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Resistencia o normalización

INTRODUCCIÓN

“Resistencia o normalización” sintetiza la posición que marcó el Movimiento Nacional Reformista  frente a la política de la dictadura en la Universidad. El primer esbozo de resistencia fue iniciado por los estudiantes de Medicina de Rosario y el estudiantado de Córdoba, a partir del momento que se intervienen las ocho universidades nacionales.

Este dilema que se traduce en la disyuntiva de lucha o colaboración fueron las dos opciones existentes en el seno de la Universidad. Quienes optaron por la de resistir, confiaron en la fuerza imbatible de los sectores populares, unidos en la lucha tras objetivos claros y trascendentes, para enfrentar a las fuerzas represivas de la antihistoria.

No cabía otra opción frente al ataque de la dictadura a las formas democráticas de expresión del estudiantado;  no cabía otra respuesta frente al ataque vandálico que se efectuara a las Facultades de Ciencias Exactas y Naturales y de Arquitectura de la UBA; no cabía otra opción frente al asesinato de Santiago Pampillón.

Ante esta realidad no hay una tercera opción, la indiferencia y la resistencia simbólica no constituyen otra cosa que colaboración pasiva.

He ahí, la actitud heroica del estudiantado de Medicina que resistió, con un paro de seis meses a la normalización de la universidad, luchó consciente de que su actitud no podría transformar la realidad y nos enseñó que sólo en el camino de la lucha se hacen efectivos los logros.  

En otras palabras: lucha o colaboración. Esta es la disyuntiva que se nos plantea como universitarios e integrantes del pueblo argentino. Alternativa que se materializa claramente en la medida en que se definen la naturaleza y los objetivos del grupo de hombres que asaltara el poder el 28 de Junio.
En los días transcurridos, la adopción de formas políticas falangistas no deja lugar a dudas sobre su carácter retrógrado. En su quehacer, han demostrado palmariamente estar al servicio del privilegio nacional e internacional. Creyéndose oráculo del conocimiento y de las soluciones, pensaron que el país, su pueblo y sus riquezas constituían una herencia vacante y se podría obrar sobre ellos sin miramientos ni consideración alguna.

La banda de negociadores que se postró a sus pies, puede haberle dado esta imagen errónea. Se precipitaron, así, contra toda institución y organismo que dificultara sus cavernarios planes y, por lógica consecuencia, en lo específicamente universitario, la libertad en la emisión del pensamiento, la actividad del movimiento estudiantil y la propia organización de la Universidad, no podían dejar de constituir un apetitoso objetivo para su delirio absolutista.

El 29 de Julio “EL LEGISLADOR” emite la seudo ley 16912 que interviene a las ocho Universidades Nacionales, disolviendo sus órganos de gobierno.  

En la misma fecha y siguiendo aquel viejo adagio: “La letra con sangre entra”, asaltaron vandálicamente las facultades de Ciencias Exactas y Naturales y de Arquitectura de la Universidad Nacional de Buenos Aires. Estudiantes, docentes y egresados  experimentaron en sus cuerpos los alcances de la “Operación ESCARMIENTO”. Centenares de estudiantes son detenidos y a miles de ellos se les cancela la matrícula universitaria. Santiago Pampillón, el estudiante-Obrero, cae vilmente asesinado en la ciudad cuna de la Reforma Universitaria.

Las renuncias de docentes, que superan el millar, son tratadas con criterio discriminatorio. Decenas de profesores son separados de sus cargos y las actividades del movimiento estudiantil son proscriptas.

Es que el objetivo está en lograr una Universidad fuertemente limitacionista, administrada por aristocratizantes minorías tecnócratas al servicio del privilegio nacional e internacional. Para ello, es necesario amordazar a profesores y estudiantes. En nuestro medio fueron hallados ejecutores de “idoneidad probada”: DE JUANO, BRIE, DIEDRICH, BENETTI APROSIO, SANTIS Y PICENA. A imagen y semejanza de su “jefe”, ellos  añoran el día en que en carroza puedan arribar a la Facultad.

Ante la realidad que depara el régimen en la Universidad y en el país, el estudiantado enfrenta un tradicional dilema: resistencia o colaboración.

En el transcurso de la historia, otros pueblos nos han precedido en el enfrentamiento del dilema y siempre surgieron las dos respuestas. Es así como hace casi tres décadas, el pueblo francés tuvo que enfrentarse con esta disyuntiva y también emergieron las dos respuestas: la colaboracionista del caduco Petain, cuyos argumentos se vuelven a repetir hoy entre nosotros, y la de la resistencia asumida por la vanguardia heroica de los “maquís”, cuyo ejemplo, como el de tantos otros, no podemos desconocer.

