Historia Patria
El 31 de Mayo de 1580 mucha gente inquieta y joven de Santa Fe, se había reunido en casa de Lázaro de Venialvo, la principal cabeza que agitaba y animaba a los criollos disconformes con el reparto de cargos y de tierras que habían efectuado los rapaces españoles. Comenzaría ese día la revolución de los 7 Jefes, la primera en el Río de la Plata.
En 1810, en la esquina de Alzaga y Victoria de Bs. As., frente a la iglesia de San Ignacio y a cuadra del Cabildo estaba el café de Marco. Desde él French y Berutti organizaron a más de un centenar de muchachos de la vecindad, los "chisperos", quienes en la mañana del 24 arrancaron los bandos que los alguaciles del Cabildo habían fijado comunicando a la población la constitución de una Junta encabezada por el virrey Cisneros. Los "chisperos" movilizaron la plaza el 25, impulsando al Cabildo a elegir la Primera Junta que configurara uno de sus orientadores: Berutti.
La masa popular fue la columna vertebral del movimiento de Mayo, le infundió emoción y vigor. La juventud fue su vanguardia: movilizó y definió.
Esta es la partida de nacimiento de la juventud argentina: vanguardia de la Independencia Nacional.
El mes de septiembre, mes de lo que nace sobre lo que muere. Mes de los brotes que al florecer darán los frutos, es el mes de la juventud, que también producirá el futuro de la Patria y de la humanidad.
Es realmente la juventud quien podrá construir una patria independiente donde impere la libertad y el bienestar para todos sus habitantes.
Los hombres de hoy, golpeados, marcados, comprometidos con una sociedad que ha arrojado por la borda los valores de la tradición nacional y que se arrodilla ante el becerro de oro del lucro, sólo podremos en el mejor de los casos, proteger a la juventud, trasmitirle los valores de la tradición nacional, la vida de nuestros héroes y las victorias de nuestro pueblo, para que ella, iluminada por nuestro pasado —a pesar de la noche imperante— pueda construir la aurora brillante.
El ideal argentino vive
La juventud debe mantenerse por encima de todo cálculo utilitario y reconocer como objetivo cardinal a la justicia social, cuyo logro constituye la razón de ser de la organización futura de la humanidad.
Debemos apartar a la juventud del pesimismo que paraliza; ella debe saber que cuando un sistema declina, algo nuevo se está gestando para reemplazarlo. Esto es lo que está pasando hoy con nuestras- instituciones políticas canceladas y con medidas económicas que agreden frontalmente a las mayorías nacionales, porque disminuyen el poder adquisitivo de la familia trabajadora y porque cuestionan la existencia misma de la pequeña y mediana empresa de la ciudad y del campo. Esta realidad produce la desesperanza y la apatía de grandes sectores de las mayorías nacionales.
Pero a pesar de todo, la juventud debe saber que los ideales no mueren; los ideales comunes que son el alma de la Nación Argentina viven, lo que está muriendo es una forma de organización económica dependiente; la Nación vive y vivirá más fuerte, segura e independiente que nunca. Porque día a día, hora a hora, el pueblo y la juventud comprenden hoy —porque lo ven con mayor claridad que nunca—, la incompatibilidad que existe entre una Argentina independiente que pueda asegurar libertad y bienestar a sus habitantes, y una organización económica dependiente de los monopolios internacionales. Día a día esta verdad aparece en forma más descarada y nítida ante los ojos de quienes tienen la valentía de tenerlos abiertos.
Cada día hay jóvenes que lloran, cada día hay jóvenes trabajadores que aprietan sus puños hasta hacer saltar sangre de sus palmas, cuando contemplan tanto retroceso, tanta destrucción, tanta arbitrariedad.
Tanta obra pública, tanta lujuria en ciudades inútiles y tanta necesidad en el interior, en las villas, en la frontera, en la patria que produce.
Cuando contemplan el cierre de jardines de infantes, donde concurren los hijos de los trabajadores del interior, cuando conocen la imposibilidad de la concurrencia a la secundaria de los niños que han tenido el heroísmo de ir siete años a lomo de caballo, en sulky o a pie, a la escuela distante kilómetros. (Piense lector, ellos en sus exámenes de ingreso resultarán reprobados por la insuficiencia de la instrucción recibida, por el nivel del medio donde les tocó nacer. Quien resulta aplazado en esos exámenes no son esos maravillosos héroes niños argentinos, sino una organización social infame que se basa en la explotación del hombre por el hombre y del pueblo por el capital y que es incompatible con la solidaridad y con la igualdad de los hombres. Esos niños que no pueden estudiar, estos otros jóvenes que no pueden entrar a la universidad, lejos de constituir la victoria de los actuales planes, como muchos aberrantes elitistas creen, constituyen el anticipo indefectible de su fracaso).
