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Proyecto Cátedra Libre

La gesta reformista de 1918: Conmemorar es darle raíces al futuro

La Reforma Universitaria de 1.918, de la que en estos días se cumplen 80 años, ha sido el movimiento de la juventud más auténtico y profundo en Latinoamérica del siglo que concluye. Con su difusión, su arraigo institucional y el concierto de ideas que desplegó, fue sin dudas el único que sentó en nuestro país nuevas bases de pensamiento. Hoy, aquella gesta sigue siendo la más legítima y estimulante tradición de los estudiantes argentinos y latinoamericanos.

El Movimiento Reformista no sólo fue una expresión, en principio universitaria, de los cambios profun­dos que vivía nuestra sociedad, sino que sintetizó una corriente sociopolítica y cultural renovada, de alcance continental.

El nuevo país que promovía la Reforma resultaba ser la antítesis de lo que hasta ese momento representa­ba y reproducía la Universidad de Córdoba, con su ensimismamiento retrógrado y su dogmatismo. Fue la reac­ción de la juventud, imbuida por las ideas de los nuevos tiempos, la que inició las reivindicaciones universita­rias que culminaron en reclamos de transformación social y cultural.

A partir de 1.918, se produciría una honda transformación de la Universidad en su funcionamiento orgánico, su contenido y sus fines. Los cambios en su estructura orgánica, harían de ella una comunidad libre y armoniosa de profesores, alumnos y egresados. Los contenidos de enseñanza abandonarían los dogmas y pasarían a tener como objeto de estudio la realidad, a fin de encontrar soluciones y promover cambios que mejoren las condiciones de vida de la mayoría de la población. En cuanto a sus fines, la Universidad abandona­ría los claustros para ponerse al servicio del pueblo como institución fundamental de la cultura política.

A partir de la Reforma, la autonomía conseguida le deparó el derecho a darse su propio gobierno y a regular su funcionamiento. Esta base se convirtió en una exigencia fundamental de la Universidad para su propia existencia en plenitud. Dicha autonomía no podía sino interpretarse como sinónimo de libertad y apertu­ra a todos los pensamientos y las tendencias, a todos los hombres que tuvieran autoridad moral e intelectual para enseñar en sus aulas.

Los principios de autonomía y cogobierno posibilitaron los otros principios de libertad de cátedra, asisten­cia libre, docencia libre, periodicidad de la cátedra, concursos para la provisión de cargos, publicidad de los actos universitarios, gratuidad de la enseñanza, seminarios y demás formas de una intervención activa del estudian­te en la enseñanza, para dejar de ser simple y pasivo receptor de la lección repetida.

Al reclamar la participación estudiantil en el gobierno universitario, el movimiento reformista quiso hacer del estudiante el centro del acto educativo e integrarlo en el funcionamiento y gobierno de la Universidad. Que un estudiante participara en un cogobierno de igual a igual con los profesores tradicionales, no tenía antecedentes en el mundo contemporáneo. Demoró exactamente 50 años esta conquista en volver a Europa, con el Mayo Francés de 1.968.

Sin embargo, no obstante nacer en la Universidad, el movimiento reformista entró de inmediato en contacto con el pueblo. Las sucesivas luchas universitarias de esos años encontraron a los estudiantes y a las federaciones obreras unidos en un debate y una perspectiva comunes.

Tras la irrupción de Córdoba, se extendió por todo el país y resultó ser la síntesis de un momento cultural que se propagó al continente entero. Lo que inicialmente se reveló como una protesta estudiantil limitada a demandas universitarias, se transformó en un movimiento de aliento nacional y social que agitaba en sus protestas e inscribía en sus programas, anhelos que eran comunes a otros sectores sociales con una conciencia que se venía gestando en el país y en América Latina.

Algunos de esos reclamos eran la lucha en defensa de las instituciones y en contra de las dictaduras militares, que las habían vejado en el continente; la defensa de la identidad, del patrimonio y de la independen­cia nacional, la denuncia del imperialismo agresor en la región y el llamamiento a la unidad latinoamericana.

 

La Universidad como usina de ideas.

