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Circular al finalizar 1980

La continuidad de la política económica aplicada a partir del 24 de marzo de 1976 por parte de la Junta Militar, en el año 1980, ha profundizado el grado de dependencia de Argentina y ha acelerado la implantación de la sociedad de consumo.

Esta realidad económica sufrida por los argentinos, ha traído como consecuencia una realidad social que es la que, más nos intere­sa analizar porque en ella se refleja el padecimiento de gran número de trabajadores y de sus familias.

La prohibición del funcionamiento democrático de las organizaciones sindicales, muchas de ellas intervenidas, como así también el hecho de que un número muy grande trabajadores no se encuentren trabajando en relación de dependencia sino en changas, trabajo a destajo, sub contratación de palabra, cuentapropistas (en este sentido los datos del último censo nacional dan la cifra de 2.700.000 cuentapropistas) y la falta de una organización política con una ideología que tenga por objetivo central la liberación de los trabajadores, arraigada en la clase trabajadora, trae una gran desorientación en el seno de la misma, que no le permite ver cómo solucionar los problemas a través de la fuerza y organización colectivas, sino empujando la superación de la realidad a través de salidas individuales; que pasan por trabajar de lunes a domingos 14 horas diarias, vivir en condiciones cada vez más decrecientes de ca­lidad de vida y esperar, en forma ideal, que “pase el chubasco” y se pueda vivir mejor.

Por otra parte, el nivel de conciencia y la fuerte presión de los medios de comunicación de masas -y fundamentalmente de la televisión- orienta permanentemente a correr detrás de los objetivos que tra­ta de imponer la sociedad de consumo y mantener permanentemente en el análisis de una problemática que nada tiene que ver con la realidad de los trabajadores. En vez de discutir el problema del salario, de la vi­vienda, de la atención médica, de la escuela, etc., se articula por parte del sistema, todo un andamiaje evasivo de la realidad, para que todas las semanas se discuta acerca de las posibilidades de un boxeador, de un equipo de fútbol, de un conjunto musical extranjero o de la vida suntuosa de determinados artistas, que son el ejemplo más fiel de esta co­rrupta y corruptora sociedad de consumo.

Se exhiben, como ejemplo para la juventud, conjuntos musicales que se manifiestan con orgullo y en forma pública como homosexua­les y drogadictos, y los informativos de la TV oficial ocupan largos espacios de sus rotativos, todos los días, en esa prédica inmoral y corruptora. Se difunden las ventajas de determinadas marcas de automóviles, que tienen carburadores con computadoras electrónicas, sofisticados TV color, radiograbadores, descomunales motocicletas, y luego las series y películas que se pasan, destacan como triunfadores a los jóvenes de vi­da fácil y que hacen uso de todos estos productos de la sociedad de consumo, introduciendo a nivel de los hogares la desvirtuación de todas las escalas de valores, entre ellas la desjerarquización permanente del trabajo como medio de superación de la humanidad, llegándose a conflictos entre hijos y padres por considerar muchos hijos que los padres son se­res inferiores porque cometen el delito de ir a trabajar todas las madrugadas.

Con los exámenes de ingreso a nivel secundario, a nivel universitario, con toda la estructura económica vigente, con toda la propagandización que de ella se hace diciendo que Juan llegó a ser rico y Pedro pobre porque no supo adaptarse a las leyes de mercado, a las leyes de la libre competencia, se fomenta el egoísmo, el individualismo, que llega en muchos casos, en una prueba en un colegio secundario, a que cuando un alumno le pregunta a otro acerca de un tema que no sabe, el otro a conciencia le contesta una cosa equivocada para que el "teóricamente" compañero saque menos puntos que el en la prueba. Con esta esca­la de valores en las escuelas, colegios y universidades, con los premios a la contracción, a la eficiencia, etc., en las fábricas, oficinas, sanatorios, etc., se pretende transformar a la sociedad argentina en un campo de batalla donde cada uno es enemigo del otro y para poder triunfar tiene que pasar por encima del cuerpo herido a muerte de su compatriota.

