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El PSP y la situación actual

Defender la soberanía popular para asegurar la posibilidad de un futuro de libertad, bien­estar e independencia nacional para las ma­yorías nacionales.

El Partido Socialista Popular y la situación actual

Ante la situación nacional, la Mesa Ejecutiva del Comité Nacional del Partido Socialista Popular se dirige nuevamente a todos los sectores del quehacer nacional, a los efectos de dar a conocer la postura del Socialismo Popular y de promover una acción conjunta y consciente a fin de defender los intereses de las mayorías nacionales, la soberanía popular y la independencia nacional.

La existencia en nuestro país de poderosos monopolios extranjeros y de una oligarquía terrateniente conjugada con desa­certadas medidas económicas adoptadas desde el gobierno, a mediados del corriente año, con la finalidad de producir una re­distribución de la renta nacional en perjuicio de los trabajadores y sectores medios, determinaron el inicio de un período de abso­luto desorden y confusión en el campo del trabajo y de la pro­ducción.

Ante esa situación cada sector pretendió, como es lógico, salvar del caos a sus integrantes, la mayor parte de las veces al margen del cuadro general de la economía de la nación.

La decidida y enérgica actuación del movimiento obrero orga­nizado logró reducir, aunque no neutralizar, los efectos negativos de la crisis desatada sobre el poder adquisitivo de los salarios.

La no adopción de una política clara y definitiva capaz de rectificar drásticamente las causas de la realidad económica exis­tente, prolongo y prolonga la situación de desconcierto e ines­tabilidad.

Esta realidad económica se proyectó y se proyecta, como no podría serlo de otra manera, al campo político e institucional. Como consecuencia de ello, se produjo el debilitamiento de las instituciones que, de conformidad a nuestra Constitución, deben regir los destinos del país y ejercer las funciones de gobierno.

El cuadro creado es propicio para quienes, a pesar de pre­tender aparecer como muy de izquierda o muy de derecha, comul­gan en el desconocimiento del rol protagónico de las mayorías nacionales y del papel que debe desempeñar el movimiento obrero organizado.

El terrorismo de diversa índole y en sus distintas versiones incrementó su accionar a los efectos de acelerar el derrumbe de las instituciones representativas de la soberanía popular.

Viejos órganos de prensa, voceros tradicionales de los inte­reses antinacionales y antipopulares, se han dado a la orquesta­ción de una inmensa campaña psicológica destinada a profundizar la incertidumbre y el caos. Los rumores recorren a diario desde hace meses todas las latitudes del país.

Programas de televisión, cenas, discursos y declaraciones de sectores políticos, voceros de intereses extranjeros, se lanzan sobre el pensamiento de la mujer y del hombre argentino para provocar en él la falta de fe, la falta de confianza en sus propias fuerzas para salir adelanté de la actual encrucijada.

El desorden imperante dentro de nuestras fronteras ha servido y sirve a los enemigos de afuera y a sus agentes de adentro como incitación para precipitarse sobre el producto del trabajo de nuestro pueblo y sobre las riquezas naturales de la nación.

No por casualidad comienzan a aparecer en esta época mapas brasileños que abarcan importantes porciones del territorio mi­sionero, mientras el gobierno inglés intensifica sus actividades en nuestras Islas Malvinas.

Los enemigos se precipitan sobre las mayorías nacionales creyendo que ha llegado la oportunidad de un nuevo 1930, 1955 o 1966.

Conjuntamente con esta realidad existe la realidad del pueblo. Millones de mujeres y hombres que trabajan todos los días del año y que lo único que piden es que un proceso inflacionario, que sólo beneficia al especulador, no les continúe robando día a día el producto de su trabajo, que no es otra cosa que su salario. Existen también decenas de miles de pequeños y medianos em­presarios de la ciudad y productores del agro que viven única­mente en base a la esperanza y a la ilusión de que la inflación y el mercado de cambio les permita llevar adelante sus empresas sin verse abatidos por permanentes modificaciones de la realidad económica.