Vivimos tiempos difíciles
Vivimos tiempos difíciles, es inútil lamentarlo. Más inútil y más desastroso es querer ignorarlo, como si todo marchara bien o dejarse definitivamente aplastar como si,nada pudiese hacerse.
Hoy más que nunca hacen falta jóvenes con una gran pasión por un futuro verdadero y esta gran pasión y convicción del futuro verdadero, ha de nacer del estudio de la realidad y de la confianza en la capacidad creadora y realizadora del pueblo.
Es necesario actuar; no podemos inútilmente ponernos a pensar en los tiempos idos o soñar pasivamente en que pase pronto la tormenta, sin hacer nada por crear tiempos nuevos.
La juventud, futuro de la Patria, como todo futuro rechaza el concepto empresarial del Estado, rechaza el concepto empresarial de la salud, de la educación y de la vivienda.
La juventud piensa que el Estado debe ser la organización del pueblo que tiene como objeto asegurar la libertad y el bienestar de sus integrantes, y no asegurar la explotación de sus mayorías en beneficio de sus minorías.
La juventud quiere un deporte que promueva la educación física, que asegure un desarrollo sano del cuerpo, que sustente una cabeza sana. Y no el promocionado deporte espectáculo, deporte negocio, deporte corrupto, deporte sucio.
Es preciso multiplicar los campos de deportes y las bibliotecas y repoblar los existentes; es necesario recrear nuestras formas tradicionales de esparcimiento. Es necesario, por sobre todas las cosas, defender la calidad de vida de los trabajadores, que son quienes menos participan en esta sociedad y en su corrupción y que por ello su juventud constituye el contingente fundamental en la construcción del futuro.
La juventud argentina "sospechada" por los empresarios de la explotación, es la esperanza de los que creen en el futuro de nuestra Patria.
Miles de jóvenes argentinos han sido arrojados al nihilismo del terror, otros a la drogadicción y a la pornografía crecientes. Miles desde niños son arrojados al tratamiento siquiátrico. Centenares de miles de jóvenes argentinos sufren la desintegración de sus familias, realidad que ellos no han producido y que es el resultado del sistema económico imperante, que exige cada vez más horas de trabajo. En todas las especies del universo los adultos son responsables de la vida y de la seguridad de los pichones. Quienes pretenden gobernar la sociedad argentina se desligan de toda responsabilidad y acusan irracional y antihistóricamente a la juventud de la destrucción de la propia juventud.
Los centros culturales, lugares naturales de la juventud, sufren la misma agresión que ésta; baste contemplar el tradicional faro cultural de América Latina, La Plata, la Universidad de Joaquín V. González, de Agustín Alvarez, de Florentino Ameghino, de Juan Vusetich y de Alejandro Korn, escenario hoy de medieval torneo entre cazadores de brujas, que marcan el nivel de la anticultura oficial.
Adelante juventud
A pesar de todo, la juventud cree en el ejemplo del Tambor de Tacuarí, que como tantos otros niños anónimos, fueron los tambores inmortales de nuestros ejércitos de la independencia. Nuestra juventud cree en el valor de la convicción, en la fuerza del ideal que permitió a aquel joven llamado Mariano Moreno, ser el arquitecto de los cimientos de nuestra amada República Argentina.
La juventud cree que la bandera azul y blanca con su significado de libertad e independencia, sigue siendo una enseña absolutamente válida para vivir a su servicio y para morir en su defensa, siguiendo el ejemplo de aquellos granaderos de San Martín y de aquellos gauchos de Güemes, que en definitiva, no fueron otra cosa que simples, generosos y maravillosos integrantes de nuestro pueblo. Nuestra juventud cree en la validez del ejemplo, de la voluntad y de la dignidad de un José María Sobral, que afianzó con valentía y patriotismo —que convendría recordar— la soberanía nacional en los mares del sur, desechando los falsos y perecederos valores de los mercaderes y empresarios del éxito barato y sucio; y luego, con la misma voluntad y dignidad, se dedicó al estudio para gloria de las ciencias argentinas, desechando el equivocado criterio de la disciplina como fin y no como medio.
Nuestras jóvenes creen en el ejemplo solidario y fraternal de las niñas de Ayohuma, y en la voluntad y en la intrepidez de Cecilia Grier- son, que en 1889, retando todos los prejuicios retrógrados de su época, entró a los 23 años en la Facultad de Medicina de Buenos Airas. Esos ejemplos valen; esos ejemplos como tantos otros, guían a nuestra juventud.