La tradición reformista nos ha enseñado que el objetivo de la universidad debe ser procurar una síntesis de un proceso formativo y no de una suma meramente informativa. La universidad es el laboratorio que emplea toda la experiencia de la Nación y la articula con la experiencia de la humanidad, para conformar nuevas generaciones capaces de resolver y pensar, no sólo los problemas presentes, sino los problemas futuros. Su objetivo no es suministrar engranajes al modelo, sino generar una tormenta de ideas.

Porque la universidad, solamente puede tener un accionar constructivo en la medida en que forme ciuda­danos con capacidad para estudiar la ciencia, la técnica y la producción, pero también, insertarse en la socie­dad, con una brújula moral y formativa que le permita transitar a su albedrío responsable el tiempo y el espacio que le toca vivir.

Porque una universidad no se evalúa por sus rendimientos económicos, sino por las ideas que proyecta. La grandeza de la universidad radica en los principios que de ella emanan, por la revolución en el campo de los sistemas filosóficos y científicos que ella produzca, por la calidad moral, la capacidad científica y técnica de sus egresados.

Nunca aceptamos, en materia educativa, que la cantidad y la calidad sean dos conceptos contradicto­rios. No es necesario tener pocos universitarios para tener una buena universidad, sino que es necesario garan­tizar el acceso masivo para tener más universitarios que contribuyan al desarrollo cultural científico y técnico del país.

Muchos años han pasado de la gesta reformista. Ella ha trascendido el tiempo reivindicando permanen­temente desde el campo popular la educación pública, y gratuita, el ingreso irrestricto, la unidad obrero-estudian­til, los derechos humanos, la justicia y el progreso social. Atravesando dictaduras y embates reciclados de la reacción, es un testimonio y ejemplo vivo del pensamiento latinoamericano.

Al cumplirse este 80 aniversario de la Reforma Universitaria, creemos importante que, desde la Cámara de Diputados de la Nación, se conmemore uno de los hitos más relevantes de nuestra cultura nacional. Todavía sufrimos el vaciamiento de lo mejor de nuestras tradiciones que nos legó la triste sucesión de las fracturas institucionales que padecimos desde 1.930, con los sucesivos golpes de estados.

Porque creemos que retomar y proyectar el legado conceptual que nos dejó la Reforma, nos impone generar una universidad que se proyecte hacia las décadas futuras, que motorice con su accionar constructivo la genuina avanzada de respuestas posibles a la problemática social contemporánea, y se eleve nuevamente como un faro intelectual de nuestra nación. Porque conmemorar es darle raíces al futuro.

Guillermo Estévez Boero Diputado Nacional - Ex presidente de FUA.

 

Proyecto de la Cátedra Libre

"Reforma Universitaria: su historia, principios y vigencia".

VISTO:

Que en el marco del 80º aniversario de la Reforma Universitaria, el Movimiento Nacional Reformista (FREPASO) propone la creación e instrumentación de la Cátedra Libre "Reforma Universitaria: su historia, principios y vigencia", y

CONSIDERANDO:

La importancia del pensamiento reformista

En el período que parte en 1880 se produjeron las transformaciones económicas y sociales que cambian totalmente la fisonomía del país. Caracteriza a esta etapa la creciente demanda de acceso a la vida política por parte de los nuevos actores sociales. Esta ebullición que se exterioriza en la revolución de 1890, obtiene su primer triunfo en 1912, y se institucionaliza en el proceso electoral de 1916 con el triunfo del radicalis­mo.

La nueva realidad no podía permitir en su seno, por mucho tiempo, la conviven­cia con instituciones del pasado. La Reforma de 1918 es, en lo cultural, el reflejo de un nuevo país, donde la causa popular había triunfado sobre el régimen oligárquico de las minorías. Con este movimiento de repercusión y propagación americana, surge una nueva concepción del contenido y metodología universitaria.

Es un movimiento social vinculado a la exigencia de una mayor participación democrática. Para reafirmar este concepto Julio V. González sostuvo: "no podrá sepa­rarse nunca la Reforma Universitaria de la Reforma Social porque ambas fueron em­prendidas simultáneamente y nacieron por lo tanto unidas(...) El movimiento universi­tario argentino, iniciado por los estudiantes de la Universidad de Córdoba, debe ser considerado como la primera manifestación de un proceso evolutivo en el orden nacio­nal, dirigido a modificar fundamentalmente el estado de crisis, por decir así, por el que atraviesa su organización nacional, económica, política e intelectual, teniendo como finalidad inmediata el afianzamiento de la libertad, la verdad y la justicia en todos los órdenes".

