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Argentinizar la Argentina

El año 86 ha finalizado y muchos argentinos, a pesar de todo, se niegan a aceptar el agotamiento del viejo país dependiente, del país que jerarquizó las finanzas y la usura por sobre el trabajo y la producción, del país que idolatró al lucro y denigró al trabajo como actividad básica del hombre, del país que generó la deuda externa impagable, del país que posibilitó la droga, el manejo patológico de lo erótico y el terror, del país sin futuro cierto para nadie.

Es necesario en Argentina que el gobierno y la oposición, que los radicales y los justicialistas (ortodoxos y renovadores), que civiles, militares y religiosos comprendan esta realidad que castiga con crudeza a los trabajadores, a los jubilados y a los productores de la ciudad y del campo.

1987: Argentinizar la Argentina

Esta realidad no se ha asumido y no se adopta la resolución de cortar el lazo que ahorca la vida democrática que queremos afianzar y que está conformado por la vinculación de los intereses de nuestros acreedores con los intereses de las minorías especuladoras del país. El fin de año nos presentó un conjunto de medidas estructuradas por el equipo económico y complementado con decisiones políticas para recomponer hacia atrás.

Allí está la declaración de emergencia contra el derecho de quienes han trabajado y aportado toda su vida. Allí ésta la concreción del "holding" de empresas del Estado y la entrega de su manejo a los capitanes de la industria, olvidando que organizativamente la creación de esta empresa monstruo es una aberración. Desde el punto de vista de la descentralización esto constituye su negación. Desde el punto de vista de sus directores se olvida que esto ya fue practicado por Martínez de Hoz, y que en anteriores períodos constitucionales los funcionarios de las multinacionales tenían vedada toda actividad vinculada con los intereses de la Nación.

Allí está la anunciada privatización de empresas industriales básicas para el desenvolvimiento económico autónomo del país. Allí está la reiterada privatización de Austral "Compañía Aérea", sin decirle al país cuántos millones de dólares le ha costado a la Nación reflotar a esta empresa desde que sus últimos propietarios privados la declararon en quiebra. ¿Cuántos miles de pasajeros se le han transferido desde Aerolíneas Argentinas a través del manejo de frecuencias y horarios sin decirle al país que los nuevos tramos que se le entregan para hacerla más apetecible al capital extranjero tienen un valor económico que no se calcula y se regala? No se le dice al país que la participación de empresas extranjeras en la línea de cabotaje interno afecta nuestra soberanía.

Allí está la propuesta del descuartizamiento de YPF, deseo largamente acariciado por los neoliberales para facilitar a través de él su futura privatización. Allí ésta el proyecto de remodelación del Estado sin fijar los objetivos futuros de la organización estatal y señalando al empleado público como uno de los factores de la crisis, olvidándose de la dependencia económica cultural que sufre el país, de la deuda externa y del accionar de la patria financiera.

Allí ésta la ley de "punto final", que no recompone nada porque las Fuerzas Armadas siguen careciendo de rol y de inserción, al igual que los demás sectores de la vida nacional, y afecta la confianza del pueblo en la democracia, porque rompe aquello de la ley pareja.

Allí ésta el intento de la supresión del servicio militar obligatorio, contrario a nuestra tradición histórica y contrario a la igualdad de los ciudadanos ante el deber y el derecho de contribuir todos por igual a la defensa nacional, en lugar de avanzar creando el servicio social obligatorio para todo joven sin distingo de sexo, creencia o extracción social.

Allí está un equipo de economía que ignora al Hombre como epicentro de toda actividad económica y al consenso social como requisito indispensable para la concreción de cualquier plan económico.

A pesar de todos estos intentos de recomponer hacia atrás y que a la larga serán absolutamente infructuosos, como lo fue el desarrollismo, por ser contrarios a la esencia de la naturaleza de las cosas, los socialistas somos optimistas. Somos optimistas porque nuestro país, que tiene auto abastecimiento alimenticio y energético, si sabe cortar su hemorragia financiera a través de la argentinización de su banca, del comercio exterior, del mercado de cambios, de sus empresas de seguro y reaseguro y de una moratoria por un año de toda obligación emergente de la deuda externa, salir hacia adelante es posible.

Si sabe planificar democráticamente su economía con áreas sociales, cooperativas y privadas, a través de consejos económicos y sociales, a nivel nacional y provincial, multipartidarios y multisectoriales, salir hacia adelante es posible.

Si el gobierno recupera el consenso perdido a través de un gabinete de unidad nacional que ponga en práctica esta política, salir hacia adelante es posible. Tan solo es necesario que los argentinos creamos en nuestra capacidad para salir adelante. En esa capacidad creen los socialistas que saben que solo la coincidencia de la Nación en un proyecto futuro nos permitirá superar el pasado. El cambio es posible, para ello, es necesario una mayor participación de los trabajadores y de la juventud, en la organización y en la movilización de las mayorías nacionales para concretar la Nación independiente y solidaria.


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