calle no alcanza, se inventan “cuevas” arriba y debajo de la tierra -se llaman galerías- para seguir vendiendo. Y sigue, sigue deformándose todo el contorno y toda la vida del hombre, a través de la sociedad de consumo.

Pero lo que debemos comprender y no olvidar nunca, es lo que dice el refrán criollo: "La lonja es una sola, si se la corta más ancha para un lado, queda más finita para el otro”. Cuando se hace una autopista, ese cemento no va a una vivienda para un trabajador, queda acá en el centro de Buenos Aires; no va a una ruta para la defensa nacional; no va a una ruta para que se comuniquen los productores del interior, los trabajadores del interior; eso queda en el centro de Buenos Aires. Cuando se pone una luz en las grandes avenidas de Buenos Aires, es una luz que no se pone en los barrios de los trabajadores. Y cuando aquí, en el centro de Buenos Aires, se ponen los tanquecitos como macetas para recibir a las reinas, se está dejando sin agua a miles y miles de familias de trabajadores, porque no tienen posibilidades de comprar un tanque para depósito de agua.

Nunca aceptemos el circo. Pensemos siempre que "la lonja es una sola". Cuando se va a inaugurar el monumento al Quijote -hecho a pedazos- no digamos "qué lindo es el caballito". Ese caballito dejó una alcantarilla sin hacer, una calle sin abrirse donde vive la gente que trabaja, que produce. Toda obra debe ser juzgada con ese criterio. Porque la posibilidad, en un momento determinado, es una sola: lo que se hace acá no se hace allá. Tenemos tantos pesos, podemos comprar cigarrillos o leche; compramos cigarrillos, ojo que nos quedamos sin leche para un pibe.

La salud

¿Y la salud? La salud también sigue el camino de la sociedad de consumo. El camino de los que tanto luchan contra el tiempo de la dignidad nacional. El camino de los que luchan contra la ley de nacionalización del medicamento, el camino de los que tanto han luchado y luchan contra la existencia de un recetario único nacional.

Se sabe que, para tratar las enfermedades conocidas con las drogas conocidas, serían suficientes unos trescientos remedios. En nuestro país, hoy existen cerca de treinta mil. La producción de los trescientos sería mucho más racional y mucho más económica. A la lista de estos remedios necesarios, hecha por las autoridades sanitarias del país se le llama recetario nacional. Pero esto no pudo lograrse nunca. Para los monopolios del medicamento y para sus defensores, esto es “subversivísimo”. Hubo funcionarios, que durante el actual gobierno, quisieron hacer algo parecido para los jubilados en PAMI. No están más, ni tampoco el recetario; entraron, sin saberlo, en las zonas de los grandes intereses. En materia de medicamentos, se vende lo que los monopolios quieren. La medicina se orienta mediante publicitados programas de T.V., o en "Congresos" financiados por los laboratorios transnacionales. El visitador médico es el actualizador de la clínica. Entre los programas de T.V., congresos turísticos, solicitadas y las legiones de visitadores con obsequios, naufraga la salud popular, fundamentalmente la salud de los argentinos más humildes.

Reaparecen índices de enfermedades sociales ya hace tiempo olvidados en muchos lugares del país, como son la tuberculosis y la brucelosis, además, no se investiga sobre el mal de chagas; aumentan los accidentes de trabajo, fundamentalmente en la construcción. No hay normas de seguridad, no hay redes ni andamios, no hay nada, sólo la competencia. Hay que producir, hay que trabajar de día y de noche, la mayor cantidad de horas posibles, si “se cayó porque está cansado o puso mal el pie porque está fatigado, bueno, hay otros que vienen”..., lo importante es terminar la obra en el menor tiempo. Así se “jerarquiza” la salud del trabajador. Así se “jerarquiza” al hombre argentino.

También sucede que los trabajadores peor pagos son los que peor obra social tienen. Son los que van al hospital. Y ahí, viene el arancelamiento, dicen: "No puede haber hospitales gratuitos, eso sería terrible”. Lo dicen con cara tan seria que la gente empieza a dudar: ¿qué será lo terrible? Lo terrible es que la gente no puede llegar ni al hospital, no puede pagar. Lo terrible es que la gente va a la farmacia, pide el precio de un remedio y cuando se lo dicen debe pegarse la media vuelta e irse. Así, mucha gente queda sin medicina, y vienen los problemas de la medicina casera. Entonces, los inteligentes dicen: “¡Qué bruta es la gente!”. Y yo les pregunto ¿A qué otra medicina tiene posibilidad de acudir?, ¿a qué otro médico puede llamar?, ¿qué puede pagar? Lo que lleva a la degradación de la automedicación, es el sistema. La responsabilidad es de las actuales leyes del medicamento y de la organización del sistema de salud, que se basan en una concepción de la medicina empresarial. Todos andan buscando el artista que se enferma para atenderlo gratis y así pasarlo por televisión; el sanatorio no le cobra nada, la familia agradecida, y mañana largamos una nueva campaña de suscripción.

El plan económico ataca la calidad de vida de los trabajadores desde muchos ángulos. El descanso dominical, en la práctica, ha sido suspendido. Todo el mundo debe trabajar los domingos: porque son alimentos, porque es de urgencia, o porque... Porque hay que dar ganancias al usurero, ésta es la verdad. Y entonces empeora la calidad de vida y aumenta el alcoholismo, aumenta la droga. Y la culpa no es del drogadicto ni del alcohólico. La culpa la tiene el sistema, que es el que maneja y fija las condiciones de vida.

La educación

Educación, ¿otro delito?: la gente quiere estudiar, quieren entrar a la Universidad, son "subversivos"; ahora quieren entrar todos al colegio secundario, y hasta hay gente que quiere mandar los chicos al preescolar. Entonces, el gobierno saca comunicados: “Señores, no es obligatorio mandar a los chicos al preescolar, no se preocupen si no hay lugar”. Esta es la filosofía del sistema educativo: “la educación popular degrada. La educación tiene que ser para poca gente, gente que puede, gente con plata, gente que sepa hablar, que venga de hogares con experiencia. No cualquiera puede ser médico, no cualquiera puede ser doctor, ¡qué tanto!”. Hay que poner exámenes de ingreso, competitivos, que enseñen a no ayudar, que rompan la cabeza del estudiante, que desarrollen el egoísmo. Van preparando monstruos, y así avanzan, lo logran en parte. No van a cambiar el sentido de la historia, pero la demoran. Es sumamente grave lo que están haciendo con la juventud argentina. Es la concepción elitista: “bibliotecas de noche, ¿para quién?, ¿para los que trabajan? Si esos no pueden estudiar; laboratorios de noche ¿para quién? Clases a la mañana y a la tarde ¿para quién? No, que estudie el que puede, y el que trabaja, ¡mala suerte!”. No es problema de ellos.

