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Defender la convivencia democrática

Vivimos tiempos difíciles. Es inútil lamentarlo. Más inútil todavía, y más desastroso querer ignorarlo como si todo marchara bien, o dejarse definitivamente aplastar como si nada pudiera superarse.

Es necesario, hoy más que nunca seguir difundiendo, llamando, golpeando el corazón y la mente de todos los argentinos para concientizar, para movilizar, para organizar a las mayorías nacionales, a los trabajadores y a la juventud, por la necesidad de profundizar la convivencia democrática y de planificar la economía en beneficio de los argentinos.

En los tiempos difíciles crece la tristeza y el desaliento, esto facilita que a través de bombas y atentados vuelva a hacerse presente el terror. La capacidad de cada mujer y de cada hombre para resolver, para decidir se intenta reemplazarla por la imposición minoritaria y elitista de la fuerza. No importa de donde venga, en cada acto de terror hay un profundo desprecio por la capacidad de decidir, de pensar de cada mujer y de cada hombre argentino.

Al terror se lo combate dándole al pueblo y a sus integrantes, en forma personal y a través de sus organizaciones, cada día más posibilidades de resolver y de decidir la mayor cantidad de veces, en la mayor cantidad de asuntos. La consolidación de la democracia requiere que además de ser representativa sea participativa. Es necesario fortalecer la participación en las vecinales, en las sociedades de fomento, en las cooperadoras, en los sindicatos, en las asociaciones profesionales, en las cooperativas, en las asociaciones agrarias, en los centros estudiantiles, en las asociaciones empresariales.

Es necesario llenar todos los espacios con la voz del pueblo, pero para afianzar la convivencia democrática también es necesario darle a las expresiones populares, sociales y regionales, una participación cada vez mayor en la gestión y en el contralor del Estado. Es necesario servir al pueblo y no servirse del pueblo. Es necesario abandonar las internas e invertir sus gastos y sus trabajos en resolver los problemas de las villas, de los inundados, de los desocupados, de las zonas marginales del país.

La defensa y profundización de la democracia, no sólo consiste en la lucha por la libertad de expresión, reunión, manifestación, derecho al voto, sino también y sobre todo en la creación de las condiciones económicas y sociales que permitan a todos los ciudadanos, en igualdad de condiciones, satisfacer sus necesidades básicas.

El camino está en confiar en la capacidad creadora y realizadora de los argentinos.

El socialismo, plantea como punto de partida la necesidad de un acuerdo nacional y no la negociación con la usura extranjera. La convivencia democrática, el diálogo, la participación popular son imprescindibles para alcanzar un acuerdo nacional. Es necesario tener una propuesta aquí y ahora para superar la bancarrota del país.

La propuesta del socialismo es clara y concreta. Argentina vive en sus desocupados, en sus trabajadores, en sus jubilados, en su interior, en su desintegración creciente un estado de necesidad que la obliga, en defensa de su sobrevivencia como Nación independiente, a determinar que la diferencia entre lo que vendemos al exterior y lo que compramos afuera en los próximos 12 meses quede en el país. Con esos fondos se debe realizar una recomposición -de montó fijo- de los salarios y de las jubilaciones, otorgar apoyo crediticio a la pequeña y mediana empresa y a la pequeña y mediana explotación agropecuaria y posibilitar una progresiva rebaja de las tasas de interés.

Esto determina postergar los pagos de las obligaciones de la deuda externa por un año y permite afrontar los próximos meses.

Es necesario convocar a todos los sectores de la vida nacional políticos y sociales a respaldar estas medidas y a acordar un plan de mínima para el futuro.

El socialismo no comparte la idea de que el incremento de la dependencia, la desocupación y la baja constante de los salarios reales sean las puertas de la transformación económica del país que pueda beneficiar a los argentinos.

El socialismo piensa que esta orientación nos lleva en la práctica a una injusticia social creciente e inaceptable, nos lleva a una desintegración nacional cada día más acentuada, amenaza la convivencia democrática y pone en peligro cierto la existencia independiente de la Nación argentina.

Esto piensa el socialismo, pero lo importante es convencer cada día a más trabajadores, a más jóvenes, a más argentinos de la realidad que estamos viviendo, porque la convicción de estos compatriotas y su accionar es la única forma de cambiar la realidad nacional.

Con estos fundamentos el socialismo defiende firmemente la convivencia democrática, porque cree en la capacidad de los trabajadores y la juventud argentina y porque cree en la participación popular como palanca de cambio; pero además, porque los trabajadores y la juventud, sus familias, sus hijos y sus padres viven hoy y aquí, sufren hoy y aquí, necesitan agua potable, casas, escuelas, dispensarios, trabajo, sueldos y jubilaciones, hoy y aquí. Hoy y aquí, los socialistas están en ellos y con ellos, trabajando y organizando para superar cada problema en cada hora. No somos revolucionarios estrategas de café con pasaje en el bolsillo para comentar mañana, desde las capitales de Europa, el sufrimiento de los pueblos de la América Latina. Somos hombres y mujeres de nuestro tiempo, de nuestra tierra, encadenados en nuestros corazones y en nuestras mentes profundamente con la vida de nuestro pueblo.

Por eso hoy y aquí, en cada barrio, en cada fábrica, en cada aula y en cada surco estamos trabajando por afianzar la convivencia democrática, por organizar la participación popular, por cambiar el plan económico y por comenzar a construir hoy la Nación celeste y blanca, independiente y solidaria que es nuestro norte.


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