Hay un avance científico, fruto de la aplicación de nuevos métodos y técnicas en la producción del conocimiento, y se avanza en el estudio de numerosos problemas nacionales que reclaman urgente solución.

La Reforma consagró un diseño institucional basado en la autonomía y el cogobierno; significó la adopción de un sistema de representación con la participación de los claustros que integran la universidad, logrando un objetivo trascendental como ser la participación estudiantil en el cogobierno universitario. Es una de las concrecio­nes más importantes en la ampliación de la democracia de nuestro país y aún subsiste.

La democratización de las universidades significó la incorporación cuantitativa de los sectores excluidos que se vio reflejada en la "expansión de la matrícula", princi­palmente entre 1918 y 1923.

Pero, también significó una democratización social en cuanto a la inclusión de grupos sociales no pertenecientes a las élites tradicionales: presencia creciente de actores medios, los hijos de los inmigrantes en ascenso que habían abandonado el medio rural para trasladarse a las ciudades, el trabajo de sus padres en la industria, el comercio y también la agricultura, les permitió acceder a la posición de "estudiantes universitarios".

El espíritu de la Reforma

Los sectores reformistas, portadores de las nuevas ideas que supusieron una ampliación del horizonte político-cultural se oponían a los sectores católicos de tradi­cional raigambre en la Universidad de Córdoba.

Su discurso Latinoamericanista se consolidaría en la década del 20, al extenderse la Reforma a otros países del continente.

Se opone el espíritu de la Reforma a la universidad asociada a la ignorancia, la mediocridad, la tiranía y la inmovilidad senil. Frente a la tradición cristalizada en prác­ticas pedagógicas y concepciones filosóficas anacrónicas y perimidas, pensaron la ne­cesaria humanización tanto del individuo como de la sociedad, únicamente posible en un contexto social democrático, participativo y pluralista. De este modo la universidad se conformaba como medio para ese fin.

La enseñanza, entienden los reformistas, es una obra de amor, y la sugerencia, no la imposición, es la forma que debe adoptar la práctica pedagógica. La relación entre el profesor y los alumnos, es entendida como espiritualmente vinculada.

El ideal representaba ante todo una revolución espiritual de la juventud que enfrentó las ideas caducas de aquellos que hacían de la Universidad un lugar tiránico y embrutecedor. Es una lucha intergeneracional en la cual la juventud es la depositaria de la capacidad de innovación y transformación de la sociedad. Los jóvenes que recla­maban un espacio en el nuevo mundo en conformación, pretendían demostrar su madurez para hacerse cargo de la nueva situación. Buscaban asumir un rol que no se limitara a criticar la situación universitaria.

La recurrencia a la moral como fundante del accionar político de los reformistas, tiene su correlato con las ideas espiritualistas que los movilizaban.

La juventud universitaria de Córdoba se levantó contra un concepto de autori­dad; reclamaban otro tipo de relación con los profesores, los estudiantes y el conteni­do.

Para los reformistas, la autoridad no emanaba de los reglamentos, sino que era el resultado de la capacidad del docente. Era una autoridad emergente del respeto del estudiante por los saberes de su maestro.

Con el rechazo al silencio y los dogmas, estos jóvenes marcaron el rumbo que debía seguir la pedagogía universitaria.

Que la educación es un derecho

Fue la revolución francesa la que esbozó los criterios modernos, al poner en la educación pública como meta los ideales de igualdad. Con la revolución francesa y su contemporánea la independencia de los Estados Unidos, quedó arraigado el concepto de la educación como tarea esencial del Estado, para ilustrar a los ciudadanos y realizar los ideales democráticos.

La Declaración Universal de los Derechos Humanos, proclamada en París en 1948 por la Asamblea General de las Naciones Unidas, consagró que para siempre "toda persona tiene derecho a la Educación".

Y como lo señala Adolfo Posada citando a M. Ward: "la enseñanza pertenece a la categoría de empresas humanas que no pueden someterse a la acción de la ley de la oferta y la demanda... No hay demanda de enseñanza en el sentido económico".

