Estamos viviendo momentos difíciles, pero también el comienzo de un tiempo nuevo. Hoy, en Argentina, se agota un viejo modelo socioeconómico de país dependiente que debemos reemplazar con una nueva realidad.
Frente a los dos grandes partidos que intercambian insultos, ante la falta de respuestas, el socialismo tiene la responsabilidad de ser la alternativa para cambiar la Nación. En cada cuadra, en cada taller, en cada oficina, en cada aula, el socialismo debe trabajar incansablemente estudiando y organizando para dar respuesta y solución a los problemas concretos de cada día. Primero, porque es nuestro deber argentino y socialista, y segundo porque es necesario para que la gente comience a ver que el cambio es posible.
Es necesario comprender que no tenemos que vivir fatalmente de rodillas ante la usura internacional, que no tenemos que entregar nuestras empresas públicas a los monopolios extranjeros, que no tenemos que contar cada día con menos puestos de trabajo; que sí tenemos derecho a la salud, a la educación, a la vivienda y a una calidad de vida digna. Se dice que es necesario privatizar las empresas públicas porque dan pérdida, porque las pérdidas se traducen en inflación, la inflación perjudica al salario. Entonces, en defensa del trabajador —sostienen los tecnócratas— se pasan las empresas al capital extranjero. Pero aquí lo que proyectan entregar no es lo que da pérdida, sino lo que es rentable, lo que resulta un negocio, por eso empiezan con los teléfonos y con Aerolíneas.
Para el equipo económico, el problema prioritario es Aerolíneas, ENTel. No es la escuela, el hospital, las viviendas; son los teléfonos. Esto es inaceptable para el socialismo.
Para el socialismo ser moderno no significa convertirse en un rematador. Defendemos nuestro patrimonio nacional siguiendo las enseñanzas de Alfredo Palacios y de Julio V. González, que mantienen toda su vigencia. Hoy, la Asamblea Constituyente del Brasil aprueba que todas las riquezas del subsuelo, incluso el petróleo, son de propiedad del Estado y no se pueden enajenar a compañías privadas y menos al capital extranjero. En un país como Brasil que crece, mientras nosotros nos achicamos, no se piensa que ser modernos es ser colonia extranjera. Se piensa que lo moderno es preservar el interés nacional.
Las empresas del Estado andan mal pero no por los trabajadores, sino por quienes las administran. El socialismo quiere sacar las empresas públicas del ámbito de un Estado burocrático, ineficaz, no participativo, que no fue planificado por los que trabajan y producen, sino por quienes han vivido y viven a costa del país; la usura y la especulación.
El socialismo propone colocar las empresas públicas esenciales para la Nación y el bienestar de los argentinos en manos de la comunidad y no en manos de los monopolios extranjeros; porque entregar las empresas de servicios públicos en manos extranjeras no es "moderno" —como lo afirman los tecnócratas—, es volver 50 años atrás.
Es necesario volver a manejar el concepto de "servicio público", que ha sido dividido por la fiebre privatista y extranjerizante. Es necesario definir el concepto de "utilidad pública" que no atiende ni jerarquiza las imposiciones del FMI. Es necesario para nuestra Nación quebrar la coincidencia entre quienes no creen en la capacidad de los argentinos para manejar y administrar sus empresas de servicios públicos y el interés extranjero, que quiere que el pueblo argentino pague con sus empresas la deuda fabricada por el equipo de Martínez de Hoz. Debe impulsarse la creación de cooperativas que, con nuestros recursos y posibilidades, concedan a la población servicios a un costo muy inferior al de una empresa privada, y que ya funcionan en muchos lugares de nuestro país, siguiendo el camino abierto por Juan B. Justo hace 100 años. El socialismo propone la transformación de las empresas públicas a través de la descentralización y de la participación de los usuarios, de los consumidores, de los trabajadores y de las organizaciones sociales intermedias en su administración y control. Esto es moderno: la profundización de la democracia, superar los problemas de la democracia con más democracia y no con privatización y extranjerización. El 1° de mayo de 1894 Juan B. Justo decía que era cierto que todo estaba mal, pero se preguntaba a continuación qué hacían los socialistas. En este mayo de 1988 también podemos preguntarnos: ¿Qué hacemos los socialistas por el cambio real, por el cambio celeste y blanco, por el cambio fundamentalmente moral?
Los socialistas debemos trabajar incansablemente y convocar a trabajar con nuestro ejemplo, a la inmensa mayoría de los argentinos para desarrollar la herramienta del cambio posible: la Unidad Socialista, que es la posibilidad cierta de construir la Nación independiente y solidaria que todos queremos para nuestros hijos.