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Reconquistar la nacionalidad

El 12 de agosto de 1806, el pueblo de Buenos Aires recon­quistó la ciudad que estaba ocupada por el ejército inglés.

Conociendo los ingleses la disconformidad existente en las colonias con España, decidieron la toma de Buenos Aires, cre­yendo fácil la tarea.

Desembarcaron el día 25 de junio y el 27 tomaron Buenos Aires. Pero tomar un país, no es tomar su fuerte, su casa de gobierno, sus cuarteles, sus oficinas. Tomar un país es tomar el corazón de su pueblo. Los ingleses, que pusieron en fuga a las autoridades españolas del virreinato, que contaron con la sim­patía de la sociedad española de la gran aldea, jamás ocuparon el corazón del pueblo de Buenos Aires.

La historia nos enseña que cuando no se gana el corazón del pueblo, el corazón de los más, el corazón de los que trabajan, la derrota de quienes ocupan sus territorios es cosa segura. Puede pasar el tiempo, pero es cosa segura.

El pueblo de Buenos Aires, a pesar de que se le ofrecían baratijas importadas de la Gran Inglaterra, repudió la ocupa­ción. El pueblo de Buenos Aires, a pesar de que se le prometió el "libre comercio", repudió la ocupación. El pueblo de Buenos Aires, a pesar de que se le garantizó la propiedad privada, a pesar de que se le garantizó la propiedad sobre los esclavos, repudió la ocupación.

Una minoría española heroica trabajó para la reconquista. Quienes tenían mayores posibilidades económicas, pagaron ge­nerosamente los gastos de la organización de la reconquista; pero los que como siempre, dieron todo, fueron los trabajadores. La historia rescata del anonimato el nombre de Hipólito Cas­taños, peón de la construcción que trabajó para minar el cuartel ocupado por los ingleses y rechazó la paga de 4 reales diarios que le correspondían.

La historia de la Reconquista también nos enseña que el pueblo define la historia; la tecnología puede definir batallas, el pueblo la historia.

El día 10, el día 11, llovía permanentemente, Buenos Aires estaba debajo de una cortina de agua y alfombrada de barro y de charcos. Las tropas criollas avanzaban hundiéndose hasta las rodillas y apoyándose en sus fusiles. Los cañones ingleses no podían moverse. Los humildes cañones de las columnas crio­llas volaban arrastrados por la muchedumbre, y el día 12 for­maron en la plaza Mayor un cerco de fuego que obligó al invasor a refugiarse en la Fortaleza. El pueblo incontenible va a tomar por asalto la Fortaleza, el invasor se rinde incondicionalmente.

El pueblo, siempre el pueblo. Siempre definió el pueblo; define y definirá.

Las principales tropas de la victoria fueron de criollos, de trabajadores, de negros, de zambos, de mestizos.

Pueblo trabajador, artífice de la historia patria, formó los siguientes cuerpos: Patricios (1200 hombres) en su mayor parte jornaleros, artesanos y menestrales pobres; Arribeños (540) peo­nes y jornaleros del interior; Patriotas de la Unión (455) indios, pardos y morenos para el servicio de la artillería.

La mujer argentina, la misma que en Ayohuma se consti­tuirá en el arquetipo de los trabajadores de la sanidad, en las calles de Buenos Aires y con el nombre de Manuela Pedraza se constituye en la heroína de la resistencia nacional.

Los pueblos del interior, siempre los pueblos del interior, ponen los 3000 hombres con quienes se anima a volver a Buenos Aires el virrey escapado.

Convocamos a la fuerza invencible del pueblo de la Patria, de los trabajadores de la Patria, de los pueblos del interior de la Patria, para defender los valores del hombre argentino, de la cultura nacional, para preservar la existencia de la familia ar­gentina, para asegurar un futuro para nuestros niños sin drogas, sin pornografías, sin terror, sin explotación, un futuro con salud, educación y vivienda para todos, un futuro donde la vida triunfe irreversiblemente sobre la muerte.

Que nadie se equivoque como los ingleses, ni como los espa­ñoles. El pueblo disconforme con la dominación y explotación española, no por ello aceptó una nueva dominación. El pueblo reconquistó Buenos Aires para Argentina y no para España.

Por eso ayer como hoy, a los pueblos no les gusta cambiar de collar, quieren vivir y vivirán sin collar, porque sólo con la independencia nacional efectiva es posible gozar de la libertad y del bienestar.

Estas son las lecciones que nos dio el pueblo de Buenos Aires en su lucha contra el invasor. Saquemos a nuestros hijos del tragamonedas, de la revista pornográfica, de los narcóticos de la sociedad de consumo y enseñémosle la historia de la Patria, la más hermosa de las historias del mundo.

 


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