¿Cuál es el contenido de la enseñanza?, ¿tiene un contenido formativo? Todo tiende a la especialización, sin ningún concepto básico. Contenidos que desintegran al ser humano, que no lo integra en la universalidad del conocimiento, en los valores nacionales. Una formación de especialista, de traductor de libros extranjeros. Esta es nuestra Universidad.

Y todo se incrementa: las malas condiciones de vida, los aranceles, el costo de los libros. Ahora han inventado el sistema de que los libros que usan los hermanos mayores, no sirvan para los más chicos, y así hacen negocio las editoriales. Estas son todas realidades. Entonces, los jóvenes y chicos dejan de ir a la escuela, al colegio, a la Universidad. Hay un aumento de deserción en la escuela primaria, en la secundaria y en la universidad -ésta ya es menor porque quedan menos-. Ahora, hay exámenes de ingreso en todos los colegios secundarios, haya o no lugar. Tienen que pasar por el filtro.

En la universidad: los aranceles, comenzaron su propaganda diciendo que era algo así como una: concepción avanzada del comunismo universal, primitivo y final de la humanidad, porque, el que tenía ponía para el que no tenía, y todos entraban, sonrientes y abrazados, a la universidad.

Pero a medida que se fueron concretando e ingresando el dinero, cambió la leyenda: "Los aranceles también servirán para bibliotecas, drogas y para material didáctico". O sea que, los aranceles pasaron a ser parte del Presupuesto de las universidades. Entonces, el Estado invierte menos en cultura. Los paga el que puede, el que no, queda afuera. El cuento de la gran confraternidad humana se borró, y quedó descubierta la verdadera filosofía de los aranceles. Rectores y autoridades reconocen, al fin, cuál será el destino de los aranceles universitarios. Al mismo tiempo, la parte del Presupuesto Nacional destinada a Educación, disminuye.

La política de aranceles es muy contagiosa; ahora, los colegios secundarios dependientes de las universidades, también cobran para ingresar. O sea que, también a estos colegios, tiene que ir gente que pueda pagar: que el "Carlos Pellegrini” vuelva a ser lo que fue en la época de los "gansos", volvamos a la época de Juárez Celman. Éste es el proceso.

Vivienda

En vivienda: como sabemos, se han aumentado las cuotas, y eso ha determinado que muchos trabajadores hayan tenido que renunciar a la vivienda. Si el trabajador se hizo la ilusión, durante años, de tener una casita propia -en algunos casos hasta se le había marcado el número de departamento que le correspondía-. “¡Já!, ¿qué quiere, que se le regalemos?; ¿le rompemos la cabeza a él?, ¡qué importa!, ¿le destruimos?, ¡qué importa!, ¿les dejamos un sabor amargo a los chicos para toda la vida?, ¡qué importa!: el que no puede pagar no puede tener". Esa es la filosofía.

Se descongelan los alquileres, se fija el alquiler que se quiere. Es la libertad... de cobrar. Y si el inquilino ejerce la libertad de no pagar, se lo desaloja. La libertad, en cuestión de vivienda, es que se puede elegir entre vivir bajo techo o vivir sin techo; depende de si pagan o no lo que le fijan.

Defender la nacionalidad

Es necesario entonces, compatriotas, superar esta realidad. Tenemos la obligación, como argentinos, como seres humanos, de defender a nuestros niños, de defender los últimos años de nuestros ancianos, de defender la integridad de nuestras familias, de defender la existencia de la Nación Argentina, que es la suma de todo esto. Y, debemos prepararnos, debemos avanzar, para salir del tiempo de la degradación y comenzar el tiempo de la edificación nacional. ¿Con quién?, ¿con qué plan?, ¿con qué modelo?... ¡Con el pueblo y con un plan argentino!

Hoy, cuando nos dicen que todo lo extranjero es mejor, debemos decir que nosotros queremos un plan hecho por argentinos para argentinos; que conocemos todos los planes del mundo; que estudiamos los libros -no los quemamos-, pero que queremos un plan para Argentina hecho con cabeza propia, con cabeza argentina. Y para ello, ¿en qué biblioteca vamos a buscarlo ya escrito?, ¿en qué comercio? No, este plan no está en ningún negocio, este plan hay que buscarlo volviendo al origen de la Nación, al origen de nuestra nacionalidad.

La historia del mundo nos muestra que, cuando hay un vaciamiento moral y material de la patria, es necesario más que nunca, fortalecer el concepto de la nacionalidad. Este concepto de nacionalidad debe servir de plataforma para el lanzamiento de un tiempo nuevo, para la edificación de una patria independiente que garantice la libertad y bienestar de sus habitantes. Esta es la tabla de salvación, rescatar el espíritu de la nacionalidad.

Tenemos, a pesar de lo que se dice, una nacionalidad. Somos herederos del mundo. Los hombres y mujeres de América Latina tenemos la nacionalidad más rica de la historia del mundo. Tenemos que fortalecernos en ella para salir adelante; ésta es nuestra tabla de salvación: la defensa, la ubicación, la definición de los valores nacionales. Esto lo sabemos nosotros y lo saben ellos, por eso, muchas veces, dicen que no habría “nada peor para el proceso que un brote de nacionalismo”.

Nosotros, habitantes de América Latina, tenemos una cultura que es la herencia de milenarias culturas de los pueblos que nos dieron origen.

El problema de nuestra herencia cultural, de todo lo que nos dio origen, no es tratado, hoy, por nadie. Pero siempre fue la preocupación de los grandes pensadores de las diversas corrientes de ideas que tuvo nuestra patria: Esteban Echeverría, con su “Dogma Socialista” (1838); Domingo Faustino Sarmiento, en “Conflicto y armonías de las razas en América” (1883); Joaquín V. González, con “La Tradición Nacional” (1888) y “El Juicio del Siglo” (1910); Juan Agustín García, en “La Ciudad lndiana” (1898); José María Ramos Mejía, en “Las Multitudes Argentinas” (1899); Carlos Octavio Bunge, en “Nuestra América” (1903); Agustín Alvarez, con “La transformación de las razas en América” (1908); Juan B. Justo, y su “Teoría y Práctica de la Historia” •(1909); Manuel Ugarte, en “El Porvenir de la América Española” (1910); Manuel Gálvez, con “El solar de la Raza” (1913); Ricardo Rojas, en “Eurindia” (1922); Ezequiel Martínez Estrada, y su “Radiografía de la Pampa” (1942); y, Raúl Orgaz, en “Sociología Argentina” (1950).

¿Dónde están esos libros?, ¿qué librería los tiene?, ¿qué colegio los tiene al alcance de los estudiantes? ¿en qué programa de estudios figura su análisis? Este es el vaciamiento cultural que se ha hecho en nuestro país.

