Hace muchos años, a fines del siglo pasado, en 1896, los trabajadores en nuestra tierra crearon el Partido Socialista. Entendiendo al socialismo como la valoración de los intereses comunes -de la comunidad- por sobre los mezquinos intereses individuales, trabajadores y socialismo son dos aspectos de una misma realidad.
No puede haber Justicia Social sin la lucha organizada de los trabajadores, no puede haber bienestar para los trabajadores sin Justicia Social.
Para los socialistas la definición es clara. El camino es con los trabajadores.
La lección ha sido clara y terrible, la planta con las raíces fuera de tierra se seca, el socialismo fuera de los trabajadores desaparece.
La lucha por la Justicia Social, es el corazón de la lucha por la democracia.
Alfredo Palacios nos dijo: "En realidad los que combaten en nuestro país la democracia, se proponen atacar el movimiento obrero".
En nuestra patria el plan económico de Martínez de Hoz, impuesto a sangre y a fuego, nos demostró lo cierto de esta frase, bajo el imperio de la fuerza, a partir de 1976 se robó a los trabajadores una cifra superior a la deuda externa.
Los trabajadores fueron el sector social más explotado y más vejado por el equipo de Martínez de Hoz, para ello fue necesario la violación de todos sus derechos, la intervención de sus organizaciones gremiales y el desmantelamiento de sus obras sociales. La otra cara de la moneda es clara y terrible.
Los trabajadores y los empleados encabezan —por su número- la lista de los desaparecidos que denuncia el informe Sábato.
Tenía razón aquel mártir de la paz que fue Jean Jaurés que nos enseñó que la clase obrera es el nervio de la democracia, a la que ha obligado a convertir en hechos las fórmulas de la democracia política, esforzándose para que la fórmula teórica de la democracia y de la soberanía nacional adquieran un contenido real y un valor más eficaz.
Cuando este hombre llegó a nuestro país nos dijo que debíamos crear una nacionalidad argentina, pero que esa obra no podía realizarse sino teniendo por cimiento y por fuerza de cohesión, la fuerza del trabajo organizado, que es la base de las naciones, como es la base de la vida.
Así cuando el socialismo se define por la independencia nacional, sin concesiones, vuelve a proclamar su identidad con los trabajadores, ya que son ellos quienes, —en la fábrica y en el surco, en el rio y en la montaña, en el andamio y en el socavón— no sólo han construido la Nación, sino que son quienes no tienen intereses contradictorios con la existencia independiente de la Nación.
Los argentinos debemos comprender que es indispensable la movilización de los trabajadores para neutralizar la permanente presión que los intereses extranjeros
y la oligarquía realizan sobre el Gobierno. Así se posibilitará la concreción de algunas medidas de Justicia Social y de independencia nacional, que reparen las vejaciones, aún no reparadas, sufridas por los trabajadores y por la Nación.
Para los socialistas que mantenemos nuestras banderas de libertad, de bienestar y de independencia nacional el camino es claro, con los trabajadores y demás integrantes de las mayorías nacionales, hemos de concretar, en democracia, el proyecto nacional, aún ausente de nuestra realidad.