El país confía en que la juventud sea constructora positiva de la paz, generadora de alegría y verdadera profeta de un futuro donde impere la libertad, el bienestar y la independencia nacional. Para desempeñar su papel, la juventud no debe evadirse de la realidad a través de la indiferencia, la insensibilidad o el miedo, ni dejarse arrastrar por la tormenta violenta de la euforia fácil del éxito inmediato. Debe insertarse, estudiar la realidad, y estar fundamentalmente en la realidad del que trabaja, del que produce. Vivir al servicio de la solución de las necesidades de nuestro pueblo, es vivir en lo cierto, en lo trascendente, en lo argentino.
Concretar juventud
Asegurar en un pueblo el funcionamiento correcto de los organismos de salud pública, empujar su creación donde no los hay, asegurar la existencia de escuelas, colegios, universidades, frenar la deserción escolar, asegurar el correcto funcionamiento y la multiplicación de las guarderías de niños y ancianos, asegurar la existencia del servicio de agua corriente, de electricidad, de cloacas en los pueblos, en los barrios en donde no existe, asegurar el poder adquisitivo del salario y el pleno empleo, asegurar la jornada de ocho horas, asegurar la existencia y el desarrollo de las pequeñas y medianas empresas, asegurar las vías de comunicación con el interior, defender el patrimonio nacional, defender Y.P.F., E.N.T.E.L., Agua y Energía, Ferrocarriles, Flota fluvial, Aerolíneas Argentinas y ELMA, Junta Nacional de Carnes, J. N. de Granos, defender la existencia de las organizaciones sindicales, de las organizaciones empresariales, de las organizaciones políticas de los argentinos y por sobre todas las cosas, defender la vida sobre la muerte. Esos son los objetivos claros y concretos que deben marcar el accionar de los jóvenes argentinos, que quieren ser punto de partida del futuro argentino y no punto final del caos y de una decadencia producida por la dependencia.
En esta marcha es preciso no equivocarse, es preciso creer en forma consecuente en la capacidad creadora, organizadora y realizadora de los integrantes del pueblo. Es preciso no equivocarse en trazar falsas líneas divisorias. Es preciso no caer en la fácil, pero terriblemente equivocada tradición de dividir al país entre civiles e integrantes de las F.F.A.A., entre creyentes y no creyentes, porque el futuro de este país, lo han de construir jóvenes trabajadores, jóvenes estudiantes, jóvenes de las F.F.A.A., jóvenes religiosos. En definitiva, lo han de construir todos aquellos que se crean lo suficientemente fuertes y generosos para tomar la herencia de las generaciones de jóvenes que construyeron este país, que cayeron en los campos de batalla para asegurar la independencia nacional y la independencia de medio continente.
Con cabeza argentina
Con la mente fija en esos ejemplos, la juventud jamás debe dejarse abrumar, jamás debe tomar las armas del enemigo y preferir la destrucción a la construcción; hay que rechazar la bomba nocturna, y encarar la construcción a pleno día, primero nuestra propia construcción, ayudando a los trabajadores y a los necesitados a resolver sus problemas de existencia, estudiando la vida de los héroes de nuestra Patria, reemplazar la televisión de contenido consumista y extranjerizante por el estudio, junto con los amigos, de la historia del pueblo de nuestra Patria, de nuestra provincia y de nuestra ciudad. Defender nuestra salud física y psíquica practicando cón nuestras familias las actividades sociales y deportivas en los clubes barriales, derrotar con la comunicación y con la solidaridad al aislamiento y a la incomunicación a que nos condena el plan económico que rige la Nación. Quedémonos en nuestros barrios, hagamos habitables nuestros clubes.
Con estos valores, la juventud debe participar activamente en las organizaciones de trabajadores, agrarias, estudiantiles, centros de exalumnos, políticas, culturales, deportivas, vecinales, cooperativas, tra- dicionalistas y residentes. Siempre aportando, siempre de día, siempre construyendo la Nación.
Para construir un futuro válido, es preciso pensar con cabeza propia, y no con cabeza prestada; debemos rechazar las cabezas que nos quieren prestar desde todos los confines de la tierra y elaborar y organizar soluciones argentinas para los problemas argentinos. Quien no confía en la juventud, teme al futuro y le teme porque está comprometido con las arbitrariedades del presente.
Nosotros anhelamos el futuro y por ello, en este Septiembre, ratificamos nuestra confianza en el rol de la juventud y en la participación de nuestro pueblo.