Nosotros, argentinos, debemos hacer el esfuerzo de asumir esta síntesis de América Latina, y tenemos que asumir la cultura de las grandes civilizaciones precolombinas, es decir de las culturas aborígenes, existentes en América antes de la llegada de Colón.

Asumir el esfuerzo de aquellos colonizadores que realmente vinieron a trabajar, el mensaje de aquéllos, que vinieron a amar a los pueblos -como Fray Bartolomé de las Casas-, la acción de independencia de aquellos hombres como Tupac Amaru, el levantamiento de criollos como los comuneros del Paraguay, como el de los Siete Jefes de Cayastá; el sacrificio, la cultura, el trabajo de todas las corrientes de inmigrantes que llegaron a nuestro país de todas las latitudes, de todos los credos; a ellos, a todos ellos, debemos amarlos, porque integran la nacionalidad rica, maravillosa, poderosa, de nuestra Nación; y, debemos condenar a los que vinieron a matar, a robar, a saquear, para rendir tributo al becerro de oro.

Esa es la riqueza de Argentina y de los países de América Latina. Nosotros somos herederos de la humanidad. Somos la síntesis de civilizaciones asiáticas aún no estudiadas, somos la síntesis de civilizaciones africanas aún ignoradas, y somos la síntesis de todas las civilizaciones de Europa que llegaron a nuestras playas y que, por ser más cercanas, las conocemos mejor. Esta es nuestra herencia: no es que no seamos nada, sino que somos todo, porque tenemos de todas las razas del mundo lo mejor, que son el trabajo, el sacrificio y el amor, que es lo que ha dado identidad a este país.

Por eso, tratamos de profundizar el pasado, de estudiarlo, de amarlo, no para vivir llorando su tiempo, sino para tomar fuerzas de él para alumbrar el futuro, para cargar nuestras baterías, a fin de alumbrar bien el camino hacia adelante de la Nación Argentina.

Hay que salir del tiempo de la degradación nacional, y comenzar el de la edificación, porque nosotros queremos, por sobre todas las cosas -y lo hemos demostrado con todos los riesgos- evitar el tiempo del odio. Queremos pasar al tiempo de la construcción, que es el tiempo del amor, y evitar el tiempo del odio que profundizará la muerte en perjuicio de los intereses nacionales, y en beneficio exclusivo de los intereses que se agitan al este y al oeste de nuestra patria. Esto lo debemos comprender bien, y esta responsabilidad debemos asumirla todos. Esta es la auténtica responsabilidad nacional: salir del tiempo de la degradación, evitar el tiempo del odio, y crear el tiempo de la construcción.

Podemos convocar a todo el dolor, a todos los ausentes -porque son todos argentinos, son bajas de la Nación Argentina-, para un futuro de independencia nacional, de libertad y de bienestar. No podemos convocar a nadie a superar el pasado y a amar, para continuar viviendo en una realidad estructurada en beneficio de la usura extranjera.

Debemos profundizar el estudio de nuestra historia. José Ingenieros -cuyos libros tampoco están en las librerías y esto no preocupa a ninguna autoridad educacional- dijo: “La justa comprensión del pasado enseña a meditar en el presente y a prever el porvenir, porque la historia viva de una raza se compone de victorias y derrotas, triunfando hoy la infamia y mañana la justicia". Con este sentido, señalaremos algunos aspectos del pasado, para ver cómo se organizó esta Nación, que nos quieren hacer creer que sólo sirve para producir vacas y cereales. ¿Qué fue de la Argentina, la Argentina que no se estudia, la que se quiere borrar? Veamos sintéticamente algunos aspectos.

Unir nuestros pueblos

José Artigas nos dice que todos los pueblos deben fundirse en uno.

Dijimos que no puede haber en América una Nación libre e independiente si no es en el marco de la unidad latinoamericana. Tan cierto es, que en estos tiempos aparecen, en todos los diarios, las solicitadas de los grandes monopolios extranjeros diciendo: "No tenemos nada que ver con el Tercer Mundo, no tenemos nada que ver con América Latina, Argentina es un país especial". Esto quiere decir que la unidad latinoamericana es buena, quiere decir que la unidad latinoamericana nos permite avanzar hacia la independencia.

En la Argentina siempre hubo hombres que pensaron que nuestro país podía ser grande, independiente y libre, estando integrado, unido, coordinado, con los demás países de América Latina. Castelli, aquel hombre inmortal de nuestra emancipación, el que no negocia, el que no le fija precio a la tarea de la Independencia, el que no la “conversa”, el que la hace -y por eso la oligarquía lo condena-; desde las ruinas de Tiahunaco, pronuncia el 25 de Mayo de 1811, su mensaje para la unidad de los pueblos de América Latina, en un nuevo sistema, libre e independiente del dominio español.

San Martin, que no mata al indio, que lo respeta, que lo incorpora a las tareas de la independencia nacional, emite proclamas en quechua, en aymara, en guaraní, en araucano.

La Asamblea del Año XIII, que es nuestro primer gran Congreso, adopta para nuestros símbolos patrios -bandera y escudo-, el sol con rayos flamígeros –que es más difícil de dibujar para los niños– pero que es el sol incaico. Rescata y toma la herencia cultural de la gran civilización del Inca.

Bernardo de Monteagudo, quien fue el gran asesor de San Martin, su Ministro en Chile y Perú, el continuador de la obra de Moreno, esa gran inteligencia de quien no se conmemora el nacimiento ni la muerte, presentó en la misma Asamblea un proyecto de organización de los Estados Unidos de Sud América.

Fray Cayetano Rodríguez, en 1816, comentando la declaración de la Independencia, dice: "Unión, Americanos; no perdamos por nuestra discordia, esta preciosa joya que nos vino de lo alto".

San Martín, en 1845, en carta al General Guido, escribe: "Yo no soy de ningún partido político, sí soy del partido americano".

José Hernández, el poeta, expresó, en 1870: "La América es la patria del porvenir y no son barreras bastantes a dividirla nuestros grandes ríos y nuestras altas cordilleras. El espíritu revolucionario que vadeó los unos y horadó las otras, clama por el complemento de la obra comenzada".

El gran militante -silenciado- de América Latina, Manuel Ugarte, escribe, en 1910, "El porvenir de la América española"; en 1912, recorre los 22 países de América Latina, planteando la unidad. Es recibido por los trabajadores en sus sindicatos, por los estudiantes en las universidades, por los intelectuales en los ateneos. En 1914 crea la Asociación Latinoamericana.

