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Integrar la Nación

En los momentos de gran do­lor, de graves problemas económicos, las familias que se unen tienen posibilidades de salir ade­lante. Quienes no se unen, se des­integran, desaparecen.

Con los pueblos, pasa lo mismo. Ante las derrotas, ante las graves crisis económicas, si se unen pue­den salir adelante. Si no se unen, se desintegran y desaparecen.

Hoy los argentinos vivimos el momento más difícil de nuestra historia.

Es la etapa de la presencia corruptora, destructora y explota­dora de la usura internacional. Los equipos de Martínez de Hoz y de Alemann son su expresión.

A su máximo jefe, Rockefeller, el régimen le alquiló el teatro Colón, para que diera de comer y de beber a sus desvergonzados empleados nativos.

Esto es necesario no olvidarlo, porque los empleados de la usura internacional viven preparando su vuelta.

Es necesario no olvidar el robo de miles de millones efectuado a los trabajadores a través de la disminución brutal del poder adquisitivo del salario; la enajena­ción de las Obras Sociales de los trabajadores y de sus familias, el cierre y la quiebra de las pe­queñas y medianas empresas ar­gentinas de la ciudad y del campo, la garantía privilegiada a las ope­raciones de la usura en un país donde no existió garantía ni para la vida, ni para la salud, ni para la educación, ni para el trabajo de nadie.

A esta realidad debemos agregar la crisis de las economías regionales de la República y el consecuente despoblamiento y abandono del interior, la importación masiva de baratijas, la promoción de via­jes al exterior para realizar compras, el manejo deformante de los me­dios de comunicación y el incre­mento de la pornografía y de la drogadicción, no fue una pesadi­lla sino una realidad impuesta al país por equipos adiestrados en el extranjero.

Ante esta situación, el Partido Socialista Popular profundiza sus principios de justicia social y se afirma en su prédica nacionalista, que en nuestra patria y en Amé­rica Latina es la auténtica y ar­gentina actitud revolucionaria.

Este es el sentimiento de los pueblos de América Latina, de África y de Asia que expresan con firmeza y decisión su rechazo a las potencias extranjeras y a la barbarie técnica.

El nacionalista Arístides Royo ante la presión de Reagan se ha visto obligado a renunciar, por su solidaridad con la lucha anticolo­nial y antimperialista del pueblo argentino.

Tienen hoy vigencia las pala­bras de Ingenieros: "Todo pueblo debe tener sillares firmes: con­vergencia de esfuerzos y unidad de ideales".

No engañarnos acerca de la profundidad de la crisis, de la de­rrota, de la desintegración. Deje­mos de lado las pequeñas batallas.

Luchar por la unidad de los partidos nacionales y populares; por la unidad del movimiento obrero; por la unidad del movi­miento empresario y por la uni­dad de las Fuerzas Armadas, es luchar por la unidad nacional. Concretar las coincidencias en un plan de emergencia y respetar la elección popular, es posibilitar la existencia de nuestra patria como estado independiente.

Estas son las grandes consignas del Socialismo Popular para evitar más muertes, más explotación, más dolor para los trabajadores argentinos y para asegurar la existencia de la independencia nacional.


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