Al cumplirse 20 años de la desaparición física de Guillermo no podemos dejar de recordarlo confrontando sus mensajes frente a la realidad que hoy vivimos. Lejos de superarse los problemas que fueron el centro de sus preocupaciones, se fueron profundizando, acentuando sus rasgos negativos con el incremento de la pobreza, la violencia, la corrupción, todo ello en un clima de confrontación creciente entre los argentinos.
Guillermo desarrolló un concepto del socialismo íntimamente ligado al destino de la Nación y al afianzamiento de la democracia como aspectos inescindibles de toda idea de progresismo.
Por ello, en los años de la transición democrática nos alertaba sobre las consecuencias que los golpes de estado y las políticas neoliberales, habían dejado en todos los ámbitos de la vida nacional, ubicando aquí el origen de las crisis recurrentes que van deteriorando cada vez más la vida de los argentinos.
Restablecida la democracia en 1983, la realidad indicaba que debíamos desarrollar un amplio consenso político y social para la construcción de un país diferente. Una suma concertada en torno a un programa que nos permitiera salir de las crisis económicas, consolidando el sistema democrático y avanzando en el reconocimiento de derechos a los sectores más postergados. No lo logramos y el retroceso se hizo evidente.
Desde su banca de diputado nacional Guillermo reflejaba en sus discursos la derrota cultural sufrida por los argentinos a la par que denunciaba las consecuencias de las leyes de privatización que liquidaron nuestro patrimonio nacional sin resguardar la función reguladora del estado. Ante la degradación y la corrupción imperante reivindicaba una práctica política ligada a la ética, condenando el relativismo de los valores.
Primero como diputado en 1988 y luego como convencional constituyente de la Reforma de 1994 presentó propuestas para institucionalizar nuevas formas de democracia participativa, como la creación del Consejo Económico, Social y Político, ámbito necesario para frenar el divorcio creciente entre lo político y lo social, entre lo que los ciudadanos están expresando y lo que el gobierno una vez ganadas las elecciones hace. Este proyecto, uno de los pocos que hubiera dado contenido social a las instituciones de la reforma, no se jerarquizó para su tratamiento por “falta de tiempo”.
Hoy 25 años después, finalizada una experiencia de gobierno que nos dejó inmersos en una nueva crisis de deuda, con parte de nuestro sistema productivo quebrado y con índices de marginación y de exclusión social inéditos en nuestro país, el nuevo gobierno promete llevar al Congreso un proyecto para su creación.
Si la crisis de 2001 cristalizó la nueva estructura social de la Argentina, ésta se vio reflejada por primera vez en las elecciones de 2019. Según lo afirma Alejandro Katz fue una elección entre coaliciones que representan dos países que no han hecho más que dividirse, alejándose uno del otro no solo en términos de ingresos y de riquezas sino en las formas más insalvables de la distancia: el lenguaje, la imaginación, los contenidos del futuro que es posible pensar.
A esto le llamamos "grieta". Con más precisión, Juan Carlos Portantiero lo llamó, hace medio siglo, "empate hegemónico": una situación en la que "cada uno de los grupos tiene suficiente energía como para vetar los proyectos elaborados por los otros, pero ninguno logra reunir las fuerzas necesarias para proyectarnos hacia el país que queremos. En idéntico sentido Guillermo analizaba nuestra historia política y la desarrollaba en una conferencia del año 1971 que se publicó como Realidad política argentina y que sirvió de base para la formación y difusión de los militantes socialistas. La respuesta para superar esa realidad era la conformación de un Frente del Pueblo.
Esta persistente derrota colectiva, llena de angustia a los ciudadanos que se perciben sin futuro y acrecientan su desesperanza frente a la impotencia de la democracia para dar solución a sus problemas.
Nuestro desafío está en dar forma a una nueva coalición política, reformista y transformadora para hacer posible un nuevo ciclo más duradero, menos frágil, en el que las conquistas sean menos reversibles para alumbrar un nuevo tiempo con igualdad de oportunidades, con salud, con educación, con futuro para nuestros hijos y nietos, un país que no será el más rico del mundo pero sí el más feliz del mundo como quería Guillermo.
Inés Bertero
Presidenta de la Fundación Estévez Boero