Hipólito Yrigoyen, el gigante acallado, en 1917, convoca en Buenos Aires, a un congreso latinoamericano para fijar una posición unida frente a la Primera Guerra Mundial, en la que se enfrentan los intereses de las metrópolis de Europa. Los Estados Unidos atacan de inmediato la convocatoria de Yrigoyen, porque les rompe su farsa de panamericanismo y, económicamente, logran presionar a la gran mayoría de los países de América Latina. Sólo México -que viene de producir su gran transformación social, nutrida en las ricas raíces mayas y aztecas- viene a Buenos Aires, y ambos países se encuentran en una política de integración latinoamericana.

En 1925 se funda la Unión Latinoamericana, inspirada por José Ingenieros. Su primer Presidente es Alfredo Palacios, y Deodoro Roca funda la filial de Córdoba.

F.O.R.J.A., que comenzó siendo una agrupación de jóvenes radicales, y se transformó, luego en un fortín de lo nacional, expresó: "...mantener la posibilidad de la concertación de las naciones americanas, homogéneas, cuya reunión, exenta de la presencia de los imperios dominantes, constituirá la fuerza que amparará a cada una y nos ayude a cumplir los fines propios de esta Nación, que anunció al mundo una nueva forma de sociedad humana, sin opresores ni oprimidos, y sin exclusiones de sangre ni de raza" (Mayo de 1941).

En F.O.R.J.A. se encontraba Raúl Scalabrini Ortiz, hijo de un sabio inmigrante italiano, don Pedro Scalabrini, profesor del Colegio Normal de Paraná. Nunca se entregó, y por ello le tienen un miedo tremendo. Vimos cómo le sacaron el nombre a su calle, y le volvieron a poner Canning. Este patriota, que escribió tantas páginas de dignidad nacional, de soberanía nacional, vivía en una vieja casa de Vicente López. La última legislatura de la Provincia de Buenos Aires votó una partida para comprarla y transformarla en museo. El actual Gobierno de la Provincia dejó sin efecto esa resolución por razones de economía, y la casa desaparecerá. A pesar de borrarse su nombre de las calles, de venderse su casa, la obra, el trabajo, la lección de Raúl Scalabrini Ortiz es una lección de verdad, de dignidad, y de nacionalidad para la juventud argentina.

Terminamos esta síntesis sobre la unidad latinoamericana planteada por argentinos, con una frase que fuera pronunciada por un argentino electo tres veces Presidente Constitucional de la República, el General Juan D. Perón: "La integración continental de América Latina es indispensable: el año 2000 nos encontrará unidos o dominados, pero esa integración ha de ser obra de nuestros países, sin intervenciones extranjeras de ninguna clase..." (1968).

Los trabajadores argentinos

¿Qué hicieron los argentinos en la organización del movimiento obrero?

Este es otro de los grandes motivos de orgullo de los argentinos, de los trabajadores argentinos. Pero tampoco está en los libros, tampoco se enseña. Hay que buscarlo en los pocos sótanos que quedaron con libros.

Esos libros ¿qué nos dicen? Que en 1857, hace 123 años, se creaba la primera organización sindical de Argentina, la Sociedad Tipográfica Bonaerense. Son sus trabajadores quienes protagonizan, en 1878, nuestra primera huelga organizada. En 1887 se crea la Fraternidad. En 1890 se crea la primera central obrera de América Latina, la Federación de Trabajadores de la República Argentina. En 1901 se crea la FOA, que se transforma, en 1904, en FORA. Yendo a grandes saltos, en 1914, la FORA es reconocida nuevamente como central única, llegando a tener 200.000 afiliados en 1920 -siendo la organización más representativa de América Latina a nivel gremial-. En 1930 se crea la CGT, que luego, en 1935 se divide e CGT-Independencia y CGT-Catamarca; en 1942, vuelve a dividirse en la CGT Nº 1 y la CGT Nº 2. En 1945, con el accionar de la Secretaria de Trabajo y Previsión, vuelve a ser central única, llegando a tener, en 1947, más de cuatro millones de afiliados; siendo la más representativa de América Latina.

Con el Golpe Militar de 1955 se interviene la CGT, igual que en 1976, hasta que se la disuelve en 1979, queriendo volver a la época de Juárez Celman, antes de la primera central obrera.

La disolución de la CGT favorece la desintegración nacional, al atomizar su principal basamento, la clase trabajadora. Esta disolución permitirá que los intereses internacionales monten en nuestro país sus propias organizaciones sindicales, como lo han hecho en otros lugares del mundo. Nadie puede afirmar que esto favorezca a la unidad y a la soberanía nacional.

Más de cuarenta años de funcionamiento tiene la organización nacional de los trabajadores que hoy se pretende disolver. Ella no registra mayores yerros que los demás sectores de la vida nacional, pero registra en su favor estar integrada por la inmensa mayoría de los que trabajan, por los que han hecho y hacen la Nación.

Se pretende volver atrás, se pretende volver al país en donde los trabajadores no tenían participación alguna a ningún nivel. Se pretende, utópicamente, borrar nuestra historia nacional, y en lugar de adaptarse, aquéllos que no pueden convivir con el progreso social, intentan suprimirlo.

Utilizando el poder usurpado podrán hacer mucho daño a la organización de los trabajadores, en verdad, éste es uno de sus objetivos históricos. Pero, en el tiempo, la conciencia y la fuerza de la clase trabajadora, vencerán.

La juventud debe conocer la historia de nuestro movimiento obrero porque ella es la base de nuestra historia contemporánea. Para ello, debe rescatar de la "quema" y estudiar: "El movimiento sindical argentino", de Sebastián Marotta; "Gremialismo proletario argentino", de Jacinto Oddone; "Historia del movimiento social y la clase obrera argentina", de Alfredo López.

Los argentinos construyendo

¿Qué hacen los argentinos en el campo nacional y popular?

Cuando existe un Presidente como Juáres Celman, que dice: "El Estado debe sólo actuar en los casos en que ningún particular pueda llevar a cabo la tarea", expresión magnífica, adelantada, de la subsidiariedad del Estado. ¿Cuál es la respuesta? Surge el movimiento de la juventud, que, el 1º de setiembre de 1890, en el mes de la primavera y la juventud, produce el gran acto del Jardín Florida en Buenos Aires. Y esta juventud abre el camino creando la Unión Cívica de la Juventud. En 1890, la juventud no estaba sospechada, los grandes siguen su camino, y comienza un tiempo de definición. Se crea la Unión Cívica y, finalmente, después de la Revolución del 90, se crea, en Rosario, la Unión Cívica Radical. Ese día, Alem dice una frase que conviene recordar: “La Unión Cívica no se ha propuesto la elevación de un hombre al poder, sino cambiar el régimen imperante. Este sistema depresivo de la dignidad de los argentinos continuaría apoyado por las situaciones de las provincias, donde imperan con más crueldad los del poder; y en semejante hipótesis, se esterilizarían hasta los buenos propósitos del candidato. Entonces, la conciliación con el oficialismo serviría para mantener y consolidar, lo que se propone destruir la Unión Cívica, con el aplauso del país entero". Estas palabras definen la razón histórica del radicalismo.

