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Día de la reconquista

Buenos Aires, 12 de agosto de 1977.

Estimado amigo:

Creo que no debía dejar transcurrir las últimas horas de este día sin hacerte llegar unas líneas. Hoy, 12 de agosto, debemos los argentinos sentirnos firmemente fortalecidos en el recuerdo de la haza­ña inolvidable y aleccionadora del pueblo de la ciudad de Buenos Aires: La Reconquista.

A diario y sobre todo en aniversarios como el de hoy, de fechas memorables en la gestación de nuestra Nación, parecería que los argentinos tenemos una venda para no ver ni comprender las lecciones maravillosas que nos da nuestra historia patria.

Motiva estas líneas el firme deseo de que entre todos removamos, quitemos esas vendas, para que con los ojos bien abiertos per­mitamos que a través de ellos y de nuestros oídos entren en nuestra ca­beza las lecciones de nuestra histeria, los ejemplos de nuestro pueblo, y para que alimentados por ellos tengamos la fuerza y la capacidad de orientar a nuestra Patria hacia un futuro libre, independiente y en donde la justicia social y el bienestar constituyan una realidad para todos sus habitantes.

¿Qué significa la Reconquista del pueblo de Buenos Aires? La Reconquista del pueblo de Buenos Aires significa muchas cosas que no debemos olvidar. Significa en primer lugar la capacidad de nuestro pueblo para ser independiente y esta capacidad que se empezó a demostrar en la Reconquista luego floreció en las luchas de la independencia nacional. La Reconquista de Buenos Aires significa y nos demuestra la necesaria unidad de los argentinos, la necesaria unidad de civiles, militares y clérigos para alcanzar un objetivo trascendente en la vida de la Nación. La Reconquista de Buenos Aires nos demuestra la inexistencia de valores ex­tranjeros invencibles ante la voluntad y la decisión de un pueblo unido para ser independiente, para defender sus valores, sus credos, sus ideas sus familias, su lengua, su forma de vida. La Reconquista de Buenos Aires nos demuestra en definitiva la capacidad ilimitada creadora y realizado­ra de los argentinos.

Muy pocos actos en la historia de la humanidad tienen el valor, la grandeza y la trascendencia de la Reconquista de Buenos Aires. Sin embargo, aturdidos por una sociedad de consumo que pretende pudrir el alma nacional y hacer flaquear la fe de los argentinos en sus propias fuerzas, esta lección maravillosa de nuestra historia ha pasado como una fecha más en medio de la inflación, de la carestía y de veinte pro­blemas que son consecuencia de no escuchar las lecciones de la historia de nuestra Patria.

La Reconquista de Buenos Aires no la hizo ningún economista, ningún plan financiero, ninguna línea de crédito, ninguna organización institucional especial. La hizo la voluntad de los habitantes de Buenos Aires, civiles, militares y clérigos de ser independientes, de luchar por la independencia y de rechazar al invasor. Y estos habitantes cuyo gran capital era la voluntad y la decisión de defender su tierra, sus credos, su lengua, sus tradiciones, rechazaron con cascotes, con aceite, con piedras a un ejército organizado y armado por una de las grandes potencias del mundo.

Durante todos estos años se ha venido deformando el pensamiento de la Nación, se ha venido deformando la tradición de la Nación se ha venido ocultando el contenido emancipador de nuestra historia y se ha venido atando los caballos atrás del carro para permitir los grandes negocios de los intereses extranjeros. Entonces se ha jerarquizado para el país el problema de la tecnología, el problema del reequipamiento, el problema de los créditos, pero el país se hace con la organización de la vocación de su pueblo. Los habitantes de Buenos Aires se organizaron y se unieron en torno a la vocación de su independencia y no contaron ni soñaron con tecnologías, con reequipamientos ni con líneas de crédito para llevar a cabo la Reconquista de Buenos Aires.

Hoy los argentinos tampoco necesitamos de nada de ello para organizar nuestra Nación en forma libre e independiente, para garantizar la existencia de una justicia social y de un bienestar. Necesitamos creer en nosotros y creer en nuestra síntesis que es nuestra bandera, y entonces pondremos la técnica, el reequipamiento, los créditos al servicio de la bandera y el bienestar de los argentinos, y no la bandera y el bienestar de sus hijos al servicio de la tecnología, del reequipamiento y de las líneas de crédito.

Te ruego disculpes estas ideas desordenadas, pero me creí en la obligación de trasmitirte en este día mi dolor y también mi esperanza para que juntos otra vez hoy empleemos las piedras y el aceite para reordenar nuestro país y para erradicar la pornografía, la drogadicción y el terrorismo que la sociedad de consumo siembra en nuestra juventud. Las piedras y el aceite de hoy son la confianza y la organización de los argentinos: civiles, militares y clérigos, para defender la existencia de nuestra Nación y para preservar su futuro en la vida y en la formación de su juventud que la constituye.

Muy cordialmente

Guillermo Estévez Boero


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