Educar es posibilitar el desarrollo pleno de la personalidad del hombre, es des­pertar aptitudes y talentos, es suscitar la iniciativa creadora y transformadora. La edu­cación se convierte en una prioridad para la sociedad y no hay mejor inversión que la de la enseñanza.

La educación es una herramienta de promoción y de emancipación individual, un resorte del desarrollo de la actividad económica y social, un lugar privilegiado de apren­dizaje de la democracia y un instrumento de la comprensión de nuestra identidad cultural y de la de otros pueblos, todo al mismo tiempo.

El imperativo de un sistema democrático no es seleccionar a los mejores, descar­tando al resto, para sólo desarrollar las aptitudes de los más dotados, sino permitir el despliegue del potencial de cada miembro de la comunidad.

Educación y democracia establecen una fecunda relación de enriquecimiento mu­tuo. La democracia da un sentido fructífero a la educación y la educación fortalece las raíces de la democracia.

Democratizar la enseñanza es generalizarla, es posibilitar el acceso al sistema de enseñanza primaria, secundaria y universitaria, del mayor número de habitantes.

Y respecto de la democratización de las universidades Darcy Ribeiro nos dice: “la masificación tiene como principal ventaja abrir conductos por los cuales se haga pasar, en algún tiempo futuro, a toda la fuerza de trabajo por los bancos universitarios. En efecto, llegará un tiempo en el que cada hombre y mujer necesitará de una capacita­ción de nivel universitario, no sólo para ubicarse en la sociedad como productores activos, sino para hacerse herederos de un patrimonio cultural común, tornando acce­sible a toda la humanidad sólo por esta vía: suplantando la división actual de la cultura con un contenido erudito y un contenido vulgar, se hará la incorporación de todos los hombres en la civilización de su tiempo”.

Que la educación afronta nuevos desafíos

Hoy el saber científico-técnico se ha convertido en la fuerza productiva principal, y por consiguiente en la fuente de ganancia.

Pero la racionalidad propia del mundo técnico cubre cada vez más espacios de la política, la vida cotidiana, las relaciones familiares, el ocio, el espacio comunicacional. Se genera así un modo tecnocrático de vida social.

El progreso técnico se ha convertido en el eje principal de la modernidad, en la medida en que nos ha aportado bienes y servicios para la comodidad y el confort. Sin embargo, junto a los citados beneficios nos ha conducido a una serie de consecuencias prácticas no menos importantes en términos de polución del medio ambiente, estrés, desempleo.

¿Pueden las sociedades seguir priorizando la innovación tecnológica y la automatización, dejando que sean los recursos humanos los obligados a adaptarse?

¿Debe renunciarse al anhelo de un modo de vida que no esté dominado por las necesidades creadas?

El acceso a la educación garantiza al ciudadano común la posibilidad de formar una opinión propia de los asuntos de orden público, y el poder examinar las conse­cuencias de sus propias obligaciones y decisiones, de modo de poder asumir con plena responsabilidad el ejercicio de sus libertades. Concierne al desarrollo de actitudes, valores y normas, imprescindibles para la convivencia democrática.

En el marco de la Comisión Internacional sobre la Educación para el Siglo XXI, constituida por la UNESCO en 1993, Jacques Delors propone cuatro cuestiones pri­mordiales a debatir, tratando de responder al interrogante de “¿Cómo puede la educa­ción cumplir un papel dinámico y constructivo para preparar a los individuos y las sociedades del siglo XXI?”.

La primera cuestión tiene que ver con la capacidad de los sistemas educativos para convertirse en un factor clave de desarrollo; la educación en su triple papel: económico como partícipe de la “revolución de la independencia”, que es el motor de las economías; científico, buscando un equilibrio responsable entre el desarrollo eco­nómico y el entorno físico y humano; cultural, capaz de formar ciudadanos arraigados en sus culturas y, no obstante abiertos a las demás culturas...

La segunda cuestión refiere a la capacidad de los sistemas educativos para adap­tarse a la evolución de las sociedades, al dilema de tener que preparar el cambio en un contexto de incertidumbre creciente, de interrogantes y de duda.

La tercera cuestión es la de las relaciones entre el sistema educativo y el Estado: la función de éste último, competencia federales y locales, equilibrio entre enseñanza pública y privada.