El tiempo de la esperanzase inicia con el triunfo de Yrigoyen en 1916, y en 1928, y, se acelera el 17 de octubre de 1945.

En 1916, por primera vez en nuestra historia, la clase media llega al poder político. Intentó poner bajo control nacional a algunos monopolios extranjeros, y practicó una política exterior digna e independiente de las grandes potencias. Se impulsó la legislación social en términos desconocidos hasta entonces: la jornada de ocho horas, el descanso semanal y otras reivindicaciones son acogidas por el gobierno de Yrigoyen. Ocho millones de hectáreas usufructuadas por la oligarquía terrateniente, son entregadas a pequeños propietarios, en propiedad o en arriendo. Se creó y desarrollo Yacimientos Petrolíferos Fiscales. Se defendieron los ferrocarriles del Estado, y se anularon las ventas de ramales a compañías extranjeras. La ingeniería ferroviaria nacional vivió su hora más gloriosa e integradora: el ferrocarril une Salta con Antofagasta, y, se construye, también, el ramal Salta-Bolivia.

Presionado por la oligarquía terrateniente, a la que no pudo expropiar, y por monopolios extranjeros, que no pudo nacionalizar, el gobierno de Yrigoyen se vio envuelto en terribles conflictos con los trabajadores, cono la Semana Trágica de 1919, y las huelgas patagónicas de 1921. Debilitado en sus bases de sustentación popular, y ante la unión de todos los sectores antinacionales y antipopulares, es derrocado por la oligarquía y los intereses extranjeros, el 6 de setiembre de 1930. El pueblo, que no se equivoca, acompañó con dolor y sentimiento el último tramo del camino de don Hipólito Yrigoyen, ratificando que, con su obra, la Nación vivió un tiempo de esperanza.

La corrupción, que fue la característica de este régimen no surjido de la voluntad popular, termina por descomponer el sistema fraudulento y elitista que venía degradando al país, desde setiembre de 1930.

Pero, paralelamente, Argentina había comenzado a desarrollar una considerable estructura industrial, en cuyo contexto la CGT se fue convirtiendo en una amplia organización de masas, que llevó a la participación popular, especialmente la de los trabajadores, la que definió, el 17 de octubre de 1945, el contenido del movimiento iniciado en junio de 1943.

Comienza una etapa que posibilita la planificación de la economía, y desarrolla el papel del Estado en defensa de los intereses sociales de los trabajadores y del patrimonio nacional. La Argentina, a la cual la división internacional del trabajo -diseñada ayer como hoy, por el imperialismo-, le atribuía el rol de potrero de los frigoríficos extranjeros, desarrolla una política industrial que la llevó a la vanguardia del proceso económico de América Latina. El país llegó a poseer la organización gremial mayoritaria y mejor organizada del continente. Se multiplicó la legislación social que beneficiaba a la mayoría de los trabajadores: una importante parte de la renta nacional “toma la calle” para el lado de los que trabajan, para el lado de los "cabecitas negras". Los trabajadores argentinos apoyan a un gobierno que hace respetar sus derechos, que les permite ser considerados como seres humanos en todos los niveles sociales.

Esta nueva realidad social no fue comprendida por muchos que esquivaron a la Argentina real, por la Argentina del esquemita puro, encuadernado, que sólo existe en las librerías. Muchos hombres honestos, sin darse cuenta de que, en definitiva, estaban en la vereda de enfrente del proceso nacional y popular, daban la espalda a esta nueva realidad social que se inicia en 1945. Algunos de ellos habían adoptado la misma actitud anteriormente, con Yrigoyen.

Pero, otra cantidad de hombres, sí entendieron y comprendieron el proceso, y colaboraron con las nuevas fuerzas, derrotando a Braden -Embajador de los EEUU en nuestro país, e ideólogo de la Unión Democrática-, en 1946. Radicales encabezados por Quijano, y socialistas como Borlenghi, Bramuglia y tantos otros, recorrieron este camino.

1952 jalona otra victoria del Movimiento Justicialista, al triunfar, abrumadoramente, en las urnas.

El espíritu digno, austero y nacional, de Hipólito Yrigoyen, reaparece en nuestra vida pública, con Arturo Illia, en 1963. Con su sencillez, con su fuerza que hunde sus raíces en la esencia de la Nación, canceló las entregas de nuestro petróleo que se habían hecho a los monopolios del imperialismo. A su iniciativa, llegó al Parlamento el proyecto de quitas a los monopolios del juego impúdico de los medicamentos. Impidió que los integrantes de las FFAA fueran cómplices en la aventura imperialista en Santo Domingo. Y, como pasara en 1930, los monopolios impulsaron, una vez más, el desconocimiento de la voluntad soberana del pueblo: 1966 marcó el inicio de otro período de degradación nacional.

El General Perón, después de padecer todo tipo de "procesos", de "degradaciones", y un larguísimo exilio, fue plebiscitado por el pueblo en 1973, por porcentajes sin antecedentes en nuestra historia.

Este es el pueblo tozudo, el que, con un mandato nacional y popular, emerge en la Historia: en la Revolución de los Siete Jefes -primer levantamiento criollo frente a la dominación española-; marcando el fin del siglo y de una etapa pastoril, con la figura telúrica de Leandro Alem; y, que hoy, comienza de nuevo a intercambiar contraseñas para apurar el final de esta nueva época de degradación que vivimos los argentinos.

Los socialistas argentinos

¿Qué hace Argentina en el campo de las ideas socialistas que se difundían en el mundo a fines del siglo pasado?

En Argentina se crea el Partido Socialista en 1896, bajo la dirección de Juan B. Justo. En 1903, en San Nicolás de los Arroyos, Agustín Reynes, es elegido el primer representante socialista. En 1904, le “sale el primer diente” a La Boca, y Alfredo Palacios se convierte en el primer diputado socialista de América. En 1912, regresa Palacios al Parlamento, esta vez con Juan B. Justo. Y, en 1913, se incorpora el primer Senador socialista de América, aquella figura revolucionaria, tapada por el silencio de la prensa oligárquica: Enrique del Valle Iberlucea.

Estos representantes del socialismo llegan al Congreso y comienzan a edificar toda una legislación social que pronto será la más completa de América. En 1905 Palacios obtiene la sanción de la Ley de Descanso Dominical. En 1906 presenta el primer proyecto legislativo en el mundo, sobre la limitación de la jornada de trabajo a ocho horas, que no fue aprobado. En 1907, hace aprobar el proyecto que regula el trabajo de mujeres y menores. Todo esto hay que estudiarlo para ver cómo fue la lucha, para ver cómo se reiteran los argumentos de quienes son la expresión de la degradación del país.