Cuando desde las más altas funciones de gobierno, en el contenido de los planes educacionales, a través del poderoso aparato de propaganda oficial, se trata de convencer a los argentinos que todo lo nacional es inferior a lo extranjero; cuando se resaltan permanentemen­te los valores en decadencia de otros lugares del orbe en detrimento de los altos valores de quienes conformaron nuestra nacionalidad, se está tratando de DESARGENTINIZAR A ARGENTINA para que nuestra Patria vuelva fácilmente y sin resistencia al papel de colonia dependiente de los grandes centros de poder mundial.

Este accionar permanente y planificado ha hecho retroceder el nivel de CONCIENCIA NACIONAL Y POPULAR de los argentinos, a niveles que deben ser motivo de gran preocupación y que deben tenerse presentes como punto de partida de la realidad argentina para poder MODIFICARLA.

Esta realidad, que se ha materializado ayudada por la re­presión existente, es la que lleva a la mayoría de los partidos de Argentina a adaptar sus planes políticos y sus programáticas para ser en el futuro la continuidad de este régimen antinacional y antipopular.

Esta realidad tan tremenda es graficante de lo que es, en su expresión más cruda y ortodoxa, el capitalismo en un país con un al­to nivel de dependencia como el nuestro.

En medio de esta realidad nos ha tocado actuar y lo hacemos a la luz del día y en el escenario de nuestro propio territorio.

En medio de esta realidad hemos aprendido a valorar la significación objetiva del tiempo en todos los procesos de construcción de las grandes obras de la humanidad y la irreversibilidad de las mismas. Hemos aprendido a valorar que el inmediatismo sólo conduce a la desesperación, al fracaso, a la frustración y a la derrota de las grandes masas populares.

Hemos aprendido, en medio de esta dura realidad, que la tarea gris, silenciosa, consiste en concientizar a las mayorías nacionales -fundamentalmente a la clase trabajadora y a la juventud- en nuestra ideología del socialismo científico, para hacer comprender que los trabajadores, de este sistema, sólo pueden esperar hambre, miseria, desprotección, y que a los jóvenes sólo les depara corrupción y futuro incierto. Sólo a través de la lucha contra este sistema y de la construc­ción de una sociedad socialista, el hombre, la mujer, el joven, el niño y el anciano podrán hacer realidad -mediante el trabajo de todos- el bienestar, la felicidad, la fraternidad y la solidaridad.

Hemos aprendido que esta tarea no puede realizarse co­mo la de simples predicadores, sino que debe realizarse CON UN METODO Y UNA PRACTICA, que permanentemente ofrezca un canal orgánico de partici­pación para capacitarse en la necesidad del cambio de sistema y para capacitarse en la planificación diaria de cómo abordar la realidad actual para ir logrando avances en el camino de lograr el objetivo final. Este trabajo de formación ideológica, de educación, debe plasmarse -si se realiza correctamente- con la participación de nuestros compañeros y de nuestros núcleos dentro de las organizaciones de masas del pueblo, para que éstas jueguen un papel protagónico en el seno de la sociedad.

En este fin de año, queremos transmitir nuestra convicción de que con nuestro trabajo diario en pos de construir la organización de los trabajadores argentinos, se podrá así edificar una Argentina socia­lista, y que junto al trabajo que, con el mismo objetivo, están desarrollando los socialistas de Chile, Uruguay, del resto de los pueblos de América Latina y el Tercer Mundo, lograremos darle a la humanidad un ho­rizonte de bienestar, felicidad, fraternidad y solidaridad haciendo de­saparecer las perspectivas de holocausto que se ciernen actualmente so­bre la humanidad, como producto de los intereses en pugna por la hegemonía mundial. En esa visión del futuro debemos aprender a valorar en to­da su dimensión la organización a la cual pertenecemos. No debemos actuar con complejo de inferioridad. Debemos salir todos los días, con fuerza, a enfrentar la realidad. Convencidos de que nuestras ideas van a triunfar y van a ser la orientación de la humanidad del futuro.

Si pensamos en las debilidades, en los defectos, en los errores que tenemos todos y los jerarquizamos para emprender la tarea diaria, afrontaremos la misma débilmente. Si, en cambio, pensamos en que el futuro de la humanidad sólo puede ser cierto si nuestras ideas se hacen carne y motor de los pueblos, entonces, saldremos todos los días con la fuerza que nos da la convicción del triunfo seguro.


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