La última cuestión cifra en la difusión de los valores de apertura hacia los demás y valores de entendimiento mutuo, es decir, los valores de la paz “¿es posible aspirar a una educación universal, a la creación de un lenguaje universal que permita superar ciertas contradicciones...? Un lenguaje universal accesible a todos que exija a cada individuo aprender a dialogar...; un lenguaje destinado a las personas en su infinita variedad”.

J. Delors circunscribe la problemática de la educación en el marco de tres gran­des crisis: “la crisis económica, la que afecta a la ideología del progreso y cierta forma de crisis moral...”.

Que las Universidades enfrentan nuevos desafíos

Cualquier reformulación que intentemos hacer de los problemas que hoy enfren­tan las universidades se sitúa en el marco de la nueva agenda de la modernización impulsada por una contracultura reformista.

Circunscripto en el debate de la crisis del Estado Benefactor, se han promovido estrategias para conquistar la racionalización financiera mediante la desregulación y desburocratización administrativa, las privatizaciones y la reducción de la responsabili­dad del Estado Central en la prestación de los servicios públicos.

La Argentina tampoco ha sido ajena a la agenda de la modernización de los sistemas educativos superiores. Esto significó la disminución de subsidios, la delega­ción de ciertas responsabilidades en manos de privados u otros agentes, la redistribución presupuestaria, y la puesta en marcha de procesos evaluativos y de autofinanciamiento.

Estas formas han estado presentes en otros casos latinoamericanos que transi­tan por el camino de la modernización de la Educación Superior (Chile y México).

La paradoja es que se interpreta al Estado evaluador tendiendo a conservar la función de control, pero no la prestación del servicio educativo, con serias consecuen­cias para la evaluación universitaria.

En un sentido contrario, hoy se habla de ampliar el ideario reformista. Se discute agregar a las metas de enseñanza, investigación y extensión, constitutivas de la cultura reformista, nuevos postulados que tengan que ver con las funciones de administración, de gobierno y gestión universitaria.

Surgen nuevas preguntas: ¿Cómo se piensan nuevos modelos de gestión y orga­nización institucional? ¿Cómo es posible construir términos como eficiencia, eficacia y calidad, dotándolos de nuevos sentidos? ¿Cómo se plantea la vinculación de la Univer­sidad y el medio, cuál es ese medio?

Pedro Lafourcade habla de la “necesidad de elaborar un marco directriz en las universidades para que el debate de sus miembros defina el rol que el sistema debe cumplir en el desarrollo científico, cultural, tecnológico y socio-económico del país y sus regiones”.

Está vigente la discusión sobre el ingreso y permanencia, el financiamiento, las reformas curriculares y la metodología de la enseñanza-aprendizaje.

La adecuación en los modelos universitarios se encuentra en la agenda de las principales universidades del mundo. La Universidad debe aportar a la inteligibilidad de los problemas, en una perspectiva que desmitifique los supuestos de la ideología neoliberal, la Argentina de hoy necesita de este espacio de debate, participación, estu­dio e investigación que es esta Cátedra Libre, para que la sociedad en su conjunto y principalmente los integrantes de la universidad definamos el futuro de la misma y de nuestro país.

Como organización política estudiantil y atendiendo la amplitud y el pluralismo de esta propuesta solicitamos también a la Federación Universitaria Argentina comprome­ta su accionar a que los Rectores de las distintas Universidades Públicas Nacionales aprueben esta iniciativa. Creemos que es uno de los mejores homenajes que podemos efectuar a aquellos compañeros del '18.

ARTICULADO

Art. 1º.- Crear e instrumentar la “Cátedra Libre Reforma Universitaria: su histo­ria, principios y vigencia” en el ámbito de las Universidades Públicas Nacionales.

Art. 2º.- La misma se constituirá en un espacio de debate y reflexión, organizán­dose en ella Seminarios, Charlas debates, Conferencias, con invitados del ámbito polí­tico, académico, cultural y social de acuerdo a la temática a abordar.

Art. 3º.- Se articulará los medios necesarios para organizar Grupos de Investi­gación, dependiente de esta Cátedra, para profundizar la situación actual de la Univer­sidad, elaborar propuestas y lineamientos hacia el futuro.

Art. 4º.- De Forma.