Cuando leemos los diarios de sesiones del Parlamento de entonces, constatamos que los argumentos de la oligarquía de esa época son los mismos que hoy. Las asociaciones patronales le decían a Palacios: "Si se aprueba esta terrible legislación sobre el trabajo de las mujeres y los niños, no podrá la industria textil competir con la extranjera. ¡No se puede aprobar esta ley, en defensa de la industria nacional!". Como trampa de siempre, agregaban: "En defensa de las propias fuentes de trabajo, no puede aprobarse esta ley". Pero la ley fue aprobada en 1907, ante la insistencia inconmovible de Palacios. En 1913, el diputado por La Boca, presenta el primer Proyecto de Ley sobre Arrendamientos Rurales, aprobado en 1924. Y, en 1915, logra la sanción de una ley que aún sigue vigente: la Ley de Accidentes de Trabajo.

En 1918, Dickmann hace derogar el único error de la Ley 1420: el pago de aranceles para la inscripción; y, en 1923 consigue, luego que el presidente Alvear vetara la primera iniciativa, que el Congreso apruebe la ley que exige el pago de salarios en moneda nacional.

Antes, en 1921, el Senador del Valle Iberlucea, obtiene la aprobación de su proyecto de prohibición de fabricar cerillas que contuvieran fósforo blanco, en prevención de la salud de los trabajadores.

En 1924 se aprueba, por iniciativa socialista, una nueva ley sobre trabajo de menores y mujeres, la más avanzada del mundo en su momento y aún vigente. Tenía un artículo que establecía que toda empresa con más de 50 trabajadores debía tener una guardería infantil... Hoy, ese artículo está suspendido. Todavía no se ha cumplido lo aprobado en 1924. Y, en 1934, Adolfo Dickmann impulsa la sanción de la ley más completa en materia laboral, la Ley 11729 de Empleados de Comercio; mientras que, entre 1933 y 1938, Palacios logra la sanción de cuatro leyes de protección a la maternidad y la infancia.

Todo esto lo hicieron los socialistas argentinos en el campo de las nuevas ideas. Esto integra la cultura nacional y la tradición de lucha de nuestros trabajadores. Refleja la repercusión, en nuestra patria, de las ideas que, en materia de organización social y económica surgen en reconocimiento de la nueva clase trabajadora, a mediados del siglo pasado, y, en la historia del pensamiento humano: el socialismo científico.

Con las particularidades de cada país, con las modalidades de cada credo, con la idiosincracia de cada pueblo, marcadas fuertemente por la tradición de cada nación, estos principios serán los que regularán la vida y las relaciones futuras entre los hombres, en un mundo de paz y de solidaridad.

Los educadores argentinos

¿Y qué es lo que hemos hecho en Educación?, con esa palabra que designa el quehacer superior de los hombres: conformar los hombres del mañana.

En la Primera Junta de 1810, Manuel Belgrano es el eco de las corrientes más progresistas del mundo. Belgrano es el mismo que dona sus sueldos y premios para construir escuelas. Moreno crea, en 1810, la Biblioteca Nacional, que hoy -cuando se terminan las autopistas y los grandes estadios para el Mundial de fútbol- aún no está terminada. En 1973, se crea el Colegio Nacional de Buenos Aires, que dirigió aquel hombre de ideas socialistas, Amadeo Jacques. En 1870, se funda el Colegio Normal de Paraná, con la Dirección de ese gran maestro que fue el español José Luis Torres, y, como profesor, el italiano don Pedro Scalabrini. En 1882, hace casi cien años, se organiza en Buenos Aires, el más avanzado Congreso Pedagógico sudamericano, que defiende los adelantos de todo el mundo en materia educativa. Adelantos que son volcados dos años después, en 1884, en la ley madre de la educación argentina, y faro de la educación popular en toda América Latina: la Ley 1420. En ella se establece la educación obligatoria, gratuita, común y laica. Durante cien años han atacado, la oligarquía y la reacción, a la Ley 1420, y no la han podido mover. La modifican, la cercenan, la amordazan, pero la ley sigue.

Nosotros proponemos que Argentina haga, en el centenario de la Ley 1420, en 1984, el gran debate educacional para recomponer, en la etapa de la edificación nacional, los sistemas de educación preescolar, escolar, secundaria y universitaria.

En 1916, la oligarquía -que cuando se pone a delirar es terrible, porque es el delirio del moribundo-, reduce los grados de la escuela primaria de seis a cuatro: "Son suficientes para el peón", dicen. En 1917, el Congreso reestablece los seis grados. En 1919, los socialistas proponen en el Parlamento que, los Consejos Escolares de Padres sean elegidos con el voto de todas las madres y padres.

En 1918, se crea la Federación Universitaria Argentina (F.U.A.), organización madre de los estudiantes universitarios. Y, ese mismo año de 1918, desdé Córdoba, la juventud argentina, con una gran sensibilidad, emerge con el movimiento de la Reforma Universitaria, para acondicionar la vieja Universidad de los mediocres al nuevo tiempo. La gesta de la Reforma Universitaria, avanzada de la democratización del nivel universitario en todo el mundo, se extendió como reguero de pólvora por toda América Latina, ganando cientos de miles de voluntades juveniles, que transformaron los contenidos y la estructura educativos, generaron a influenciaron organizaciones estudiantiles, juveniles y políticas. Cincuenta años después comienza a llegar a Europa y a difundir sus principios.

Por más que se estructure la universidad de élite, de la élite de los mediocres, que para existir debe estar separada del pueblo, la Reforma siempre existe y se desarrolla. Y ello es así porque la universidad sigue asentada sobre territorio nacional, nutrida por jóvenes argentinos que nunca podrán dejar de reflejar el debate constante entre el pasado y el porvenir.

Nosotros apostamos a la Reforma Universitaria, que es el porvenir: condenó la universidad de minorías, y creó una universidad de mayorías, democrática, con escuela de democracia -donde las autoridades eran elegidas, y los problemas tratados por estudiantes, docentes y graduados-. Sostuvo que la razón de ser de la universidad y de la educación misma son los estudiantes. Postuló la autonomía universitaria, para salvaguardarla de los embates de la reacción. Estableció los concursos periódicos a fin de renovar la ciencia en las aulas, y permitir el permanente rejuvenecimiento pedagógico. Desarrolló la ciencia, y jerarquizó la práctica sobre la teoría. Impartió una formación integral. Creó escuela de conceptos. Fundó nuevas universidades y facultades.

Todo lo nuevo, lo tecnológicamente valioso que se hizo en el país, también lo incorporaron los jóvenes de la Reforma Universitaria. Inclusive los premios Nobel en ciencias, que siempre han sido tan enemigos de la Reforma, son Nobel gracias a la universidad reformista. Fue la universidad reformista la que les dio un método e impidió que corrieran la suerte de Servet. ¡Qué triste ha sido su destino: maldecir la luz que les iluminó el camino!