Aquí no existe un tercer camino, la indiferencia y la resistencia simbólica no constituyen otra cosa que colaboración pasiva. El dilema es grave y profundo, mas no pertenece al campo de la imaginación, sino que surge de la realidad.

El régimen, débil por su origen y sus objetivos, carece de todo apoyo popular; en consecuencia necesita, lograr sus fines dentro de la Universidad sin problemas, sin resistencia efectiva. Es por eso que, en la práctica, la no resistencia activa se traduce en colaboración con los objetivos del régimen, directa o indirectamente, consciente o inconscientemente.

 En nuestros días la historia escrita, por los universitarios argentinos demuestra en forma palmaria e irrebatible, que el éxito de la resistencia tuvo lugar allí donde habrán participado las mayorías estudiantiles, con conducta clara y definida de oposición al avasallamiento.

Las opciones vacilantes nunca lograron la adhesión del estudiantado. Con esta realidad ante nuestra vista, debemos deducir el camino correcto y valorar lo realizado por el estudiantado en Ciencias médicas.

Pero vivimos en una sociedad, cuyo móvil está dado por el antihumano objetivo del lucro, y pareciera que este esquema nos calara hasta los huesos.

Surge entonces el interrogante: ¿Qué gana el que resiste? Mas no radica ahí el problema; porque ¿quién podría explicarnos qué ganó Pringles, qué ganó Falucho, qué ganó George Politzer, qué ganó Marc Bloch, que ganaron los cadáveres de Dunquerque, Sebastopol y Leningrado?

Con su sangre y sus cuerpos impulsaron el camino siempre ascendente de los pueblos hacia la libertad y el progreso. Con sus vidas derrotaron la antihistoria, posibilitando el avance irreversible del hombre hacia estadios superiores de convivencia.

 HE AQUÍ EL FRUTO INCONMENSURABLE E INNEGABLE DE LA RESISTENCIA

Los que cayeron seguramente habrían preferido conservar sus vidas. Los estudiantes también prefieren estudiar tranquilos, no perder el año, no estar presos, no estar golpeados, ni morir como Pampillón. Pero el camino del deber no está señalando por un sentimiento hedónico.

¿QUÉ GANAN LOS ESTUDIANTES DE MEDICINA DE ROSARIO PERDIENDO EL AÑO?

Ellos y el país ganaron muchas cosas. Ganaron la derrota del régimen, quien con toda su fuerza inmoral y represiva, no pudo lograr su objetivo de “normalizar”, de acuerdo a sus planes, la Facultad de Medicina. Junto al estudiantado de Córdoba, pudieron señalar una vez más a los estudiantes y al pueblo argentino, que con la lucha franca y unida tras objetivos claros y trascendentes, los sectores populares son imbatibles ante las fuerzas represivas de la antihistoria. Lograron demostrar a los compañeros de todo el país los beneficios, las ventajas y las posibilidades ilimitadas en un trabajo masivo así como la capacidad combativa, creadora y realizadora del estudiantado argentino. Lograron la definición concreta de importantes sectores del cuerpo docente de su propia Facultad instauraron los cursos paralelos como forma de lucha y de docencia, desconociendo la pretendida normalización del delegado administrador.

Esta realidad que nutre de aliento y de confianza a todos los universitarios del país, se alcanzó a través de métodos efectivos de lucha que, decretados por Asambleas de más de un millar de estudiantes, demostraron la efectividad de la ruptura frontal con la indiferencia, la colaboración y complicidad con el régimen.

¿Es posible pretender irreflexivamente asimilar todos estos logros concretos con la nada? ¿Es posible, qué la confusión lleve a plantear la necesidad de abandonar los actuales medios de lucha, para demostrar a los estudiantes que existen otras formas de enfrentamiento?

El dilema del “todo o nada” es falaz porque quien lucha al lado de las bases estudiantiles compartiendo sus objetivos, siempre obtiene su triunfo. Lo real es que a nada de luchas nada de logros.

Estos logros no son obra ni patrimonio de un núcleo de estudiantes, ni de agrupación alguna; son logros de todo el estudiantado, por su capacidad creadora y elaboradora. Por sobre todos los objetivos conquistados los estudiantes de Medicina han logrado la inconmensurable satisfacción del deber cumplido. El absolutismo se ha estrellado ante una juventud, que ha sabido, hasta el presente, cumplir con su papel.

¿PODRÁ MEDICINA SOLA CAMBIAR EL CURSO DE LOS ACONTECIMIENTOS?