Todos ellos, unos y otros, viven en la confusión, se les priva de la seguridad y se los empuja día y noche a transformarse de productores en especuladores, ya que en el país la gran renta la obtiene la especulación, el gran comercio exterior, los grandes monopolios extranjeros, en perjuicio de los trabajadores y en perjuicio de los pequeños y medianos productores de la ciudad y del campo.

Una realidad económica donde gana más el traficante que el trabajador, en donde produce más un tractor en el galpón que un tractor arando, en donde produce más un torno encajonado que un torno produciendo, un camión en un depósito que un camión fleteando, constituye una economía que niega la propia razón de su existencia que es la planificación del trabajo productivo para satisfacer las necesidades populares, desarrollando el am­biente propicio para la especulación, el negociado y la combinación de factores financieros ajenos al ahorro y al trabajo de los habi­tantes de la nación.

La oscuridad se quiebra con la luz. Es necesario salir del campo de medidas coyunturales defensivas y pasar a una enérgica ofensiva contra el privilegio.

La situación nacional sólo puede superarse a través de la adopción de un drástico plan económico que nacionalice los monopolios extranjeros, que expropie a la oligarquía terrateniente, que termine con el drenaje permanente de divisas al exterior y que, asegurando el poder adquisitivo de los salarios y el desarrollo progresivo de la pequeña y mediana empresa de la ciudad y del campo, depare una realidad estable y de avance a las mayorías nacionales.

Solamente con esos objetivos adquirirá vigencia para las mayorías nacionales la defensa activa de las instituciones que deben representar la soberanía popular.

Solamente con esos objetivos se puede obtener la adhesión de las mayorías nacionales a la defensa de la Independencia Nacional.

Solamente con esos objetivos se puede librar una batalla frontal contra los enemigos declarados y embozados de la Libe­ración Nacional.

El plan económico que apunte con posibilidades reales a los objetivos señalados, no puede proyectarse ni realizarse sin la ne­cesaria e imprescindible concertación y diálogo de todos los sectores de la vida nacional que son, por su composición, profunda y mayoritariamente argentinos.

Para arribar a este diálogo es preciso deponer los intereses particulares y anteponer los intereses de la nación, los intereses de las mayorías nacionales.

La experiencia histórica que vivimos los argentinos, desde el 6 de setiembre de 1930 a la fecha, nos ha demostrado con toda crudeza que no existen posibilidades reales de bienestar, de salud, de educación, de liberación nacional, al margen del respeto a la soberanía popular.

En consecuencia, es preciso suprimir, por miope y antiargen­tino, todo cálculo político futuro basado en el fracaso del gobierno electo por el pueblo. Si esto ocurriera, sólo existirá futuro para el dolor de los argentinos y para la apetencia de los intereses extranjeros.

Es necesario comprender definitivamente, frente a las ense­ñanzas de la historia de nuestro pueblo, que nadie tiene posibili­dades individuales o sectoriales al margen de las posibilidades de la nación. En un país carente de una economía sólida no puede haber superávit para nadie que no sea un traficante o un, especulador. En un país donde no se reconozca la soberanía po­pular no puede haber posibilidades políticas para ningún grupo, sector o partido que base su accionar en la adhesión de la ciuda­danía. En un país donde reina la incertidumbre resulta imposible hablar de defensa nacional. En un país donde se anticipa el cierre del curso lectivo y se niega y reprime la participación de la juventud no puede desarrollarse la cultura nacional.

La necedad conduce el delicado campo de la educación, donde la prohibición de elecciones y asambleas democráticas orienta a la juventud hacia una violencia estéril y fratricida, como única forma de participación y expresión.

Ante esta realidad y con estas convicciones, el Partido So­cialista Popular proclama, con humildad pero con responsabilidad, una vez más, el insoslayable deber de los partidos políticos, de la CGT, de la CGE, de la Federación Agraria Argentina, de las Fuerzas Armadas y de la Iglesia, de rodear la mesa común para acordar un plan nacional que asegure el respeto de la soberanía popular, la defensa de los intereses de las mayorías nacionales y el imperio de la libertad, el bienestar y la independencia nacional.

GUILLERMO ESTEVEZ BOERO - Secretario General


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