Gracias a este movimiento somos la avanzada de las ciencias en América Latina.

En 1950, tuvimos la gloria de contar con el mayor porcentaje de universitarios del mundo, en relación con la población. Y, en 1949, el gobierno popular había derogado todo tipo de aranceles.

Hoy, la universidad tiene exámenes de ingreso, tiene aranceles. Hoy la universidad no tiene cultura, no tiene bandera, no tiene ciencia. Y aquella gran Universidad de América Latina, -que fue la Universidad de La Plata, faro de la cultura nacional, que era la Sorbona de América Latina; que dio presidentes, ministros, líderes populares a todo un continente-, es hoy, escenario de un torneo medieval entre cazadores de brujas, que marcan el nivel de la anticultura oficial.

Hoy, Argentina ya no tiene nada que decir. Dejamos de ser faro, porque no tenemos con qué iluminar. Los carceleros han apagado la luz.

Estas son algunas de las cosas que realizamos los argentinos. Podríamos seguir hablando sobre salud, sobre los grandes médicos de provincia, o los que lucharon contra la peste, o de las grandes escuelas de enfermería. Podríamos hablar de la vanguardia de la mujer argentina en la lucha social, en la lucha por la cultura. O, podríamos hablar de las hazañas de Matienzo y de Newbery; de la pasión soberana de Piedrabuena, Sobral y Storni; de la pasión austera, organizadora y nacionalizadora de Ricchieri, Savio, Mosconi. Podríamos hablar de la visión de Bialet Massé, o del apostolado del vigía Moreno. Hablar de los millares que con sus huesos marcan la participación argentina en la epopeya de la humanidad; quienes con la lanza y el sable enseñaron al mundo a escribir "libertad", y no "fratricidio". Quienes con sus manos abrieron picadas y con sus picos en la roca del Ande agregaron a la geografía nuevas quebradas. Podemos hablar de quienes desaparecieron para siempre en nuestras heladas aguas del Sur, o sobre aquellos que, en la soledad de las fronteras y las bases, constituyen las terminales de nuestra soberanía cultural y política. Y, por sobre todas las cosas, debemos hablar de los que, con su trabajo de todos los días, en las ciudades y en el campo, en la tierra, en el mar y en el aire, hacen posible esto que se llama Argentina.

Todo esto es nuestra patria. A todo esto no renunciamos. De todo esto estamos orgullosos, y en base a su conocimiento y perfeccionamiento, construiremos el futuro.

Respetar la soberanía popular

¿Cómo podemos salir de la actual situación?

De la actual situación se puede salir de una sola manera: RESPETANDO LA SOBERANIA POPULAR. Bajando a la realidad: no creyendo en magos ni en iluminados. Aceptando la voluntad popular para iniciar el tiempo de la edificación nacional.

Debemos plantearnos el reconocimiento de la soberanía popular como único basamento válido de la organización institucional de la Argentina de 1980. Pero, también, debemos comprender que el ejercicio de la soberanía popular no corregirá, no va a suprimir automáticamente, todos los problemas, ni va a cambiar el tiempo de la degradación nacional en tiempo de edificación nacional, en forma mecánica.

La juventud -que es futuro y desborda-, que es impaciencia; y el que tiene hambre, que es más impaciente -y con razón-, preguntan: ¿Cuánto demorará este proceso? nosotros tratamos de decirles cosas difíciles en forma fácil -y quizás no hay nada más difícil que eso-. Tenemos que aprender a revalorar el concepto, la palabra, la idea de tiempo. Sobre todo, teniendo en cuenta que muchas experiencias recientes de nuestro pueblo, a causa de no respetar el tiempo, guiados por lo inmediato, por el "para mañana", terminaron en una terrible frustración que nos cuesta mucho años de atraso.

La medida del tiempo para la patria, la medida del tiempo que pasará para transformar nuestra sociedad, está determinada por nuestro trabajo, por el trabajo de los argentinos para mejorar el nivel de conciencia y organización del pueblo, y, fundamentalmente, de los trabajadores. Este es el reloj del tiempo social. El avance de la conciencia, el avance de la organización de los sectores populares, es el almanaque de la historia. No es cuestión de ponerle una fecha aquí. Es cuestión de ponerle fecha en las fábricas, en los barrios, en las aulas, en el campo.

Esta es la lección de la historia. Todo lo debemos aprender juntos. Sabemos que un niño se gesta en nueve meses, eso es sabido y aceptado. Un nuevo país, un nuevo sistema, demora en organizarse. El tiempo que demora es el tiempo que tarda en comprender la necesidad de organizarse. Recién entonces, cuando lo comprendemos y trabajamos para organizar la agrupación sindical, la agrupación estudiantil, el club de madres, el club de barrio, estamos gestando el tiempo social. Cuando gritamos que apure el tiempo, estamos perdiendo el tiempo.

Es necesario saber que en el tiempo el pueblo va viviendo la experiencia. Habrá avances y retrocesos. Se va a tomar por caminos erróneos y se volverá al buen camino. Habrá buenos y malos diputados, concejales, gobernadores, secretarios generales de sindicatos, presidentes de cooperativas. Esto no es lo decisivo, lo importante es que se prepare un futuro mejor. Este es el signo del avance.

Los que hemos vivido la experiencia diaria de nuestros pueblos, los que hemos escuchado la prédica utópica de la aceleración de los procesos, que sólo aceleraron el dolor y la pérdida de juventud, los que hemos escuchado y padecido a los que reiteradamente manotean el poder popular, rompen las instituciones republicanas y pisotean los derechos sociales, los que hemos sobrevivido a todo eso, hemos aprendido a respetar el tiempo de avance de los pueblos. Hemos aprendido que las realidades sociales e institucionales no se importan, ni del Este ni del Oeste. Hemos comprendido que la estabilidad política nace de la capacidad de organización del pueblo, de su capacidad para neutralizar a sus enemigos, y no de la elaboración de los politicólogos que creen que el carro se pone delante de los caballos.

Nosotros debemos pagar el precio de la interrupción, de la marcha y contramarcha. Esto debemos comprenderlo. Sobretodo debemos comprender los errores de los gobiernos elegidos por el pueblo, que son los únicos que no se aceptan y los únicos que se juzgan. Mientras que los gobiernos que nadie eligió -cuyo primer error es existir-, creen que no cometen errores y que no pueden ser juzgados por nadie.

El tiempo es del pueblo y no de los usurpadores. Decimos que hay que comprender que pasará tiempo antes de resolver los problemas. Pero la administración y el manejo de ese tiempo le corresponden al pueblo. Por eso pensamos que debe convocarse a elecciones libres y sin proscripciones en forma inmediata, y de conformidad a las leyes y reglamentos preexistentes a marzo de 1976.