Evidentemente no. De esto es consciente el estudiantado. También era consciente de sus limitaciones, aquel Negro Falucho, pese a su formación primaria de hombre de pueblo; de ello también era consciente la mentalidad filosófica de George Politzer; de ello también era consiente el conocedor de las disciplinas históricas Marc Bloch; de ello también eran conscientes los héroes anónimos de Dunquerque, Seastopol y Leningrado. Hoy, los estudiantes de Medicina, también conscientes de sus limitaciones, ponen el hombro como aquellos pusieron sus vidas, en la rueda del proceso histórico, que no siempre avanza con objetivos a la vista para los miopes, pero que siempre lo hace hacia delante, en forma irreversible e indetenible.

Este es el sentido de la lucha de los estudiantes de Medicina: dar al país un ejemplo y dar tiempo a todos los sectores populares para la apertura de decenas de frentes de lucha que inevitablemente devendrán. El calculismo, el maquiavelismo y el esquematismo superficial, caen y caerán hechos añicos ante el avance desbordante de los pueblos.

Este es el camino que transita el estudiantado de Medicina y ante el cual se levanta otro interrogante: ¿Hasta cuándo? El estudiantado de Medicina dará su lucha en la medida que mantenga claridad en sus altos objetivos. Podríamos jaquearlos con os pensamientos de un Petain; ¿Para qué sacrificarse ante la flamante maquinaria bélica del nazismo? ¿Para qué desangrar a Francia? Podríamos preguntar, también, al soldado que cubría la retirada de Dunquerque, sin posibilidad alguna de embarque hasta cuándo resistiría. La historia nos da la respuesta porque él, que triunfó, la ha escrito, brindando a su pueblo condiciones que permitirán continuar con la lucha permanente y superadora de los sistemas económicos políticos que rigen la comunidad.

El dilema de lucha a corto o a largo plazo es inexistente en el campo de la realidad; lo concreto es la adopción de una actitud combativa o pasiva. La única conducta aceptable, al margen de los plazos, es aquella que se integra en una sucesión ininterrumpida y constante de lucha frontal.

Los estudiantes de Medicina deben ser conscientes de las posibilidades y de los desenlaces posibles de la lucha; en ello tenemos un interés fundamental porque, en mayoría o en minoría, queremos caminar al lado de quienes fijan racionalmente una posición.

En este país la represión será incrementada y ello se acelerará en la medida en que el despotismo no halle resistencia en los sectores populares; se puede caer en la calle como Santiago Pampillón, se puede dar con los huesos en la cárcel por varios meses, como Enrique Stein, porque la justicia, también debemos advertirlo, será más y más sorda. Podemos ser suspendidos por meses o por años y el proceso indetenible de nuestras luchas puede incluso determinar el abandono definitivo de nuestra carrera.

Estas son las condecoraciones que ofrecemos al estudiante de Medicina de Rosario con claridad y gravedad.

 Pero con la misma claridad y gravedad manifestamos que, quien elija este camino podrá llevar la frente tan alta como aquellos que se han forjado en la lucha y no en la claudicación; como aquellos que pueden legar a los suyos un patrimonio inconfiscable, antes que un consultorio cromado y un auto último modelo; como aquellos que son poderosos e invencibles en la escuela del sacrificio y no temerosos y claudicantes en la conservación de las prebendas efímeras. He aquí con toda claridad, las posibilidades y las perspectivas de nuestras luchas. No se puede pedir solidaridad al pueblo, mientras nuestra mayor preocupación sea no perder los prácticos, de ese modo sería difícil convencer a alguien de que estamos luchando por las posibilidades culturales de las grandes mayorías nacionales. No se puede pedir solidaridad desde el reino de la normalización del régimen. Sólo pueden pedir solidaridad quienes tienen el aval moral, quienes están en la lucha, y no luchan simplemente quienes dicen luchar, sino quienes están luchando.

Este es el camino anónimo y consecuente que invitamos a recorrer a nuestros compañeros, con muchas menos incertidumbres y muchos menos peligros que los que sufrieron las mujeres y los hombres de Jujuy que siguieron a Belgrano. Nuestro papel no tiene las características de vanguardia de la auténtica revolución nacional. Tampoco las tenían los hombres de nuestro Norte. Ellos cumplieron simplemente con su deber y por ello, los recordamos. Nosotros aspiramos a cumplirlo y por eso los invocamos. Nosotros, en síntesis, a caminar sencilla pero firmemente al lado de las grandes mayorías nacionales quienes serán, en definitiva, los forjadores de nuestro futuro.


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