Reintegrada la casa a sus legítimos dueños, estimamos necesaria la convocatoria a todos los argentinos a formar una Asamblea Constituyente. Que sea el pueblo de la Nación, y no un grupo o sector, el que determine cómo se organizará la Nación y cómo será gobernada.

En esa Asamblea Constituyente, nosotros queremos plantear y plantearemos el fortalecimiento de los organismos representativos del pueblo. Es decir, propondremos el fortalecimiento de la Cámara de Diputados, del Concejo Deliberante, de las Cámaras de Representantes, de las Cámaras Provinciales. Nos damos cuenta, con todo el dolor del pasado, que debemos aprender que nuestros cuerpos de gobierno no son suficientemente representativos, y que esto determina su debilidad. Entonces, es una obligación abrir la cabeza, salir de los viejos esquemas y lograr nuevas formas de gobierno que creen órganos más representativos. Con la experiencia argentina planteamos el fortalecimiento de nuestros órganos representativos, de nuestros organismos integrados por representantes del pueblo. Fortalecerlos con representantes, no sólo de los partidos políticos, sino también con representantes de las grandes funciones nacionales que, entendemos, son tres; salud, educación y seguridad.

Creemos, dada la importancia de aquellas funciones para la vida del país, que a todo nivel -nacional, provincial y municipal-, quienes tienen la responsabilidad de la salud y la educación deben incorporarse, democráticamente elegidos en sus organizaciones, a las Cámaras de Diputados, a los Concejos Deliberantes, etc.

También, a todo nivel, deben participar los representantes de la seguridad, que serán elegidos de acuerdo al funcionamiento jerárquico de sus instituciones.

Cuando discutamos un plan de salud pública, queremos saber la opinión de los que trabajan en la salud: los médicos, las enfermeras, los integrantes de los organismos de salud. Creemos que tienen derecho a opinar a la luz del día. Se debe conocer su opinión sobre la mesa.

Cuando tratemos un plan educacional, queremos conocer la opinión de los docentes, de las cooperadoras escolares, del gran colmenar de la educación. Pero siempre que exista una representación en forma orgánica y democrática. Queremos una organización democrática que organice y democratice todos los niveles de la vida nacional, que trate los problemas sobre la mesa y frente al país.

Y cuando hablemos de salud, de educación, cuando tratemos todos los problemas generales y particulares del país, queremos que estén presentes los representantes de toda la actividad nacional. Que de Salta a Ushuaia, todos en pie de igualdad, expresen su opinión y asuman su responsabilidad ante los ojos del pueblo, a quien consideramos el único gran fiscal y gran elector.

Esos organismos tendrán como mayoría simple a los candidatos de los partidos políticos, elegidos por el voto directo del pueblo. Además, se incorporarán todas las organizaciones que representen sectores funcionales de la vida nacional. Que opine y vote el movimiento obrero sobre todos los problemas del país. Queremos que participe la juventud, que se incorporen los colegios profesionales, las organizaciones deportivas, las instituciones culturales. Queremos abrir la participación del poder a todos los niveles y en todas las funciones.

Este es el respeto sincero de la soberanía popular, no el tramposo. Por eso impulsamos esta participación. Nosotros, posiblemente los más críticos, ofrecemos la mayor participación a todos los sectores. Pero esto, que lo comienzan a sentir y a expresar muchos sectores de la vida nacional, no es planteado por nadie orgánicamente.

Es necesario pelear y enfrentar a las instituciones momificadas. Los que nunca estuvieron de acuerdo con Alberdi, hoy, 130 años después, se aferran a sus Bases ya superadas, que ni el propio Alberdi con su método aprobaría hoy.

Esta es nuestra propuesta para el fortalecimiento de los organismos que representan la voluntad popular, única fuente del poder político que reconocemos.

La tarea será larga, será difícil, pero también será fácil, porque es coherente. Y, ¿por qué es coherente?, ¿porque lo pensaron tres o cuatro individuos vivísimos? No, es coherente porque se ajusta a la realidad, porque se ajusta a la lección de nuestra historia. Porque la realidad es coherente y esta propuesta nace de la realidad. Una realidad que se inicia allá, en la composición diversificada y representativa de los cabildos.

En la realidad actual no sólo debemos advertir la degradación que la recubre, sino también la exigencia que viene desde abajo, de cambiar el sistema, de crear un nuevo mundo. Esta exigencia no puede concretarse en la alternativa de una nueva lista para mañana a la tarde. Esta exigencia requiere concretarse en una nueva sociedad, donde haya lugar para los niños y los ancianos, donde los hombres se sientan hermanos de los hombres, y donde las familias no sean cardadas por la sociedad de consumo.

La realización de la nueva sociedad será difícil. Es necesario terminar con los que rapiñan, con los que explotan. Para ello es fundamental ganar al pueblo y, especialmente, a los trabajadores y a la juventud. ¿Para qué?, ¿para que nos elijan a nosotros? ¡No!, debemos hacerlo para que tengan confianza en ellos mismos, para que sepan que no deben depender de la oligarquía ni de los doctores para hacer el país. Debemos lograr la participación popular para que sepan que al país lo pueden administrar ellos, que lo pueden hacer ellos, que pueden gobernar ellos, que son mayores de edad para construir la nueva sociedad. Para todo eso es necesario despertar el rol protagónico de los trabajadores y la juventud.

La integración militante de los trabajadores más explotados, y de la conciencia humana más sensible y evolucionada, forjará la victoria de la nueva sociedad.

Nosotros, militantes de la nueva sociedad, tenemos todo el tiempo para organizamos, pero no para perderlo. Tenemos todo el tiempo para organizar la independencia nacional que garantice la libertad y el bienestar de todos los argentinos. Quienes están enfrentados al proceso de avance de los pueblos ya, prácticamente, no tienen tiempo. Su tiempo termina.

Nosotros, en el sendero de los trabajadores y la juventud, venimos de la mano de las grandes luchas populares de nuestra historia, venimos con las niñas de Ayohuma, con Manuela Pedraza, con Cabral, Gómez, Albarracín, Salazar y Falucho, con el tamborcito de Tacuarí; con lo que son en sí, pero sobre todo con lo que simbolizan estos arquetipos del pueblo. Y con ellos vamos por el camino cierto de Argentina, para hacer la historia futura, página reservada a los trabajadores y a la juventud, que sepan beber en las fuentes de la tradición nacional, y que la sepan conjugar con los avances de los pueblos del mundo.

Sabemos de las dificultades del camino. Pero éste es el único camino que desembocará en forma victoriosa e irreversible en una nueva sociedad, donde no existirá ya más la explotación del hombre por el hombre ni de los pueblos por el capital.

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